Los ancestros de los actuales sami o lapones vivían en tribus nómades, dentro del actual territorio finés, 7.500 años antes de nuestra era. Investigaciones arqueológicas identificaron dos edades de piedra, anteriores a su desplazamiento hacia el extremo norte, 4.000 años a.C. (tras la llegada de pueblos fino-úgricos de la zona de los Urales), donde los sami se dedicaron a la agricultura y la cría de animales.

La inmigración fino-úgrica se dividió en dos grupos: los antepasados de los tavastlanders, que entraron por el Golfo de Finlandia, y los karelios, llegados desde el sudeste. Durante el mismo período, pueblos escandinavos (en su mayoría, suecos) ocuparon la costa occidental, los archipiélagos y la isla de Ahvenanmaa. Éstos predominaron, como etnia, en la posterior evolución de la población finlandesa.

Durante el primer milenio a.C., grupos de fineses emigrados de la regiones rusas del Volga se asentaron y encabezaron enfrentamientos contra los tavastlanders y los karelios, quienes, a su vez, se disputaban tierras entre sí.

En la era vikinga (entre los siglos VIII y XI) los fineses no participaron de las expediciones y se concentraron en el norte, donde vendieron pieles en las rutas comerciales de acceso a Rusia. Hacia el final de este período, por el territorio finés pasaba mercadería de germanos y rusos.

Los imperios de Suecia y de Rusia compitieron por el dominio de Finlandia desde el siglo XII hasta sus respectivas desapariciones. En 1172, el papado aconsejó a los suecos mantener el control sobre Finlandia para evitar que sus habitantes fueran convertidos al cristianismo ortodoxo ruso. La reforma protestante, a la que se plegó la Iglesia sueca en el siglo XVI, desencadenó una importante revuelta de campesinos, descontentos con las condiciones de vida y la política exterior, impuestas por Suecia (Guerra del Club 1596-97). La traducción del Nuevo Testamento en 1548 fue la primera obra impresa en finés.

Entre 1634 y 1721, el territorio completo de Finlandia permaneció incorporado al Reino de Suecia. Este período de estabilidad política y de expansión de las prácticas religiosas protestantes dio lugar a una progresiva cohesión entre los fineses.

El Reino de Suecia comenzó a debilitarse, tras la Guerra del Norte (1721). Alejandro I de Rusia logró ocupar el territorio finés en 1808 y, en 1809, lo anexó, como gran ducado del Imperio Ruso. Le otorgó cierta autonomía, tolerando las actividades de las cuatro cámaras legislativas de la Dieta, del ejército y del aparato judicial locales.

Convertidos en súbditos del Imperio Ruso, los fineses comenzaron a desarrollar una militancia nacionalista. Defendieron su identidad religiosa tomando parte, de manera masiva, de las actividades de la Iglesia Luterana. Asimismo, compilaron, en finés, leyendas paganas medievales y relatos míticos de las primeras tribus fino-úgricas, así como episodios históricos heroicos, en el Kalevala, libro de la épica nacional.

Hasta mediados del siglo XIX, el sueco, que sólo hablaba una minoría, era la única lengua permitida en escuelas y universidades y no existían casi publicaciones en finés. En ese período, la reivindicación del finés como lengua de la mayoría popular adquirió, además de un significado nacional y cultural, una dimensión social. El clímax de este enfrentamiento se vivió cuando las autoridades prohibieron, en 1850, la impresión de cualquier obra en finés, excepto sobre temas religiosos o contables.

El Imperio Ruso permitió la apertura de la primera escuela de gramática finesa en 1858 y prometió oficializar la lengua 25 años más tarde. Pero, ante la unificación de Alemania (1861-70), el Zar Nicolás II reforzó su presencia militar y civil en Finlandia y restringió la relativa autonomía que habían otorgado sus predecesores.

La principal fuerza de oposición vino del Partido Laborista, fundado en 1899, que, cuatro años más tarde, tras adherir a los lineamientos de la II Internacional Socialista (1889), se llamó Partido Social Demócrata (PSD). Éste último formó un frente único, junto a los constitucionalistas, expulsados de la Dieta.

La debilidad de Rusia, derrotada por Japón, posibilitó llevar a cabo en 1905 una completa reforma de los sistemas parlamentario y electoral. En 1906, el primero pasó a ser unicameral y el segundo dispuso el sufragio universal e igualitario, para hombres y mujeres. El Parlamento fue disuelto varias veces por el emperador ruso hasta su clausura definitiva en 1910.

Durante la Primera Guerra Mundial (1914-18), Alemania otorgó apoyo financiero y entrenamiento militar al Movimiento de Liberación Finlandés.

Luego del triunfo de la Revolución Bolchevique en Rusia, Finlandia declaró su independencia en diciembre de 1917. En enero de 1918, el PDS, con apoyo de tropas soviéticas, tomó Helsinki y los mayores centros industriales. El gobierno contraatacó con tropas zaristas y alemanas, al mando del general Mannerheim. En mayo la guerra civil llegó a su término, con un saldo de 30 mil muertos. Los socialistas que no pudieron escapar a la URSS fueron confinados a campos de reclusión.

Tras la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial, el general Mannerheim fue designado regente, con la condición de instrumentar, en breve, un sistema republicano.

En las elecciones de 1919, con el fin de asegurarse la derrota de Mannerheim, el PDS avaló a Kaarlo Juho Ståhlberg, candidato presidencial del Partido Progresista Nacionalista (centro), quien resultó electo.

El mismo año se aprobó una Constitución que consagró, a la vez, un régimen parlamentarista y una presidencia fuerte. El cargo de jefe de gobierno fue otorgado al primer ministro y el de jefe de Estado, al presidente. Se nombró al finlandés y al sueco, como lenguas nacionales. Más tarde, grupos nacionalistas reivindicaron la supremacía del finlandés, generando una controversia que dio lugar a la creación del Partido Popular Sueco.

La Constitución ratificó las bases (establecidas en 1868 y vigentes hasta hoy), de la relación entre la Iglesia luterana y el Estado finés, por las que éste último se comprometió a financiar los gastos de la Iglesia, al tiempo que se reservó el derecho de designar a los obispos.

Sucesivas alianzas entre socialdemócratas y centristas han integrado el gobierno casi sin interrupciones desde la independencia. Entre 1920 y 1930 estas dos fuerzas impulsaron programas de modernización de la producción rural y de la industria maderera, así como una legislación ampliatoria de los derechos de los trabajadores. El sector primario ocupó a 70% de la población activa hasta la década de 1960. A principios del siglo XX se fundó el Partido Agrario, que luego se llamó El Centro de Finlandia.

En 1926, el ala marxista del PSD se escindió y fundó el Partido Comunista (PCF). En reacción a su posterior crecimiento se conformó el movimiento ultraderechista Lappo, que consiguió la adhesión de grupos conservadores y de algunos sectores del Partido Agrario para proscribir al FCP en 1930. En 1931, el Lappo comenzó a atacar a los socialdemócratas y, al año siguiente, realizó un intento de golpe de Estado, que fue sofocado por el gobierno.

En 1939, tras la invasión alemana a Polonia, la URSS tomó por la fuerza la provincia de Karelia, una base naval en la península de Hanko y otras islas del Golfo de Finlandia. En 1940, tras un año de combate, Finlandia se vio forzada a cederlas formalmente, por la firma del Tratado de Moscú.

Al comenzar la Segunda Guerra Mundial (1939-45), Finlandia se declaró neutral, pero, con el fin de recuperar los territorios resignados a Moscú, cooperó con Alemania. La contraofensiva soviética de 1944 –y la nueva ocupación de Karelia– provocó la renuncia del presidente Ryti. Lo sucedió el general Mannerheim. En 1944, Mannerheim firmó un armisticio con Moscú, reconociendo el tratado de 1940, y organizó la lucha contra Alemania.

Luego de la guerra, Finlandia fue desarmada y obligada reparar económicamente a la URSS durante seis años. El país desarrolló la industria pesada y abrió mercados a ambos lados del muro de Berlín. Tras su ingreso a la ONU en 1955, durante la Guerra Fría (1950-91), Finlandia fue el único miembro del Consejo Nórdico en mantener relaciones con la CEE y el CAME (socialista).

La desintegración de la URSS (en1991), que compraba más del 25% de las exportaciones, estancó la economía. La desocupación alcanzó el 20%. Esko Aho, primer ministro centrista, impulsó un duro plan de ajuste que afectó los planes de seguridad social.

Finlandia ingresó a la UE en 1995. El impacto interno fue suavizado por subsidios especiales para el sector granjero. El euro fue adoptado en 1999. El país manifestó, sistemáticamente, críticas a las acciones de la OTAN.

En las elecciones de enero de 1999 la socialdemócrata Tarja Halonen se transformó en la primera mujer en alcanzar la jefatura de Estado, si bien sus funciones serían sólo representativas, dado que la última reforma de la Constitución de 2000, implantó el sistema parlamentarista.

Por apenas 6.600 votos de diferencia, en marzo de 2003 Anneli Jaatteenmaki, del Partido El Centro (PEC), fue elegida primera ministro. Fue necesario formar una coalición de gobierno con el PSD y el Partido Popular Sueco. Dos meses después, Jaateenmaki renunció, alegando que habían amenazado su vida.

La sucedió, en junio, Matti Van Hannen (también del PEC), quien manifestó sus reservas respecto a la política de defensa de la UE. También declaró su oposición a la construcción de un quinto reactor nuclear y su preocupación ante el desempleo y las crecientes tensiones raciales, tras el ingreso de inmigrantes africanos y europeos del sudeste.

En marzo de 2004, la ex primera ministro Jaatteenmaki enfrentó cargos por la obtención ilegal de documentos relativos a la guerra en Irak mientras fuera líder de la oposición al gobierno. Jaatteenmaki fue declarada inocente por una corte, en base a insuficiencia de evidencia.

Luego de seis semanas de huelga y siete meses de disputas, empresarios y empleados de la industria papelera firmaron, a fines de junio de 2005, un nuevo acuerdo laboral. El desacuerdo involucró a las principales industrias madereras del país –como Stora Enso y PM-Kymmene– y llegó a amenazar el normal suministro de papel a Europa.

Tarja Halonen fue reelecta presidenta, para un segundo período, en enero de 2006. Durante la campaña, Halonen se presentó como «la presidenta para toda la gente», y prometió un programa que preservaría la igualdad y bienestar social.

En mayo de 2006, el parlamento aprobó la constitución europea. Los líderes europeos intentaban revitalizar la propuesta, que había sufrido un duro golpe luego de los los rechazos de Francia y Holanda, en 2005.

Menos de dos puntos porcentuales separaron al KP del premier Vanhannen, ganador de las elecciones parlamentarias de marzo de 2007, de los socialdemócratas, que resultaron terceros. El KP obtuvo 23,1% de los votos, la Coalición Nacional 22,3% y el Partido Socialdemócrata 21,4%.