El primer estado que se sabe emergió en el territorio de la actual República Democrática del Congo fue el Reino Luba–región Katanga (Shaba)– creado por un guerrero llamado Kongolo, que sometió a los jefes del área y estableció un estado altamente centralizado. Hacia el noroeste se encontraba Kuba, una federación de numerosos cacicazgos que alcanzó su cenit en el siglo XVIII. Las exploraciones del doctor David Livingstone (entre1840 y 1870) dieron a Europa las primeras noticias de esta región. Livingstone se vinculó con Henry Stanley, periodista y aventurero, en Ujiji, en 1871. En 1876, el Rey Leopoldo II de Bélgica fundó la Asociación Internacional para la Exploración y Civilización del Congo, organización privada que financió las expediciones de Stanley. Éste consiguió firmar más de 400 acuerdos de comercio y/o protectorado con líderes locales a lo largo del río Congo. Estos tratados, y los puestos comerciales belgas establecidos en la boca del río, trazaron un sistema de explotación económica del Congo. La conferencia de Berlín (1884-1885) decidió que «el Estado Libre del Congo» era propiedad personal del Rey de Bélgica. Leopoldo frenó así la expansión colonialista británica, y amasó una fortuna utilizando el trabajo esclavo de los nativos en la explotación de goma y marfil. Se estima que 10 millones de congoleños murieron por trabajos forzados, hambre y exterminación sistemática en el reinado de Leopoldo II.

Las formas extremas de explotación no se modificaron sustancialmente cuando el estatuto del territorio fue cambiado, en 1908, por el de colonia belga. La fuerza militar fue constantemente empleada para someter la resistencia anticolonial y proteger la próspera minería de cobre y otros metales en Katanga.

Sólo en 1957 algunas medidas liberalizadoras permitieron el surgimiento de partidos políticos africanos. Se creó un sinnúmero de movimientos de base tribal que trataron de capitalizar el descontento. El Movimiento Nacional Congolés, dirigido por Patrice Lumumba, planteó los problemas generales de la colonia, contrarrestando las tendencias secesionistas y levantando banderas independentistas.

En 1959, la represión policial a un mitin político pacífico desencadenó sangrientos episodios de enfrentamiento interracial. El Rey belga Balduino intentó calmar los ánimos prometiendo una próxima independencia. Los colonos blancos respondieron con nuevas olas de terror. Finalmente la independencia fue proclamada en 1960, con Joseph Kasavubu como presidente y Lumumba como primer ministro. A los pocos días Moisés Tshombe, entonces primer ministro de Katanga, inició un movimiento secesionista.

Bélgica envió paracaidistas y las Naciones Unidas intervinieron con una «fuerza de paz». Kasavubu orquestó un golpe de Estado, entregó a Lumumba a los mercenarios belgas que defendían a los katangueses y el líder de la causa independentista fue asesinado. La guerra civil continuó hasta 1963. No hubo secesión, pero Tshombe, defensor de los intereses neocolonialistas, fue nombrado primer ministro y, con ayuda de mercenarios, paracaidistas belgas y logística estadounidense derrotó a las fuerzas revolucionarias. En 1965 Kasavubu lo obligó a renunciar, y éste a su vez fue derrocado poco después por el comandante del Ejército, Joseph Desiré Mobutu, considerado el hombre adecuado para imponer el orden por las trasnacionales que operaban en el país.

Proclamando una doctrina de «autenticidad africana», Mobutu cambió el nombre del país por el de Zaire y el suyo por el de Mobutu Sese Seko. La nacionalización del cobre decretada en 1975 favoreció a la burguesía nacional y a la burocracia estatal.

Aunque estas medidas suscitaron algunos roces con la diplomacia norteamericana, en el marco de la Guerra Fría Mobutu se prestó a ser un aliado de Washington en la región.

Así, Zaire alojó y apoyó al llamado Frente Nacional de Liberación de Angola (FNLA) para combatir al MPLA de Agostinho Neto. Mobutu estimuló, además, a grupos secesionistas en la provincia petrolera angoleña de Cabinda. Tropas zairenses pelearon contra los angoleños, en alianza implícita con las fuerzas sudafricanas.

Mientras tanto, en Zaire prosiguió la lucha guerrillera en el interior. Las grandes ofensivas desencadenadas en 1978 y 1979 por el Frente de Liberación Congolés pudieron ser contenidas por la intervención de paracaidistas franceses y belgas, y tropas marroquíes y egipcias, apoyadas logísticamente por los Estados Unidos.

Gracias a las presiones internacionales, a fines de 1977 se organizaron elecciones parlamentarias y se dio algún poder al nuevo cuerpo legislativo. Ello distrajo la atención internacional de la represión contra estudiantes e intelectuales en las ciudades, el establecimiento de campos de concentración para los opositores y el trato brutal a los refugiados que volvieron acogiéndose a la «amnistía» decretada en 1979.

Zaire era entonces el mayor exportador mundial de cobalto, el cuarto productor de diamantes y uno de los diez mayores productores de uranio, cobre, manganeso y estaño. Proveía la mayor parte del cobalto utilizado por la industria aeronáutica y espacial de Estados Unidos. Pero la corrupción imperante en la administración llevó a la economía a una situación grave, con altos índices de desempleo.

En los años 1980-1981, las grandes potencias occidentales decidieron intervenir para garantizar el control de los importantes yacimientos minerales estratégicos del país. El FMI acudió en ayuda de Zaire, que renegoció la deuda externa, e impuso drásticas medidas para forzar un mínimo de moralización interna. La economía quedó de hecho bajo el control directo del FMI, cuyos técnicos instalados en Kinshasa comenzaron a supervisar personalmente toda la contabilidad del país.

En abril de 1981, el entonces primer ministro Nguza Karl i Bond abandonó el cargo y pidió asilo en Bélgica, denunciando las arbitrariedades del presidente Mobutu, al tiempo que se presentaba frente a europeos y norteamericanos como una «alternativa decente» ante la corrupción imperante en Zaire.

En las elecciones de julio de 1984, Mobutu obtuvo 99,16% de los sufragios. En febrero de 1985, Zaire firmó un pacto de seguridad con Angola destinado a mejorar sus deterioradas relaciones.

El gobierno de Angola denunció que 15 millones de dólares de ayuda encubierta para el FNLA fueron canalizados por la Administración Reagan a través del régimen zairense, siendo el país centroafricano un verdadero depósito de armas para el Frente.

Para anticiparse a un proceso que consideraba inminente, Mobutu decretó, en abril de 1990, el fin del sistema de partido único, instauró el pluralismo sindical y prometió realizar elecciones libres en el plazo de un año. Comenzó un rápido proceso de organización política. Cientos de asociaciones de todo tipo y agrupaciones políticas exigieron su legalización. La reacción popular asustó a las autoridades, y el 3 de mayo Mobutu declaró que ningún partido había sido legalizado aún y que sería necesario modificar la Constitución antes de realizar las elecciones, porque el jefe de Estado deseaba «preservar su autoridad sin exponerse a críticas».

Los estudiantes universitarios de Lubumbashi, Provincia de Shaba, en medio de una intensa movilización nacional, comenzaron a exigir la renuncia de Mobutu, que envió la guardia de élite presidencial para reprimir las protestas.

Efectivos tomaron por asalto el campus universitario en la madrugada del 11 de mayo. Más de 100 estudiantes fueron asesinados; al día siguiente, los sobrevivientes huyeron hacia otras provincias y hacia Zambia, desde donde denunciaron la masacre.

El presidente Mobutu logró silenciar parcialmente los ecos de la matanza, pero la Comunidad Europea reaccionó exigiendo una investigación internacional y Bélgica cortó su ayuda económica. El plan de apertura perdía viabilidad, al menos temporalmente.

La matanza de la universidad de Lubumbashi generó una ola de repudio con huelgas, como la de Gecamina, la más importante empresa minera del país, de propiedad estatal.

En octubre de 1990, cediendo a las presiones internas y externas, Mobutu decidió llevar a cabo una nueva «apertura» política y autorizó la pluralidad de partidos sin exclusiones. La mayor parte de la oposición (congregada en la Unión Sagrada, un frente compuesto por los partidos más grandes) exigió, en diciembre, la renuncia de Mobutu y la convocatoria de una conferencia nacional para decidir el futuro político de Zaire sin intervención presidencial.

Mobutu enfrentó, en setiembre de 1991, una nueva e importante sublevación popular en diversos puntos del país, desencadenada tras un aumento general de precios y el fracaso de una conferencia convocada en agosto para introducir reformas democráticas. La sublevación, que causó decenas de muertes, motivó la intervención de Francia y Bélgica, que enviaron varios cientos de soldados para retirar a sus ciudadanos residentes en el país.

En noviembre de 1991, la Unión Sagrada constituyó un «gobierno paralelo» y llamó a las Fuerzas Armadas a derrocar el régimen de Mobutu. Ese mismo mes, el presidente designaba a Nguza Karl i Bond como nuevo primer ministro (el quinto de 1991). Nguza, ex dirigente opositor que ya había sido jefe de gobierno de Mobutu diez años atrás, asumió su puesto en un contexto de agravamiento de la crisis económica y acentuación de las presiones internacionales, en particular de Estados Unidos.

A comienzos de 1992 se puso en marcha la Conferencia Nacional, por la que venía bregando la oposición con el fin de realizar reformas a la Constitución y hacer efectiva la transición a la democracia.

En febrero del mismo año el premier Karl i Bond suspendió la Conferencia lo que motivó el levantamiento de una parte del ejército que tomó la radio estatal y exigió la renuncia del presidente Mobutu. Pocas horas después los rebeldes fueron vencidos y el ejército reprimió a miles de manifestantes, dejando como saldo decenas de muertos y heridos. La Comunidad Europea suspendió toda la ayuda financiera a Zaire hasta que no fuera reinstalada la Conferencia Nacional.

En marzo de 1992, Mobutu, luego de reunirse con el presidente de la Conferencia Nacional, arzobispo Monsegwo Pasinya, anunció su reapertura inmediata La Conferencia Nacional nombró nuevo premier a Etienne Tshisekedi, líder de la Unión Sagrada, en reemplazo de Nguza Karl-i-Bond.

Durante 1992 se reavivaron los conflictos interétnicos. En la región de Shaba, al sudoeste del país, se produjo un estallido de violencia, tras la sustitución de Nguza Karl i Bond, cuando miembros del grupo lunda, al que pertenecía éste, atacaron a personas de la comunidad luba, de la que formaba parte Tshisekedi. Murieron unas 2.000 personas. Millares de lubas dejaron la región de Shaba por la destrucción de sus hogares.

Los doce bancos comerciales que operaban en Zaire cerraron indefinidamente ese año por falta de efectivo. La inflación alcanzaba 16.500%. De acuerdo con un informe del Comité de Crisis de Población con sede en Washington, Zaire se encontraba entre los diez países más pobres del mundo.

En diciembre el primer ministro, a raíz de la inflación galopante, puso en circulación una nueva moneda. Sin embargo, Mobutu ordenó el pago de los salarios atrasados a los militares con los antiguos billetes, lo que produjo a comienzos de 1993 verdaderas batallas entre los soldados embaucados y la guardia personal del presidente. La capital fue víctima de saqueos, incendios y asaltos. En Kinshasa los enfrentamientos causaron 1.000 muertos.

El 24 de febrero tropas de Mobutu asaltaron el edificio del Alto Consejo de la República, órgano constituido por la Conferencia Nacional, exigiendo a los legisladores que aprobaran los billetes repuestos por Mobutu.

Ante el agravamiento de la situación, EEUU, Bélgica y Francia exigieron por carta que Mobutu compartiera el poder con el gobierno provisional de Tshisekedi. La respuesta de Mobutu fue la destitución del primer ministro Tshisekedi.

El Departamento de Estado de Estados Unidos sugirió a Bélgica y Francia el bloqueo de los bienes de Mobutu–calculados en más de 4 mil millones de dólares–como una fuerte medida en su contra, que no perjudicaría ni la economía del país ni los negocios europeos y norteamericanos.

El genocidio en Rwanda y la llegada masiva de refugiados de ese país –entre los cuales se encontraban miles de soldados responsables de las matanzas– crearon un foco de tensión en el este de Zaire.

La llegada al poder en Rwanda de la guerrilla del FPR llevó a varios países occidentales a disminuir la presión sobre Mobutu, nuevamente considerado como un aliado potencial, tras la victoria de los «tutsis angloparlantes» en el país vecino. Esto reforzó el poder del presidente y facilitó el nombramiento de Léon Kengo Wa Dondo como primer ministro.

La tensión aumentó en 1996, después de que milicianos rwandeses y zaireños iniciaron una «purificación étnica» en la región este de Masisi, expulsando y matando a los banyamulenge, tutsis que vivían desde generaciones en esta zona de Zaire.

A fin de ese año, el conflicto entre grupos armados tutsis y los restos del ejército rwandés (de mayoría hutu) adquirió magnitud de guerra civil. El enfrentamiento se amplió con la participación de las fuerzas gubernamentales, dispuestas a frenar el avance de los rebeldes tutsis, que tomaron varias ciudades de la parte oriental del país. Mobutu pasó a estar seriamente amenazado cuando diversas fuerzas opositoras se unificaron en una alianza dirigida por el veterano líder guerrillero Laurent Kabila.

En los primeros meses de 1997, las fuerzas opositoras conquistaron con facilidad la casi totalidad del país y una serie de estados –Sudáfrica, Estados Unidos, Francia y Bélgica entre ellos– intentaron mediar para buscar una solución. Nelson Mandela logró un encuentro entre Mobutu y Kabila, que fracasó pues Kabila exigió que Mobutu abandonara el poder.

El parlamento destituyó en marzo al primer ministro Kengo Wa Dondo; volvió al cargo, por tercera vez, Tshisekedi, con la aprobación de Mobutu. Tshisekedi ofreció a Kabila seis cargos en el gabinete, incluyendo defensa y cancillería, pero éste los rechazó y Tshisekedi fue destituido. Presagiando el desenlace final, las poderosas compañías mineras extranjeras comenzaron a negociar con Kabila para proteger sus intereses en Zaire.

El 16 de mayo, Mobutu huyó a Marruecos y al día siguiente las tropas opositoras entraron en Kinshasa. Kabila se autoproclamó presidente. Mobutu murió en Rabat el 7 de setiembre. El nuevo hombre fuerte asumió ese mes como presidente, con plenos poderes militares, legislativos y administrativos. El nuevo gobierno cambió el nombre de Zaire por el de República Democrática del Congo y anunció una serie de medidas de recuperación económica.

Un estudio de Médicos Sin Fronteras (MSF) puso en evidencia, a fines de 1997, las masacres cometidas por las fuerzas de Kabila y las tropas rwandesas que lo apoyaron en el derrocamiento de Mobutu. Acusando a Kabila de regresar al tribalismo y liderados por el intelectual Ernest Wamba dia Wamba, los miembros del grupo político Unión Congolesa por la Democracia (RCD, ex miembros del AFPDL fundado por el propio Kabila), se constituyeron en grupo armado que, compuesto por tutsis refugiados, soldados congoleños desmovilizados y apoyado con armas y oficiales por los gobiernos de Rwanda y Uganda, tomaron la mitad del país. Kabila inició la resistencia con el eslogan «amenaza a la civilización bantú».

El conflicto se internacionalizó rápidamente y, para responder al ataque, Kabila y los presidentes de Angola, Zimbabwe y Namibia anunciaron en abril de 1999 la formación de una alianza responder ante ataques a sus miembros. Mientras Angola, Zimbabwe y Namibia proveían de tropas y ayuda material al ejército de Kabila, Uganda y Rwanda incrementaron su apoyo a los rebeldes.

Dos años después de iniciada la guerra civil que llevara a Kabila al poder, provincias enteras se encontraban bajo el control de Uganda y Rwanda. El parlamento congolés fue disuelto en 2000, y el presidente nombró en su lugar una asamblea de gobierno de 300 miembros.

Mientras discutía en el palacio presidencial la cumbre franco-africana, Kabila fue asesinado por dos disparos de uno de sus guardaespaldas en enero de 2001. Asumió su hijo, Joseph. Los países aliados decidieron continuar apoyando al gobierno y su nuevo líder.

En julio de 2002 Joseph Kabila y Paul Kagame, presidente de Rwanda, firmaron un tratado de paz para poner fin a los cuatro años de guerra civil en territorio congolés. El conflicto, denominado la «Guerra Mundial de África», involucró a los ejércitos de seis naciones, dividió el Congo en regiones controladas por fuerzas rebeldes y por el gobierno, y provocó la muerte de casi 3 millones de personas. Kabila prometió desarmar y repatriar a cerca de 12.000 combatientes de la milicia rwandesa de etnia hutu a cambio de que Rwanda retirara sus 30.000 soldados del este congolés.

En diciembre, el gobierno de Kabila, los principales grupos guerrilleros –la Asamblea Congoleña por la Democracia, apoyada por Rwanda y el Movimiento para la Liberación del Congo, apoyado por Uganda– y partidos opositores firmaron el acuerdo de paz que establecía la formación de un parlamento bicameral y la división de los cargos ministeriales entre el gobierno, los grupos guerrilleros y los partidos de oposición.

Se instauró el gobierno de transición, en julio de 2003, con el compromiso de conducir al país a sus primeras elecciones en 40 años.

Kabila neutralizó un intento de golpe de Estado liderado por un mayor de la Guardia Presidencial en junio de 2004. En diciembre, hubo combates al este del país entre el ejército y soldados de un antiguo grupo rebelde pro-Rwanda.

En mayo de 2005 se reunió el parlamento para adoptar una constitución que sustituiría las leyes de transición. En el referéndum de diciembre la constitución fue respaldada por un 84,31% de los votantes. Esto allanó el camino para las elecciones en 2006.

Una nueva bandera nacional fue adoptada, en febrero de 2006, cuando la constitución entró en vigencia.

Finalmente, en julio se celebraron las primeras elecciones libres en más de cuarenta años de vida independiente del país. Kabila obtuvo el 45% de los votos, y el triunfo en las provincias del oeste del país; el antiguo líder rebelde Jean-Pierre Bemba recibió el respaldo del 20%, ganando claramente en las provincias del este, donde predomina la lengua swahili; el veterano vice primer ministro del primer gobierno independiente, Antoine Gizenga, alcanzó el 13% y otros candidatos sumaron el 9%.

Al no alcanzar Kabila la mayoría absoluta en primera ronda se debió esperar hasta octubre para conocer el nuevo gobierno. Bemba denunció fraude y, ante el aumento de la tensión, unos 400 efectivos de la ONU fueron desplegados en la capital para evitar un estallido de violencia generalizada.

La presidenta de Suiza, Michelin Calmy-Rey, aseguró durante una visita a Congo en julio de 2007, que el dinero guardado en cuentas suizas del ex-dictador Mobutu –en principio algo más de 6,6 millones de dólares, aunque se esperan encontrar miles de millones– serían devueltos al pueblo congoleño.