Galia fue el nombre que dieron los romanos a dos regiones ocupadas por los celtas: la Galia Cisalpina, situada antes de los Alpes con relación a Roma, y la Galia Transalpina o Galia. Esta última estaba delimitada por los Alpes, los Pirineos, el océano Atlántico y el Rhin, ocupando no sólo la Francia actual, sino también Bélgica, Suiza y la orilla izquierda del Rhin. Los celtas llegaron a esa región antes del año 2000 a.C. y, 500 años después, los belgas se instalaron en el norte.

La sociedad gala era esencialmente agrícola y casi no conocía la vida urbana. Las ciudades eran utilizadas como fortalezas, donde los campesinos se refugiaban sólo en caso de una invasión. La sociedad estaba dividida en tres clases: la nobleza guerrera, el pueblo y los druidas, depositarios del saber y de las tradiciones religiosas.

Los romanos intervinieron en Galia por primera vez en el año 125 a.C. Conquistaron la región mediterránea, el corredor del Ródano (Rhône) y la Galia Narbonense. Julio César dividió la Galia en dos regiones: Provincia y Galia Libre. Esta última fue dividida en tres partes: la Galia belga, al norte, entre el río Rhin y el Sena (Seine); la Galia céltica, al centro, entre el Sena, el Garona (Garone) y el Rhin inferior; y la Aquitania, al suroeste.

En el año 27 a.C. el Emperador Augusto sentó las bases administrativas de la Galia romana e impulsó la urbanización de la sociedad. La región fue dotada de puentes y de una red muy extensa de carreteras, lo que le permitió iniciar un comercio activo. Aumentó la producción de trigo, se desarrollaron los viñedos y el vino remplazó a la cerveza, hasta ese momento la bebida nacional de los galos. Luego de un período de invasiones de los visigodos en el sur y de los burgundios a lo largo del Saona (Saône) y el Ródano, los galos del norte conquistaron toda la Galia bajo la dirección de Clovis y adoptaron el nombre de francos.

Ese momento puede ser considerado el nacimiento de la historia de Francia. Entre los siglos V y IX, las Dinastías Merovingia y Carolingia terminaron de imponer el cristianismo en toda la región, pero no lograron consolidar las estructuras del Estado. La expansión islámica y la caída del Imperio Romano hicieron desaparecer el comercio, la civilización urbana se extinguió casi en su totalidad, disminuyó la población y la decadencia de la cultura y el arte alcanzó a las técnicas y el artesanado.

El feudalismo se consolidó definitivamente en el siglo IX con lo que prácticamente desapareció el poder central, incapaz de resistir a las invasiones de la época (escandinavos, húngaros, sarracenos). Al finalizar el siglo, el reino era un conglomerado de más de 300 condados independientes.

A partir del siglo X, las dinastías reales recuperaron lentamente el poder, instauraron la corona hereditaria, compartieron el poder con la iglesia y se transformaron ellos mismos en los principales propietarios feudales.

En el siglo XIII se alcanzó un notable renacimiento de las ciudades, a partir de la actividad comercial; se desarrollaron las técnicas agrarias, lo que produjo un importante salto demográfico; la circulación de personas y mercaderías resurgió favorecida por las Cruzadas y la movilidad social acompañó la desaparición progresiva de los siervos. Fue la época de apogeo del poder francés en la Edad Media y de su hegemonía en Occidente.

París era una de las ciudades más importantes de Europa y el prestigio de su Universidad se asociaba a la preeminencia de una cultura. La formación de una clase de juristas familiarizados con el derecho romano creó una nueva concepción del Estado, en la cual el rey ya no era un señor sino la representación viva de la ley y la universalidad se sustituyó por el sentimiento nacional.

Luis XIV, el «Rey Sol», personificó los rasgos de la monarquía absoluta. Al asumir el gobierno de Francia, en 1661, estableció una verdadera mística del poder por derecho divino y consolidó definitivamente la unidad del Estado, y dio nacimiento a la idea del Estado moderno. La influencia cultural francesa llegó a su punto máximo.

La revolución de 1789 abrió una nueva era en la historia de Francia. La Asamblea Nacional, convocada en julio de ese año, sustituyó el absolutismo por una monarquía constitucional. La toma de la prisión de la Bastilla, el 14 de julio, y la Declaración de los Derechos del Hombre, el 27 de agosto, pusieron fin al Antiguo Régimen y abrieron el camino a la burguesía, la clase dominante de los burgos, cuyas reformas chocaron con la iglesia y el rey. Al final, la asamblea derrocó al monarca y en setiembre proclamó la Primera República francesa.

Europa entera se coaligó contra la Francia revolucionaria. Los líderes Dantón y Robespierre declararon la «patria en peligro» y formaron un ejército de ciudadanos que impidió la invasión extranjera, pero las confrontaciones internas se agudizaron. El Comité de Salvación Pública gobernó con una política llamada «del Terror», cuyos excesos llevaron a Robespierre y sus compañeros al patíbulo, en julio de 1794, después de ser derrocados por la burguesía liberal y moderada.

Durante cinco años, los organismos revolucionarios intentaron tomar de nuevo las riendas del país, sumido en las rebeliones internas y un clima generalizado de inestabilidad. Con el golpe de Estado de 1799 Napoleón Bonaparte terminó con el régimen moribundo, haciéndose nombrar primero cónsul vitalicio (1802) y luego emperador (1804).

Aunque Napoleón volvió a implantar el régimen absolutista, su reinado aseguró la puesta en práctica de varias conquistas esenciales de la Revolución. La reorganización administrativa, jurídica, religiosa, financiera y educativa, que puso la enseñanza media y superior a cargo del Estado, cambió la fisonomía del país. En el exterior, Napoleón intentó dominar Europa y sus ejércitos ocuparon el continente desde Madrid hasta las afueras de Moscú, hasta el día en que Francia fue derrotada en Waterloo, en 1815.

El país fue sacudido por las revoluciones de 1830, 1848 y 1871 (la Comuna de París) y por una sucesión de marchas y contramarchas (la Restauración, la Monarquía de Julio, la Segunda República, el Segundo Imperio). No obstante, la sociedad entró en la Revolución Industrial, se desarrollaron fábricas, ferrocarriles, grandes empresas y establecimientos de crédito. La Tercera República a partir de1870 fue el régimen más duradero de Francia en casi un siglo y medio.

A partir de la implantación del sufragio universal masculino en 1848, los campesinos y la clase media urbana fueron los sectores de mayor peso electoral y el régimen logró ganar su apoyo a través del proteccionismo aduanero y el desarrollo de la enseñanza primaria laica, gratuita y obligatoria, que creó la expectativa del ascenso social individual.

La Francia republicana inició su expansión colonial con la conquista de Argelia en 1830 y otros territorios de África y el Lejano Oriente. Se construyó un gran imperio, con colonias en el Caribe, África, el Cercano Oriente, la península indochina y el océano Pacífico.

La Primera Guerra Mundial permitió a Francia recuperar los territorios de Alsacia y Lorena, anexados por Alemania en 1870, pero dejó al país desgastado. Un millón y medio de hombres jóvenes murieron; la destrucción material y la deuda interna y externa sumaron más de 150 mil millones de francos-oro y la moneda perdió su tradicional estabilidad.

La crisis mundial, iniciada en Estados Unidos en 1929, llegó a Francia en 1931. En 1936, la izquierda coaligada en el Frente Popular ganó las elecciones legislativas y realizó reformas sociales como las vacaciones pagas y la semana de 40 horas, pero no logró detener el desempleo y la crisis económica.

La invasión alemana a Polonia llevó a que Francia e Inglaterra declararan la guerra a Alemania en 1939. Los alemanes ocuparon casi un tercio del territorio francés y en 1940 el régimen del mariscal Pétain firmó un armisticio, que lo convirtió en un satélite de Berlín en la zona no ocupada, donde proclamó la «revolución nacional». El único foco de resistencia fue el de los maquis, en el sur, que no afectó militarmente a los alemanes.

Desgastado el ejército nazi en el frente ruso, el desembarco de las tropas aliadas en Normandía posibilitó que Francia liberara su territorio en 1944 y participara en la invasión a Alemania. En octubre de 1946 se proclamó la Cuarta República del general de Gaulle. En las elecciones de 1946, el Partido Comunista Francés obtuvo una de las votaciones más altas de su historia.

La reconstrucción económica y social del país –basada en el plan de ayuda financiera a Europa aprobado por EE.UU. a propuesta del general George Marshall– logró mejoras apreciables: la producción alcanzó un índice anual de crecimiento de 6%; entre 1949 y 1959 el ingreso per cápita aumentó 47%; se concedió a las mujeres el derecho a voto; se llevó a cabo un plan de nacionalizaciones (Banca) y de seguridad social.

Después de 1945 Francia no pudo restablecer la dominación sobre sus colonias como antes de la guerra. Por un lado, porque los partidos comunistas y sus aliados se habían fortalecido en la resistencia armada contra la ocupación japonesa o alemana; por otro, por el espíritu de democracia y validez universal de los derechos humanos consagrado por la alianza antifascista y la creación de las Naciones Unidas. El colonialismo francés se basó en el concepto de «unidad de la República» y «asimilación cultural», lo que se tradujo en una administración centralizada, sin posibilidades de autonomía para los gobiernos locales. Esto hizo que la descolonización se produjera a través de movimientos fuertemente independentistas, con poco margen para la negociación.

Siria y Libia fueron los primeros países en independizarse, en 1945, y luego lo hicieron Marruecos, Túnez y Madagascar. Vietnam, Laos y Camboya alcanzaron su independencia en 1954, luego de una cruenta guerra. En mayo de 1958 –a cuatro años del inicio de la revolución argelina por la independencia–, la rebelión de los pieds-noirs (franceses habitantes de la colonia) hirió de muerte a la Cuarta República y el gobierno se vio obligado a llamar al general de Gaulle para superar la crisis.

La Constitución de la Quinta República en 1958 y la decisión de 1962 de elegir el presidente por sufragio universal directo crearon las bases de un régimen fuertemente presidencialista. Luego de la independencia de Argelia, en 1962, y de las últimas colonias africanas, la estabilidad se basó en una política interna de fortalecimiento de la moneda, desarrollo de las industrias de vanguardia, aceleración de la investigación científica y desarrollo de una estrategia de independencia nacional. Francia se convirtió en potencia nuclear y se retiró, en 1966, del comando de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), sin dejar de ser miembro en caso de «ataque sorpresivo».

Francia conservó una enorme influencia sobre sus ex colonias africanas del sur del Sahara. No sucedió lo mismo con las que se independizaron tras largos y sangrientos conflictos, como Argelia y Vietnam, con quienes sólo en 1982 se restablecerían plenamente las relaciones.

En mayo de 1968 se produjo la mayor crisis social y política de la Quinta República, con grandes revueltas estudiantiles y paralizaciones obreras en todo el país, provocadas por el autoritarismo creciente del régimen en los medios educativo y social. Durante un mes el gobierno pareció seriamente amenazado, pero no había fuerzas políticas capaces de derribarlo y la huelga general fue levantada tras la concesión de un aumento salarial.

En años posteriores nacieron nuevos movimientos sociales, como el feminista, el ecológico y el antinuclear. En 1972 el Partido Socialista y el Partido Comunista crearon la Unión de la Izquierda. En las elecciones de 1981 el candidato socialista, François Mitterrand, llegó a la Presidencia y formó el primer gabinete de socialistas y comunistas desde 1958.

El nuevo gobierno nacionalizó empresas y bancos, concedió derechos laborales a los trabajadores–39 horas semanales de trabajo, aumento de los beneficios sociales, jubilación a los 60 años– y descentralizó los poderes. Pero el desempleo y el aumento de las importaciones determinaron una política gubernamental de rigor económico y reestructura industrial que provocó el retiro de los ministros comunistas. En 1981 también fue creado el Ministerio de Derechos de la Mujer.

En marzo de 1986 la coalición de derecha del neogaullista Jacques Chirac y el ex-presidente (1974-1981) Valéry Giscard d’Estaing derrotó a la izquierda en unos comicios legislativos que confirmaron el claro avance del ultraderechista Frente Nacional de Jean-Marie Le Pen. Chirac formó el nuevo gobierno y durante dos años el país vivió su primera experiencia de «cohabitación» entre un presidente de izquierda (Miterrand) y un gabinete conservador.

El gobierno de Chirac «borró» algunas de las reformas de 1981 y 1982 –volvió a privatizar empresas nacionalizadas por la izquierda– pero mantuvo la mayoría de las conquistas sociales. En el plano de las libertades individuales, la «mano dura» en materia de legislación sobre los extranjeros residentes en Francia fue criticada por numerosas organizaciones humanitarias.

En 1988, Mitterrand derrotó a Chirac en las elecciones presidenciales. Sin «cohabitación» esta vez, el socialista Michel Rocard fue nombrado primer ministro.

La política económica de los socialistas no difirió sustancialmente de la de la derecha, y el desempleo siguió creciendo. En 1991, por un período de nueve meses, Edith Cresson presidió el parlamento; fue la primera mujer jefa de gobierno de Francia.

En 1993, la izquierda volvió a perder las elecciones legislativas y Mitterrand nombró primer ministro al conservador Edouard Balladur. Los escándalos por corrupción, que antes señalaban a dirigentes socialistas, afectaron ahora a conocidas figuras derechistas. Tres ministros de Balladur renunciaron en 1994.

En las elecciones presidenciales de abril de 1995, Chirac derrotó al socialista Lionel Jospin y nombró primer ministro al conservador Alain Juppé.

En diciembre, la más importante huelga de funcionarios públicos desde 1968 paralizó al país por más de tres semanas. La situación social siguió siendo tensa en 1996, no sólo por el creciente desempleo, sino también por el desigual reparto de la renta.

Juppé continuó aplicando una política de austeridad que produjo enfrentamientos con los sindicatos en 1996. En 1997, una nueva ley que restringía el ingreso y la permanencia de inmigrantes generó la movilización de más de 150.000 personas en un solo día, en protesta.

Imprevistamente, Chirac llamó a elecciones legislativas anticipadas. En la segunda vuelta de mayo de 1997, la izquierda obtuvo una importante victoria. El partido verde conquistó 7 asientos. Lionel Jospin asumió como nuevo primer ministro.

El escándalo rodeó al sistema político cuando, en agosto de 2000, se conoció la existencia de un sistema ilegal de financiación de los partidos políticos. Según la fiscalía, durante la presidencia de Chirac (1990-1995), en la alcaldía parisina se llenaron las arcas de los partidos con «regalos» de empresarios. Una ley de 1995 prohibió a las empresas realizar donaciones a los partidos políticos, que se financian con dinero público.

En abril de 2002, en la elección con menor asistencia en los 44 años de la Quinta República, la primera vuelta de las presidenciales dejó, sorpresivamente, a Le Pen en el segundo puesto (17,02%), desplazando a Jospin, que renunció a la actividad política y dejó al Partido Socialista sin su líder. Jospin llamó a los votantes de izquierda a votar, en la segunda vuelta, por Chirac, que había obtenido el primer lugar (19,67%).

En la segunda vuelta de mayo, Chirac obtuvo el 82% de los votos y Le Pen mantuvo su 17%. Chirac saludó «a los franceses comprometidos con la solidaridad y la libertad, abiertos a Europa y al mundo». Muchos líderes políticos del mundo manifestaron su «alivio» por el resultado, pero el avance electoral de Le Pen fue un triunfo para la derecha europea.

El primer ministro de Chirac, Jean-Pierre Raffarin, bajó los impuestos en 5%, redujo el aparato estatal y privatizó los monopolios estatales del gas y la electricidad.

A fines de 2002, junto a Alemania y Rusia, Francia se opuso a una resolución de la ONU autorizando el uso de fuerza para desarmar a Irak, y amenazó con utilizar su poder de veto en el Consejo de Seguridad.

En marzo de 2003 se introdujeron modificaciones a la Constitución que dieron a regiones y departamentos más autonomía en temas de desarrollo económico, turismo, cultura y educación, y la potestad de realizar plebiscitos locales.

Chirac prometió terminar en 2004 con el desempleo crónico en Francia; redujo los beneficios sociales a desempleados –pensiones, ayuda a jóvenes en busca de trabajo– y disminuyó los impuestos a las altas rentas. Las críticas llegaron desde los movimientos obreros y sociales, la oposición y su propio partido.

En diciembre de 2003 un estudio de expertos recomendó la creación de una ley que prohibiera el uso de símbolos religiosos ostensibles –el velo islámico (la hiyab), la kipá judía y cruces cristianas de tamaños excesivos– en los centros públicos de enseñanza. La mayoría de los franceses apoyaron la medida en el entendido de que la tradición de laicidad que existe en la educación estatal debe ser defendida de los excesos religiosos, sobre todo de la radicalización islámica.

Líderes musulmanes, cristianos y judíos coincidieron en que la medida sólo serviría para incrementar la discriminación religiosa. En enero de 2004, 40 mil musulmanes manifestaron en contra en París, Marsella, Lille y otras ciudades de Francia; también hubo marchas en Londres, Berlín, Bruselas, el Cairo y Belén. En el país viven cerca de 5 millones de musulmanes.

La Unión por un Movimiento Popular (UMP) de Chirac sufrió una seria derrota en la segunda vuelta de las regionales de marzo –37% de los votos frente a más del 50% de la izquierda–. Los resultados precipitaron la renuncia del primer ministro Raffarin, pero cuando Chirac renovó el gabinete volvió a nombrar premier a Raffarin. En noviembre, Nicolas Sarkozy asumió como líder de la UMP y renunció al ministerio de finanzas.

Una reforma en la legislación laboral fue aprobada en el parlamento, en marzo de 2005. La nueva norma no eliminó la jornada semanal de 35 horas y autorizó un máximo de 48 horas semanales de trabajo –el máximo para la UE–.

Por un error de cálculo –atribuido a su confianza en las encuestas previas– Chirac optó por la consulta popular antes que por la ratificación parlamentaria de la nueva Constitución europea. El referéndum de mayo de 2005 arrojó un 54,87% de votos contra el documento, lo que desestabilizó el proceso de aprobación en el resto de Europa. Pocos días después, Holanda también rechazó la propuesta.

Tras un accidente en el que dos adolescentes inmigrantes murieron en una planta de alto voltaje, cerca de París, estalló una rebelión en todo el país. La violencia de las protestas –mayormente de jóvenes inmigrantes e hijos de inmigrantes magrebíes y de África subsahariana– creció rápidamente y se agravó con la represión policial.

París, Marsella, Rennes, Nantes y Lille fueron algunas de las ciudades donde los enfrentamientos alcanzaron mayores dimensiones. Entre el 5 y 6 de noviembre fueron quemados 1.400 automóviles, decenas de supermercados y otros edificios públicos –incluyendo escuelas y centros deportivos–.

Las declaraciones del ministro del Interior, Nicolas Sarkozy, que llegó a a hablar de «limpiar la escoria de los suburbios», agravaron aún más la situación. Cuando, a mediados de noviembre, volvió la calma, habían sido incendiados más de 10 mil vehículos.

En mayo de 2007 Sarkosy, de la conservadora Unión por un Movimiento Popular, ganó las elecciones presidenciales en segunda vuelta derrotando a la socialista Ségonèle Royal. El nuevo presidente anunció que defendería la soberanía y la independencia de Francia y aseguraría «la autoridad del Estado y, por sobre todo, su imparcialidad». Enfatizó, además, que nunca habían sido tan grandes para Francia los «riesgos de la inercia», en un mundo en el que todos trataban de cambiar lo más rápidamente posible.