Los enormes territorios que se convertirían en lo que hoy es Brasil fueron poblados al inicio por pequeñas tribus que pertenecían básicamente a los troncos lingüísticos tupí guaraní, caribe y arawak. Los indígenas de la cuenca del Amazonas practicaban la pesca y la agricultura rudimentaria, en tanto que los habitantes de la sabana seca vivían de la caza y la recolección. Se estima que, cuando fueron avistadas las primeras naves portuguesas en las costas de la hoy Bahía de Todos los Santos, en el año 1500, más de 2 millones de personas poblaban esas tierras.
El Tratado de Tordesillas (1494) –que dividió el mundo no-europeo entre España y Portugal– aseguró a éste último derechos sobre esas tierras. Navegando rumbo a la India, Pedro Álvarez Cabral llegó a la Bahía de Todos los Santos en 1500 y bautizó esa tierra como Isla de Vera Cruz. Entre 1501 y 1502, una expedición naval comandada por Gaspar de Lemos recorrió el tramo entre el actual Rio Grande y el Río de la Plata y corrigió el error de Cabral, que creyó haber llegado a una isla: el territorio pasó a ser conocido por los europeos como Tierra de Santa Cruz.
Las tierras eran para los portugueses menos redituables que África y la India. En la franja del litoral atlántico no había grandes yacimientos de metales preciosos y la habitaban indígenas tupí (semisedentarios), emparentados con los guaraníes que los españoles habrían de encontrar en Paraguay. En principio, la Corona portuguesa sólo tomó en cuenta las tierras para realizar comercio de esclavos y trueque de metales y baratijas por palo-brasil con los indígenas. La pulpa de ese árbol, apta para hacer una tinta textil color fuego, daría su nombre definitivo al país (brasa en portugués significa, como en castellano, carbón encendido, color rojo fuego).
La industria de la madera no implicó grandes ciudades ni otras marcas de desarrollo europeo en la región, pero su volumen fue bastante importante. Los indígenas, acostumbrados a talar árboles para hacer claros en los bosques, carecían de una tradición comercial maderera y no podían cortarlos a gran escala; los portugueses aportaron hachas y sierras y los agentes comerciales lograban alistar los troncos para ser embarcados. Los enclaves de comercialización a menudo eran fundados en islas sobre el Atlántico, y poco después los primeros asentamientos portugueses fueron fundados también en islas. Sólo algunos portugueses proscritos se diría que por entonces habitaban el continente, entre las comunidades indígenas. Estos proscritos ayudaron –en varias oportunidades– a sus coterráneos europeos a conseguir provechosas alianzas con los indígenas.
Hacia 1530, los portugueses estuvieron forzados a involucrarse más estrechamente con Brasil. Otros traficantes europeos, especialmente franceses, aparecieron por esas tierras: el comercio con la India estaba estancado y los éxitos –en otras partes del continente– de los conquistadores españoles fueron tanto un incentivo como una amenaza. Para expulsar a los franceses y asentar su autoridad, la Corona portuguesa envió una expedición, que fue acompañada por algunos colonos. En 1532, se estableció el primer asentamiento formal portugués, San Vicente, en una isla próxima a San Pablo.
A diferencia de los españoles, que se expandían conquistando y realizando relevos dentro de la estricta burocracia de la Corona, los portugueses, debido a su tradición comercial marítima, dividieron la costa brasileña en capitanías que adjudicaban a donatarios, individuos prominentes que se presumía poseían los recursos personales para ocupar y explotar las tierras. Las capitanías eran hereditarias, con amplios poderes judiciales y administrativos, si bien varias de ellas nunca fueron ocupadas y otras sobrevivieron un corto tiempo. Cuatro capitanías fueron asentamientos permanentes y dos (Pernambuco en el norte y San Vicente en el sur) se tornarían viables y redituables.
Los primeros asentamientos portugueses –como la periferia colonial hispana– debieron fortificarse en defensa de los ataques americanos. El aprovisionamiento fue arduo y los portugueses obtuvieron gran parte de su alimento en el comercio con los indígenas y se adaptaron a consumir mandioca y no trigo, muy difícil de cultivar en casi toda la región. Surgieron dos establecimientos agrícolas, las rozas o granjas y las grandes fazendas, dedicadas a la exportación, principalmente de caña de azúcar. Aún con condiciones favorables, las fazendas tardaron en prosperar, por falta de capitales y mano de obra; además los indígenas –que los portugueses intentaron poner a trabajar a cambio de productos europeos– eran ajenos a la agricultura y a la disciplina de las plantaciones. Los colonos optaron por conseguir mano de obra esclava, ya en expediciones de caza directa de indígenas o usándolos como intermediarios.
En la segunda mitad del siglo XVI, los indígenas ya habían sido diezmados por enfermedades de los europeos (gripe, viruela, sarampión) o habían huido a otras zonas. Se comenzó entonces a usar esclavos africanos en el cultivo de azúcar, y se intensificó el tráfico al punto de que entre el siglo XVI y el XIX, llegaron a Brasil de 3 a 4 millones de africanos. En 1548, debido a presiones similares a las de 1530, la Corona portuguesa decidió una representación directa en Brasil. La Corona nombró un gobernador general, quien con 1.000 hombres estableció la capital del país en Bahía (costa noreste). En 1551 se creó un obispado. Sólo luego de 50 años de contacto, Brasil alcanzó el grado de institucionalización europea que caracterizaba a la zona conquistada por España.
Por esa fecha llegaron los jesuitas, que se volvieron el brazo más fuerte de la Iglesia, a diferencia de la franja hispana de América, donde arribaron mucho después que otras órdenes. Los jesuitas aprendieron la lengua guaraní a fin de convertir nativos al catolicismo y fundaron aldeas similares a las misiones de la franja española. Las principales formas de contacto entre indígenas y europeos (guerra, comercio, esclavitud y misiones) fueron idénticas a las de la periferia hispana. Esos contactos llevaron a que, en el siglo XVI, el idioma guaraní fuera utilizado en todo tipo de intercambios.
Brasil protagonizó una impresionante expansión hacia el oeste de la línea de Tordesillas, el meridiano dibujado 370 leguas al oeste del Cabo Verde. La expansión alcanzó las faldas de los Andes y, de norte a sur, desde el Amazonas hasta el Río de la Plata. En el norte, el movimiento liderado por los jesuitas estableció numerosas misiones a lo largo del Amazonas. En el noreste, ganaderos de las zonas azucareras de Pernambuco y Bahía se internaron en el corazón del continente, en busca de nuevas pasturas y llegaron a las actuales Piauí, Goiás y Maranhao.
La marcha al oeste fue liderada por los paulistas (colonos de San Pablo), quienes en busca de esclavos indígenas, oro y piedras preciosas, organizaron expediciones hacia el interior, conocidas como bandeiras. Portugal al incorporarse al reino español en 1580, facilitó las incursiones bandeirantes, pues al borrarse las fronteras interiores, se volvió inoperante la división de Tordesillas. Las bandeiras llevaron a los paulistas hasta regiones mineras de Perú y hasta zonas de Bogotá (Colombia), y exploraron además el Mato Grosso. Hacia el sur atacaron las reducciones indígenas (misiones), en particular las de Guaíra, donde los guaraníes vivían relativamente inmunes a enfermedades y se habían habituado al trabajo agrícola colectivo. Los indígenas y los jesuitas que los protegían resistieron los ataques, pero las cacerías humanas fueron devastadoras y obligaron el traslado de las misiones aún más al sur, hasta ubicarse finalmente, en los Siete Pueblos (hoy estado de Río Grande del Sur).
Además de los paulistas que incursionaron hacia la espesura de las selvas, miles de africanos de plantaciones de la costa, huyeron hacia allí buscando refugio: se congregaron africanos, indígenas y mestizos en guerras permanentes contra expediciones militares coloniales, formando pueblos denominados con la voz africana de quilombo, o mokambo. En el nordeste brasileño fueron famosos los quilombos de Palmares (1630-1695) y en ellos la figura de Zumbí trascendió a la historia como líder de esa lucha. El movimiento antirracista brasileño conmemora el 20 de noviembre, día de la muerte en combate de Zumbí, como Día de la Conciencia Negra.
Brasil se vio inmerso en la guerra de independencia de los holandeses con España; por herencias dinásticas, los Países Bajos y Flandes pasaron a la corona española. Entre 1630 y 1654, los holandeses afirmaron su dominio en Pernambuco, luego intentaron conquistar Bahía y fueron expulsados por el esfuerzo común de indígenas, africanos y portugueses. La posterior separación de España y Portugal no resucitó el Tratado de Tordesillas, superado por los hechos como demarcación de los dos imperios. En 1696, los bandeirantes, en otra de sus incursiones, encontraron los primeros filones de oro en lo que hoy es Minas Gerais. En el siglo XVIII se alcanzó la mayor productividad del metal. El impacto de las minas en la economía brasileña fue responsable de la transferencia del capital virreinal de Salvador a Río de Janeiro en 1763.
La expansión de la economía exportadora benefició a la clase dirigente local, la que manifestó el deseo de prescindir de la intermediación de Portugal en el comercio con Europa. A fines del siglo XVIII surgieron los primeros movimientos independentistas en la colonia, rápidamente aplastados por el poder metropolitano. El mayor símbolo de libertad de los brasileños, Tiradentes, fue ejecutado en 1792 por su destacada participación en la Conjuración Minera, de 1789.
La invasión napoleónica a la península ibérica, en 1808, determinó al rey de Portugal, don Juan VI, a trasladar la corte a Brasil, lo que volvió al país semi-independiente. La metrópoli dejó de ser un intermediario, y Brasil pasó a comerciar directamente con su principal cliente: Gran Bretaña. La burguesía comercial brasileña se vio beneficiada, en detrimento del sector ligado al monopolio portugués. En 1821, la revolución de Oporto, en Portugal, intentó restablecer el viejo sistema colonial monopolista. El rey partió hacia la metrópoli, y la burguesía brasileña que no estaba dispuesta a perder el terreno ganado, declaró independiente al Brasil, con el beneplácito de Gran Bretaña. Brasil pasó a ser imperio y el príncipe regente se coronó como emperador Pedro I.
La década siguiente fue una de las más agitadas en la historia brasileña. De 1831 a 1835 una triple regencia trató en vano de poner fin a la guerra civil en las provincias y a la insubordinación del ejército. En 1834, la Constitución fue enmendada para descentralizar el gobierno –con la creación de asambleas provinciales dotadas de considerable poder local– y para elegir un regente por un período de cuatro años. En 1835, el sacerdote Diego Antonio Feijóo fue electo regente y durante dos años luchó contra la desintegración (en las rebeliones gaúchas del Sur, conocidas como Guerra dos Farrapos, 1835-1845) pero fue obligado a dimitir en 1837, siendo sucedido por Pedro Araújo Lima. Impacientes con la regencia, los brasileños esperaron encontrar en un emperador el símbolo que los nucleara y en 1840 se le anticipó la mayoría de edad a Pedro de Alcántara, quien fue investido en el trono con el nombre de Pedro II.
Durante el Imperio (que duró hasta 1889), Brasil consolidó su unidad nacional y amplió las fronteras abiertas por los bandeirantes (siglos XVII y XVIII). El crecimiento territorial se dio por la incorporación de la provincia Cisplatina (en 1828 independizada como República Oriental del Uruguay), la Guerra de La Triple Alianza contra Paraguay en la que Brasil se quedó con 90 mil km2 de territorio paraguayo; y, a fines de siglo, con la anexión del Acre boliviano.
Bajo Pedro II la población creció de cuatro a 14 millones, pero la economía permaneció atada al latifundio y a la exportación de productos agrícolas tropicales, fundamentalmente café. El trabajo esclavo se abolió recién en 1888, lo que aceleró la caída del régimen monárquico, pero no modificó sustancialmente las condiciones políticas y sociales de los negros, a quienes en la práctica se les negó libertad política, al prohibirse el voto de los analfabetos.
A fines del siglo XIX, se agudizó la diferencia entre las ciudades y las zonas rurales: la clase media urbana, los militares y los productores de café pujaron por la modernización. En 1889, una conspiración de modernizadores contó con el ejército: Pedro II abdicó y se exilió en Europa. La abolición de la esclavitud, junto a la caída de la monarquía, dio inicio a cambios sociales, políticos y económicos que aceleraron la modernización, no sin traumas políticos, sociales y religiosos.
La implantación de las instituciones republicanas experimentó serias dificultades. En 1894 fue electo Prudente de Morais como primer presidente civil. En 1893 se fundó el Partido Republicano Federal (PRF), y ese año y el siguiente se dio una revuelta de la Armada. De 1893 a 1895, Brasil experimentó una revolución federalista en Rio Grande do Sul; de 1896 a 1897, los sertones del noreste asistirían a la Guerra de Canudos, donde una comunidad religiosa resistió hasta ser exterminada por tropas de la república. Este último fue por sobre todo un choque entre el Brasil sertanejo, pobre, iletrado y fanatizado y el Brasil litoraleño, letrado, en pleno desarrollo económico y aferrado a la modernización.
Hasta 1920, hubo frecuentes tumultos sectoriales, explosiones de autoritarismo sertanejo y luchas entre las oligarquías regionales. No existía la Justicia Electoral ni el voto secreto y era crónica la insatisfacción con el resultado de las elecciones (que daban pocas garantías pues, en varias ocasiones, los listados electorales incluían votantes difuntos). El período desde la proclamación de la República hasta 1930 se conoció como la República Vieja.
El café se afianzó como el mayor producto de exportación. Entre 1914 y 1918, la Primera Guerra Mundial otorgó a Brasil una pasajera euforia económica, ya que fue uno de los grandes abastecedores de bienes de consumo a las potencias en conflicto. Sin embargo, entre 1920 y 1930, el café pasó a ser un problema para la economía brasileña: la competencia internacional redujo las ventas y la crisis mundial de 1929 dejó 29 millones de sacos de café sin comercializar. En 1930 un golpe de Estado proclamó presidente e Getulio Vargas. La Revolución del 30 marcó el fin del predominio terrateniente, cuyo poderío fue corroído por la crisis que arrasó la economía del café. Vargas inauguró el modelo de sustitución de importaciones y dio prioridad a la producción industrial propia y, durante la Segunda Guerra Mundial, a la siderúrgica. Vargas gobernó dictatorialmente con el Estado Novo desde 1937 a 1945.
A fin de que Vargas no retuviera el poder, el ejército lo obligó a renunciar en 1945. El general Eurico Gaspar Dutra ganó las elecciones presidenciales ese año, y Vargas fue elegido al senado. La constitución promulgada en 1946 reaccionó contra Vargas, y trató de evitar el encumbramiento de presidentes con excesivo poder. Las tres ramas del gobierno fueron separadas, y se aseguró la independencia y la libertad del Congreso en la elección de sus miembros. La constitución estableció restricciones para prevenir una intervención federal abusiva en los asuntos internos de los estados.
En 1950 Vargas volvió como presidente constitucional: su accionar político tuvo dos constantes: el nacionalismo y la defensa reformista de los intereses de los trabajadores, trabalhismo (laborismo) que dio nombre al movimiento. En 1953 se estableció el monopolio estatal del petróleo, con la creación de la Petrobras, promulgándose varias leyes sociales. Vargas se suicidó en 1954; dejó una carta testamento en la que acusó a «fuerzas oscuras» (en alusión al imperialismo y sus aliados internos) de no permitirle gobernar de acuerdo con las aspiraciones populares y nacionales.
Mediante una política desarrollista, el gobierno de Juscelino Kubitschek (1956-1961) permitió la penetración de empresas trasnacionales, concediéndoles excepcionales privilegios. En su administración se construyó Brasilia, pretendiendo fijar el marco de una nueva etapa de desarrollo económico del país. Allí se trasladó la capital federal, en 1960, antes ubicada en Rio de Janeiro.
En 1961 asumió la presidencia el vicepresidente João Goulart (líder del Partido de los Trabajadores (PT)), heredero político de Getulio Vargas. Su ascenso fue rechazado por los altos mandos militares, pero obtuvo apoyo de un movimiento cívico-militar en defensa de la legalidad, liderado por Leonel Brizola, entonces gobernador de Rio Grande do Sul. Como salida conciliatoria a la crisis, se adoptó un régimen parlamentario con Tancredo Neves como primer ministro. En 1963, un plebiscito nacional restableció el presidencialismo. Goulart intentó medidas como la reforma agraria y la reglamentación de la transferencia de dividendos de empresas extranjeras al exterior, pero fue derrocado en 1964 por un golpe militar apoyado por EE.UU.
El nuevo gobierno promulgó el Acto Institucional Nº 1, que abolió la Constitución liberal de 1946, permitió la proscripción de mandatos parlamentarios y suspendió los derechos políticos. Las detenciones se sucedieron en todo el país e importantes líderes políticos como João Goulart, Leonel Brizola, Miguel Arraes y más tarde también Juscelino Kubitschek debieron exilarse o pasaron a la clandestinidad. La Junta Militar designó presidente al general Humberto de Alencar Castello Branco, que debía gobernar hasta el fin del período constitucional, pero su mandato se prorrogó hasta 1967. En las elecciones de algunos gobiernos estaduales, celebradas en 1965, la oposición venció en Rio de Janeiro y en Minas Gerais. En represalia, se dictó el Acto Nº 2, que estableció la elección presidencial mediante un colegio electoral, declaró disueltos los partidos políticos y creó un sistema bipartidario integrado por la Arena (Alianza Renovadora Nacional), oficialista y mayoritaria, y el MDB (Movimiento Democrático Brasileño), de oposición pero sin posibilidades de llegar al poder.
Ese año se promulgó una nueva Constitución y el general Arthur da Costa e Silva asumió la presidencia. En 1968, ante el avance electoral de la oposición popular, se dictó el Acto Nº 5, que otorgó poderes autocráticos absolutos al régimen militar. Costa e Silva fue sustituido en 1969 por una Junta Militar, que gobernó un mes, designando al general Emilio Garrastazú Médici (ex jefe del Servicio Nacional de Información (SNI)), como presidente. Su gobierno se caracterizó por la extremada represión a los movimientos de oposición legal e ilegal, y por una política económica que estimuló el consumismo de la clase media.
En 1974 asumió la presidencia el general Ernesto Geisel, quien decretó el fin del monopolio estatal en la explotación del petróleo, firmó un acuerdo nuclear con Alemania Occidental y amplió las facilidades concedidas al capital extranjero. La industria bélica colocó a Brasil en quinto lugar entre los mayores exportadores mundiales de armamento. Durante su gobierno Geisel inició la estrategia de una distensión lenta y gradual de la vida política, que permitió avances en el proceso democrático. Entre 1974 y 1978, a pesar de la censura en los medios de comunicación, el MDB conquistó éxitos electorales significativos. Al término de su mandato, Geisel entregó el poder al general João Baptista Figueiredo (ex-jefe del SNI). Figueiredo asumió en 1979 y anunció el propósito de culminar la apertura política. Al mes de su ascenso, una huelga de 180 mil metalúrgicos en San Pablo, dirigida por Luiz Inacio da Silva (Lula), finalizó sin represión, mediante un compromiso negociado entre el Ministerio de Trabajo y los sindicatos. A fines de ese año, el Congreso aprobó un proyecto de amnistía más amplio que el que pretendía el Ejecutivo; los presos políticos fueron liberados y regresaron los exiliados.
En el campo económico-financiero, los gobiernos militares aplicaron una política monetarista cuyos efectos se hicieron sentir agudamente bajo el gobierno de Figueiredo. El país se endeudó en escala alarmante y a comienzos de la década de 1980, Brasil pasó de país importador a país exportador de capital, vertido al exterior pagando intereses de una deuda externa de 100 mil millones de dólares. Según datos oficiales, en 1985, sobre una población de más de 130 millones, de la cual más del 50% vivía en la pobreza y al margen de la economía formal, existían 6 millones de desocupados y 13 millones de subempleados, sólo en las ciudades. Los técnicos del Ministerio de Trabajo sostuvieron que ni con un crecimiento del 7% anual, durante 20 años, cambiaría la situación de esa población.
Las elecciones de 1983 reflejaron el descontento social y ganó la oposición. El gobierno central triunfó en 12 estados, y la oposición ganó diez, entre ellos los más importantes económicamente como San Pablo, Rio de Janeiro y Minas Gerais que representan 59% de la población y 75% del PBI. El gobernador de Minas Gerais, Tancredo Neves, fue el gran articulador del frente de oposición al régimen. Neves fue designado presidente y José Sarney (antes presidente del partido de gobierno), vicepresidente. Neves anunció planes para un nuevo orden social denominado la Nueva República.
En vísperas de asumir el cargo, Neves debió ser hospitalizado de urgencia. Sarney asumió como presidente interino, y definitivamente asumió el poder al morir Neves, en 1985; legalizó el Partido Comunista y organizaciones de izquierda, proscriptas desde hacía más de 20 años. La democratización se afirmó: se aprobaron elecciones directas para presidente de la República y prefectos para las capitales, se convocó la Asamblea Nacional Constituyente para 1987 y se reconoció el derecho al voto de los analfabetos.
Sarney decretó la moratoria de la deuda externa en 1986 y lanzó el Plan Cruzado, que pretendió combatir la inflación. Los resultados del plan, a corto plazo, fueron positivos, provocando un auge del consumo y del crecimiento económico. Esa prosperidad momentánea coincidió con las elecciones parlamentarias de 1986, en las que el PMDB obtuvo una victoria abrumadora.
El Plan Cruzado no podía sostenerse sin combatir la desmedida especulación y sin poner coto a las presiones del sector financiero. Luego de las elecciones parlamentarias finalizó la congelación de precios y la inflación se disparó a cifras de dos dígitos mensuales. Las metas de la anunciada reforma agraria fueron reducidas.
En 1988, hacendados de la región de Acre asesinaron a Chico Mendes, líder del movimiento que agrupa a los seringueiros (extractores del caucho) y a núcleos indígenas de la Amazonia. Mendes había desarrollado una forma original de lucha (los empates) para impedir los desmatamientos y proponía la creación de «reservas extractivistas», que garantizaran vivir y trabajar en la selva sin destruirla.
En 1989 se realizaron las primeras elecciones directas para la presidencia en 29 años. Casi 80 millones de electores concurrieron a las urnas. En la primera vuelta los más votados fueron Fernando Collor de Mello (candidato conservador), y Lula, líder del PT. Collor de Mello – político joven que hizo su carrera a la sombra del régimen militar– resultó electo en la segunda vuelta con 42,75% de los votos contra 37,86% de su oponente. Collor adoptó el modelo neoliberal en la economía, privatizó las empresas estatales y redujo las barreras arancelarias a los productos extranjeros, pero fracasó en el control de la inflación y no detuvo la recesión ni el desempleo.
Además del complejo problema económico, el gobierno enfrentó una crítica situación social y el aumento notorio de la violencia. En Rio de Janeiro, más de 350 niños de la calle fueron asesinados en 1991. La comisión parlamentaria que investigó los hechos calculó más de 5 mil menores muertos de esa forma en tres años. Esa comisión denunció que la persecución de niños sin hogar –calculados en siete millones por el Centro Brasileño de Infancia y Adolescencia– fue ejercida por grupos parapoliciales financiados por comerciantes.
La acelerada destrucción de la selva tropical –para explotar su riqueza minera y maderera y para transformarla en áreas de pastoreo o para la minería– continuó devastando a los indígenas: a las epidemias, al desgaste o pérdida de sus recursos naturales, a la contaminación y deterioro de su calidad de vida, se les sumaron asesinatos y agresiones de los buscadores de metales y de la policía.
En 1991, miles de personas del Movimiento de los Sin Tierra de Brasil (MST), organizaron una marcha en el estado de Rio Grande do Sul. La protesta exigió además de asentamientos para trabajar, que se usaran los 4.700 millones de cruzeiros destinados a la reforma agraria aprobada ese año, de los que sólo se habían utilizado 800 millones. Datos de la Comisión Pastoral de la Tierra, en 1992 demostraron que 15.042 trabajadores rurales eran esclavos, el triple de lo registrado en el año anterior. Según el organismo federal de estadística, unos 4 millones de habitantes de la zona rural trabajaban en condiciones de semi esclavitud.
En 1992, una Comisión Investigadora Parlamentaria estudió la corrupción del gobierno, por el tráfico de influencias a cambio de depósitos en cuentas personales del presidente. Las manifestaciones populares contra la corrupción y la aparición de pruebas que implicaron a nuevas figuras en las maniobras, llevó a todos los partidos a votar el juicio político al presidente. El Congreso aprobó la licencia del presidente para permitir su procesamiento. La presidencia la asumió el vicepresidente Itamar Franco. En 1992, el Senado encontró culpable a Collor por «delito de responsabilidad» y lo condenó a perder su mandato y a la suspensión de sus derechos políticos hasta el 2000. Franco asumió definitivamente el cargo.
En 1993 el Ministro de Hacienda Fernando Henrique Cardoso presentó el Plan Real de estabilización de la economía, que terminó con los ajustes monetarios automáticos e implantó una nueva unidad, llamada Real, en 1994. El éxito antiinflacionario del plan convirtió a Cardoso en el candidato más popular de las elecciones presidenciales de octubre de ese año, que derrotó en la primera vuelta a Lula da Silva, del PT, poco antes favorito en las encuestas. Cardoso inició un proceso de privatización estatal, incluyendo parte de Petrobras y de las telecomunicaciones, pero la recesión económica registró un aumento del desempleo, de la conflictividad sindical urbana, de la delincuencia, además de las ocupaciones de tierras por campesinos pobres.
Ese año, el Parlamento aprobó una reforma constitucional que permitió la reelección presidencial, y el gobierno decretó la delimitación de 23 terrenos, que cubrían10% del territorio, brasileño garantizando a los pueblos indígenas el usufructo exclusivo de esas tierras. Las marchas y ocupaciones del MST fueron apoyadas por el Consejo Pontificio de Justicia y Paz del Vaticano en 1998, mediante un documento «Para una mejor distribución de la tierra: el desafío de la reforma agraria».
En 1988 Cardoso fue reelecto presidente. Un año más tarde, Itamar Franco (ex presidente), gobernador de Minas Gerais, declaró una moratoria de la deuda con el gobierno federal. El gobierno dejó en libertad la cotización del dólar (medida desmentida hasta el día anterior a su aplicación), lo que determinó una devaluación del 10% del real. El presidente del Banco Central renunció «para que los inversores recuperaran confianza», pero el real siguió cayendo y la devaluación llegó al 50% en un mes. La crisis del real afectó el consumo, la industria (necesitada de insumos importados), y las relaciones del país con sus socios del Mercosur, pero benefició la capacidad exportadora del país.
En 2000, «contraconmemorando» el quinto centenario del arribo del hombre blanco a Brasil, 2.000 indios se reunieron en el noreste de Bahía, empuñando carteles de protesta. De los cinco millones de habitantes originarios del territorio a la llegada de los portugueses, quedaban 350 mil; las mil tribus que lo habitaban al momento del contacto colonial se redujeron a 210 (50 de ellas aún no han sido contactadas).
Para disminuir la brecha agraria, el gobierno suspendió títulos de propiedad a unos 1.900 terratenientes, debido a que éstos no justificaron la procedencia de sus papeles ni su legalidad. Unos 62 millones de hectáreas de tierra (una extensión similar a América Central), fueron sancionadas por carecer del debido respaldo legal; la acumulación de tierras con documentos falsos es una práctica con siglos de antigüedad extendida en Brasil. Se estima que un tercio de los terratenientes construyeron sus latifundios en base a esta práctica ilegal. Hoy, el 90% de las tierras cultivables está en manos del 20% de la población, y el 40% de los pobres posee sólo el 1% de la tierra apta para el trabajo. Esto ubica a Brasil como uno de los países más desiguales del mundo.
En 2001, Cardoso clausuró dos agencias gubernamentales para el desarrollo, acusadas de corrupción por más de 1.000 millones de dólares. La policía federal descubrió que los proyectos impulsados por estas agencias, para desarrollar el Amazonas y las zonas más empobrecidas del nordeste, eran fachadas para robar dinero. El presidente del senado, Jader Barbalho y su esposa, se vieron involucrados en las investigaciones.
José Nilson Pereira da Silva y Juliano Filipini Sabino fueron condenados, en 2001, a 21 años de prisión por la muerte del homosexual Edison Neris da Silva, asesinado a golpes en 2000 por un grupo de cabezas rapadas (skinheads) en la ciudad de Sao Paulo. El juicio y la condena se consideraron hechos históricos por grupos de derechos humanos y de gays, ya que por primera vez en Brasil se condenó un crimen de discriminación sexual. El Grupo Gay de Bahía denunció que entre 1999 y 2000 murieron 299 homosexuales; el 30% de las víctimas eran travestis, un 3% lesbianas. Dos tercios de los homicidios fueron cometidos en el nordeste del país.
Ese mismo año, el gobierno mediante un programa contra el VIH/SIDA, contrató a la compañía Sexxy Videos (productora de filmes pornográficos), para exhibir películas en la que los actores utilizaran condones. Además, un mensaje especial de prevención del SIDA al inicio de las películas se convirtió en una medida obligatoria para todos los filmes de adultos producidos en el país. El programa incluye prácticas en las escuelas enseñándoles a los adolescentes a poner un condón en un modelo de arcilla. Según la organización Médicos Sin Fronteras (MSF), Brasil redujo las muertes por la enfermedad más del 60%. El programa de VIH y SIDA del país es reconocido mundialmente por su éxito.
El acceso gratuito al cóctel de medicamentos para tratar el VIH/SIDA es la principal bandera del programa. Una ley de 1996, establece que, si las firmas extranjeras no producen localmente los medicamentos, a los tres años pierden su patente en Brasil. La ley estipula que en situaciones de «interés público», la industria local puede violar las patentes. Hoy, el país produce ocho de las 12 drogas del cóctel que reciben los pacientes gratuitamente en clínicas estatales. Opositores a este programa manifestaban que podría haber renuencia a tomar los medicamentos, pues las personas más pobres (analfabetas) no podían seguir los complicados regímenes del cóctel. El gobierno solucionó el problema con etiquetas con soles, lunas y dibujos de las comidas en cada frasco de pastillas.
En 2002, bajo el título «Hacia una mundialización del Foro Social Mundial», se realizó en Porto Alegre el segundo encuentro del FSM, institucionalizando esta asamblea global, inaugurada un año atrás en esa misma ciudad. Al FSM (concomitante con el Foro Económico Mundial en Nueva York), asistieron 5.000 organizaciones a efectos de: analizar, compartir ideas, debatir y delinear alternativas en la lucha anti-globalización.
Ese año, en su cuarto intento por acceder a la presidencia, Lula da Silva triunfó sobre José Serra (candidato oficialista), y la izquierda brasileña llegó al gobierno. La victoria (conseguida por abrumadora mayoría en la segunda vuelta electoral), se benefició por la alianza del PT con sectores conservadores de centro y derecha, en un intento de disminuir el miedo de los mercados.
El gobierno del PT se comprometió a cumplir los cronogramas de pagos con los organismos multilaterales de crédito. Más allá de numerosos condicionamientos económicos y políticos, Lula llegó al gobierno apoyado por 53 millones de votos y prometió profundizar la independencia económica de Brasil, así como apoyar estrategias comunes en el Mercosur y aplicar una gradual política de redistribución económica que reparara las enormes desigualdades imperantes desde hace décadas en el país.
En mayo de 2003, Brasil obtuvo el premio de salud global Gates 2003, por su programa nacional de lucha contra el VIH/SIDA. El programa fue considerado modelo para combatir el flagelo, pues combinaba el libre acceso a tratamientos anti-retrovirales con campañas publicitarias agresivas de prevención contra el SIDA.
En octubre, Asma Jahangir, experta en ejecuciones extrajudiciales de la ONU, condenó la situación de los derechos humanos en el país. Jahangir había visitado Brasil para investigar acusaciones de tortura y asesinatos supuestamente cometidos por la policía brasileña. Jahangir aclaró que, a pesar de los esfuerzos del gobierno para evitar la impunidad y reducir la violencia, era imprescindible introducir cambios que garantizaran mayor respeto de los derechos humanos en el país.
Un ciclón azotó en marzo la costa sur brasileña. Según fuentes del gobierno, durante la fuerte e inusual tormenta, al menos dos personas murieron y varias desaparecieron; las playas fueron evacuadas, más de 500 casas fueron destruidas, un número mayor de edificaciones resultó dañado y el suministro de energía quedó interrumpido en grandes áreas del país. El ciclón extratropical se formó en el océano Atlántico, a unos 440 Km. del litoral de Brasil, y afectó principalmente los municipios costeros de los estados de Santa Catarina y Rio Grande do Sul. El Centro Nacional de Huracanes de EE.UU. dijo que, por primera vez en la historia, un fenómeno meteorológico de esas características se había formado en el océano Atlántico Sur, a la altura de la costa brasileña.
Según un sondeo de opinión, publicado el mismo mes, la popularidad del presidente había descendido, del 39,9% en febrero, al 34,6% en marzo. Otra encuesta indicó que la aprobación al gobierno había caído del 66% en diciembre al 54% hasta la fecha. El gobierno fue fuertemente criticado por la oposición y por aliados políticos (incluidos sectores del propio PT), debido al rumbo conservador en el aspecto económico y la falta de resultados en las políticas sociales. A eso se sumó el escándalo de corrupción en el que se vio involucrado el jefe del gabinete, José Dirceu, quien había sido grabado en un video mientras pedía dinero para él mismo y para financiar campañas del PT en 2002.
En agosto de 2004, Brasil, por medio de la petrolera estatal Petrobras, firmó un acuerdo con Ecuador para construir infraestructura de perforación en una de las más importantes reservas ecológicas del Amazonas, el Parque Nacional Yasuní de aquel país. El Yasuní fue declarado reserva de la biosfera por UNESCO, cubre 982 hectáreas de selva y es refugio de 90 especies de anfibios y más de 500 de aves.
Una delegación del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) visitó, en octubre, una nueva instalación nuclear con capacidad de enriquecer uranio, la planta Resende, ubicada en el estado de Rio de Janeiro. Los expertos de OIEA verificarían que la técnica de enriquecimiento de uranio utilizada no fuera desviada con fines militares. El gobierno insistió en que su programa nuclear perseguía fines energéticos, y aclaró que sólo permitiría una inspección visual limitada a las centrifugadoras de la planta a fin de proteger sus secretos tecnológicos.
En diciembre de 2005, Brasil saldó todas sus obligaciones con el FMI, luego de que decidiese adelantar un pago de 15.500 millones de dólares a la institución financiera. El desembolsó se financió con recursos de las reservas internacionales, que rondaban los 67 mil millones de dólares, provenientes del Banco Central de Brasil.
Brasil abrió formalmente, el 5 de mayo de 2006, la centrifugadora Resende. Con ello, el país pasó a integrar la elite de países que producen y dominan la tecnología de combustible nuclear. Brasil cuenta con la sexta mayor reserva de uranio a nivel mundial, y está previsto que,para 2016, sea autosuficiente en este sentido.
El mismo mes, en São Paulo, el traslado de más de 700 presos, miembros del grupo criminal Primer Comando de la Capital (PCC), a una prisión de alta seguridad, desató una escalada de violencia que causó pánico y caos y dejó casi totalmente paralizada la ciudad. Entre la tarde del 12 de mayo y la noche del 15, se produjeron centenares de ataques a blancos policiales y civiles, así como motines en 36 cárceles. Los desmanes dejaron al menos 115 muertos, en su mayoría agentes del orden y presuntos miembros de la PCC, y poco más de 50 heridos.
Lula fue reelecto en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de octubre, venciendo, con 61% de los votos, al candidato de la oposición Geraldo Alckmin. En su primer discurso, pronunciado minutos después de conocer los resultados oficiales, Lula señaló que «estamos cansados de ser una potencia emergente. Queremos crecer. Las bases están puestas y ahora tenemos que trabajar».
En julio de 2007, el gobierno anunció que pondría a disposición cientos de millones de dólares para financiar distintos programas de energía nuclear en el país. Esto incluiría la construcción de un tercer reactor nuclear, además de un submarino nuclear, y las investigaciones y proyectos necesarios para el enriquecimiento de uranio. Brasil contaba con la sexta mayor reserva de uranio a nivel mundial, y se preveía que, para 2016, fuera nuclearmente autosuficiente.