Los albaneses descienden de los antiguos ilirios, un pueblo indoeuropeo que emigró desde Europa Central hacia el sur, llegando al norte de Grecia a comienzos de la Edad de Hierro. Los ilirios meridionales mantuvieron un contacto muy fluido con las colonias griegas, mientras que las tribus albanesas del norte estuvieron unidas generalmente en torno a monarcas locales. El más importante de estos reyes fue Agron, cuyo reino (segunda mitad del siglo III a.C.) se extendía desde Dalmacia, en el norte, hasta el río Vijose, en el sur. En el año 168 a.C., los romanos conquistaron toda Iliria y luego los albaneses formaron parte de la próspera provincia romana de Iliricum. Con el ocaso del Imperio Romano, después del año 395 d.C., la región quedó vinculada administrativamente a Constantinopla. Desde el año 491 al 565, tres emperadores bizantinos fueron de origen ilirio: Anastasio I, Justino I y el más celebrado de ellos, Justiniano I.

A pesar de las incursiones de los hunos entre los siglos III y V y las invasiones eslavas en los siglos VI y VII, los ilirios conservaron su propio idioma y sus costumbres. Con el paso de los siglos y bajo el impacto de las culturas romana, bizantina y eslava, la vieja población iliria devino en albanesa. Entre los siglos VIII y XI de nuestra era, el nombre de Iliria fue cediendo paso al de Albania. Cuando la iglesia cristiana se dividió, en 1054, el sur de Albania mantuvo sus lazos con Constantinopla, en tanto el norte cayó bajo la jurisdicción de Roma, marcando la primera fragmentación religiosa significativa del país.

Ante la invasión de los turcos en 1431, los albaneses opusieron una fuerte resistencia. Finalmente, 47 años más tarde fueron ocupados. Hacia fines del siglo XVI, los otomanos turcos comenzaron una férrea política de islamización del territorio, que continuó en el siglo siguiente. Dos tercios de la población albanesa, a comienzos del siglo XVIII, se había convertido al Islam. Más de 25 grandes visires de Turquía tuvieron origen albanés.

Para superar las divisiones religiosas e incentivar la unidad nacional, los ideólogos del movimiento nacionalista del siglo XIX adoptaron el eslogan: «La religión de los albaneses es Albania». En 1878, en Pritzen, un pueblo de Kosovo, se fundó la Liga Albanesa, con intereses tanto políticos como culturales. La Liga intentó sin fortuna que todos los territorios albaneses (entonces divididos en cuatro provincias: Kosovo, Monastir, Shkodër y Jänina) se convirtieran en un sólo Estado dentro del Imperio Otomano. En lo cultural se promovió el lenguaje, la literatura y un sistema educativo que fomentara el nacionalismo.

El imperio suprimió la Liga en 1881. En 1908, líderes albaneses se reunieron en Monastir (parte de la actual Macedonia) y adoptaron un alfabeto nacional, basado sobre todo en el latino, que suplantó al árabe y al griego que, entre otros, eran usados hasta ese momento. Ese mismo año, los Jóvenes Turcos tomaron el poder en Estambul e ignoraron sus compromisos de instituir reformas democráticas y garantizar autonomía al territorio albanés, lo que derivó en un enfrentamiento armado de tres años. Turquía aceptó por fin las exigencias de los albaneses en 1912, proclamándose la independencia.

Por la presión de los vecinos de Albania, las potencias europeas, al delimitar las fronteras del nuevo Estado, cedieron Kosovo a Serbia y permitieron que Grecia recibiese la mayor parte de Sameria y una porción de Epiro. La mitad de la población y del territorio albanés quedó fuera de sus fronteras.

Las potencias designaron como rey de Albania en 1914, al príncipe alemán Wilhelmzu Wield, quien abandonó rápidamente el país, por su falta de familiaridad con los albaneses y por el comienzo de la Primera Guerra Mundial. Durante la guerra, Albania fue ocupada por ejércitos de Austro-Hungría, Francia, Italia, Grecia, Montenegro y Serbia, y casi desapareció como tal. Woodrow Wilson (presidente de EE.UU.), vetó un plan de los franceses, británicos e italianos, que pretendía repartir el territorio albanés entre sus vecinos.

Un Congreso Nacional establecido en 1920, sentó las bases para un nuevo gobierno y ese mismo año Albania fue admitida en la Liga de las Naciones. En 1927, Ahmed Zogu, presidente desde 1925, firmó un tratado con Mussolini que implícitamente convirtió al país en un protectorado italiano. Zogu proclamó la monarquía en 1928.

Italia ocupó y anexó formalmente Albania al reino de Vittorio Emmanuelle III en abril de 1939. Los comunistas encabezados por Enver Hoxha organizaron una guerra de guerrillas. La resistencia antifascista logró la retirada de las fuerzas de ocupación el 29 de noviembre de 1944 y se proclamó la República Popular, el 11 de enero de 1945.

Pese a su celo independentista, Albania condicionó sus opciones internas a acontecimientos externos. Con la ruptura entre Tito y Stalin en 1948 (ver ex Yugoslavia), el Partido del Trabajo de Albania (PTA) optó por la línea del Kominform –partidos comunistas aliados a la otrora Unión Soviética–. Albania rompió con Moscú tras la desestalinización de comienzos de la década del 60, y se alió estrechamente a China Popular, de la que se desligó luego en 1981, tras la caída de los maoístas de la Revolución Cultural.

El oficialismo albanés consolidó su aislamiento cuando el octavo congreso del PTA proclamó una línea de pureza doctrinaria contra el imperialismo norteamericano, el social-imperialismo soviético, el revisionismo chino y yugoslavo, el eurocomunismo y la socialdemocracia, al tiempo que condenó la política de no alineamiento y la distensión europea pactada en la Conferencia de Seguridad y Cooperación Europea (CSCE) en Helsinki.

Hasta que el país se liberó de la ocupación fascista italiana en 1944, un 85% de la población vivía en el campo y 53% ni siquiera contaba con huertas propias. En 1967 el gobierno comenzó la colectivización de la tierra que, según datos oficiales, en 1977 se volvió autosuficiente para abastecer el consumo de trigo. Entre 1939 y 1992 se multiplicó por 125 la producción industrial, por 262 la de materiales para la construcción y por 322 la de energía eléctrica.

En 1989 Ramiz Alia, jefe de Estado desde la muerte de Hoxha en 1985, inició una reestructura. Se levantaron trabas fronterizas para el turismo; se autorizaron cultos religiosos, se redujeron de 34 a 11 las causales de pena de muerte (abolida para las mujeres). Un año más tarde, Alia autorizó la actividad de partidos políticos independientes y llamó a elecciones generales, luego de 46 años de dominio comunista. Las relaciones diplomáticas se reanudaron con la URSS, en julio de 1990, y con EE.UU. en febrero de 1991.

En marzo de 1991, más de mil candidatos de once partidos políticos se presentaron a las elecciones. Los comicios, que recibieron acusaciones de fraude, otorgaron a los comunistas 156 de los 250 escaños parlamentarios. Más de 300 mil trabajadores iniciaron en mayo una huelga pidiendo la renuncia del gobierno y un 50% de aumento salarial. El primer ministro Fatos Nano disolvió el gobierno en busca de una alianza con sectores opositores.

En pleno colapso económico, con una abstención del 80%, las elecciones legislativas de 1992 dieron al Partido Democrático (PD) un triunfo arrollador sobre el Socialista. Sali Berisha, líder del PD, sucedió en la presidencia a Ramiz Alia, convirtiéndose en el primer presidente no marxista desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.

En 1993, el gobierno promovió el enjuiciamiento de las principales figuras del régimen anterior. Entre otros fueron a prisión por uso indebido de fondos públicos Naxhmija Hoxha, viuda de Enver, el ex presidente Alia y el ex premier Nano.

Las elecciones parlamentarias de 1996, con los principales líderes de la oposición proscritos, acusadas de fraude por Estados Unidos y por varios países europeos interesados en invertir en Albania dieron una abrumadora victoria al PD.

La quiebra de una serie de fondos de inversión en 1997 desembocó en una cruenta revuelta política y social. Uno de cada seis albaneses quedó en la calle y las principales ciudades del país, incluida la capital, Tirana, se levantaron en armas. Con el asalto a fuertes y cuarteles abandonados por el ejército y la policía, que se unieron a los rebeldes, el 80% de las armas del país quedó en manos de civiles; los enfrentamientos armados arrojaron un número de 1.500 muertos. Berisha se vio obligado a adelantar las elecciones legislativas para junio de ese año, que dieron la victoria al PS liderado por Nano, ahora fuera de prisión.

Nano, de nuevo primer ministro, retomó para fines de año el control sobre el territorio y logró reducir la inflación. El gobierno socialista se comprometió a un programa de reformas que incluía la revitalización de la economía mediante un amplio plan de privatización.

En 1998 el FMI elogió la gestión administrativa de Nano y prometió otorgar fondos por tres años para apoyar la reforma económica. En setiembre una querella interna del PS llevó al primer ministro a renunciar. El gobierno quedó a cargo de Pandeli Majko, que fue reemplazado a su vez por Ilir Meta, también del PS, en 1999.

Avanzada la guerra interna en la ex Yugoslavia (hoy Serbia y Montenegro), Albania reclamó una intervención de la OTAN para proteger a los kosovares de origen albanés. Ambos países rompieron relaciones diplomáticas. Las mafias locales abastecieron de armas al Ejército de Liberación de Kosovo y una vez intervenida, Albania recibió decenas de miles de refugiados y sirvió de base a tropas de la Alianza. Las relaciones diplomáticas fueron restablecidas en 2001.

A pesar de que el PS se aseguró un segundo período en las elecciones de ese año, nuevas querellas internas paralizaron al gobierno al que Nano denunció como corrupto e incompetente, bloqueando sus partidarios la designación de ministros sustitutos. Con el gobierno y la economía paralizados, la crisis energética se agudizó por un invierno muy crudo. Sin dinero para importaciones, Meta declaró el estado de emergencia. En algunas áreas, los cortes de suministro eléctrico alcanzaban 20 horas diarias.

En agosto de 2002, tras nuevas turbulencias políticas y sucesión de renuncias, Nano asumió el gobierno por tercera vez y también la presidencia del PS. Al tiempo que el pretendiente al trono albanés y su familia, Leka Zogu, hijo del ex monarca Ahmed Zogu, regresaron a Albania tras 63 años de exilio.

Existe una «cultura de las armas» en Albania. Cientos de miles de armas, de las robadas a la policía en 1997, siguen circulando –muchas de ellas son traficadas a distintos países del mundo– y cualquier ciudadano albanés puede conseguir desde una pistola rusa a una ametralladora china o armas antiaéreas.

En marzo de 2003, Albania, como firmante de la Convención de Armas Químicas, declaró poseer tales armas. Un mes después se inició la destrucción de las mismas, si bien la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas no obtuvo información detallada de la cantidad y el tipo de armas que había en el país.

Ese año se dieron los primeros pasos hacia la incorporación de Albania a la UE. La inmigración clandestina por vía marítima desde Albania hacia países de la Unión Europea, principalmente Italia y Grecia, provocaba frecuentes naufragios, como el que costó la vida a 21 albaneses en enero de 2004.

Miles de persona salieron a las calles en febrero, para protestar contra el primer ministro Fatos Nano, a quien acusaban de sumir al país en la corrupción y el crimen organizado. «Nano fuera» fue el lema del movimiento contrario al premier, a quien también acusaron de fraude electoral. Más de dos mil policías controlaron la marcha que se realizó 13 años después de que 100 mil manifestantes tiraran abajo la estatua del líder comunista Hoxha, en una ocasión que marcó el comienzo de una transición que aún continúa. Los aumentos de las tarifas públicas y la alta tasa de desempleo fueron algunos de los reclamos planteados al primer ministro.

El opositor Partido Democrático, encabezado por Berisha, ganó las parlamentarias de julio de 2005 con 55 escaños. Nano y el PS obtuvieron 41. Los observadores hablaron de elecciones parcialmente normales, a pesar de algunas quejas y problemas durante el proceso.

En abril de 2006, intentando poner fin a la grave crisis energética que sufría el país, Berisha logró un acuerdo con una transnacional que integra capitales suizos, italianos y estadounidenses para la construcción de plantas de producción de gas y electricidad, al sur del país. La firma se comprometió a terminar, antes de 2009, además de una central termoeléctrica con capacidad de generar 1.200 megavatios, una planta capaz de producir 10 mil millones de metros cúbicos anuales de gas –de los cuales el 80% habrán de ser exportados a Europa a través de un gasoducto submarino que unirá Albania e Italia.

Aún cuando Nano había anunciado que pretendía presentarse al puesto del presidente del país, el nominado por el parlamente como candidato de consenso fue el general Arjan Zaimi, representante militar ante la OTAN. Nano no contaba ni siquiera con el apoyo de su partido, ya que las dos coaliciones más grandes, las lideradas por el PD de Berisha y el PS del alcalde de Tirana, Edi Rama, coincidieron, en julio de 2007, en la candidatura de Zaimi.