Durante el Imperio Romano, el territorio de la actual Hungría formó parte de las provincias de Panonia y Dacia. A fines del siglo IV, Roma perdió Panonia, ocupada desde entonces por tribus germanas y eslavas. La planicie central recibió a hunos, búlgaros y ávaros: pueblos nómades provenientes de las estepas del norte del Mar Negro. Los ávaros dominaron la cuenca del Danubio entre los siglos VII y VIII, hasta ser sometidos por el Imperio de Carlomagno.

Los sucesores de Carlomagno organizaron una serie de ducados en la mitad oeste y norte de la cuenca, mientras el Imperio Bizantino y Bulgaria ejercieron cierta autoridad sobre el sur y el este de la región. El Ducado de Croacia se independizó en el año 869 y Moravia luchó tenazmente contra los carolingios, hasta la aparición de los magiares. Éstos organizaron, al oeste del bajo Don, una federación de tribus (integradas por diversos clanes y dirigidas por un jefe hereditario), llamada On-Ogur (Diez Flechas), que dio origen al nombre húngaro, en la lengua eslava. El Emperador carolingio Rodolfo apeló a los magiares, en el 892, para quebrar la resistencia de Moravia.

Liderando a los magiares, Arpad (Príncipe electo por los jefes de las siete tribus húngaras) atravesó los Cárpatos y sometió a los habitantes de la meseta central. Moravia fue derrotada en el 906 y Panonia en el 907. Los húngaros se expandieron luego hacia el norte y efectuaron numerosos saqueos en el resto de Europa. Otón I (Emperador germano) derrotó a Arpad en el 955 y detuvo el expansionismo magiar. Los herederos de Arpad reunificaron las tribus y adoptaron el cristianismo occidental: el fin de la Dinastía de los Arpad aconteció a la muerte de Andrés III en 1301.

Esteban I, coronado Rey por Roma, estableció las bases del estado húngaro. La sucesión de Esteban generó dos siglos de inestabilidad, aunque Hungría dominó al norte, hasta la cresta de los Cárpatos y Transilvania, y al sur, la región entre los ríos Sava y Drava. Reinó además sobre Croacia, Bosnia y Dalmacia del Norte (esta última como estado separado).

Tras la invasión mongola del siglo XIII –en la que Hungría perdió la mitad de su población– el reino invitó a nuevos colonizadores, pero tuvo que hacer diversas concesiones a los grandes señores y a los inmigrantes cumeos, con nuevos efectos disgregadores sobre el reino, hasta la consolidación de la corona con Carlos Roberto de Anjou (1307-1342), candidato real que tuvo el favor del Papa. Ajeno a la lucha entre el Sacro Imperio Romano Germánico y el Papado, el país tuvo en el siglo XIV su Edad de Oro. El reino estableció amistad con Austria, Bohemia y Polonia, y una sólida asociación con Bosnia, aunque le arrebató Dalmacia a Venecia y otros territorios a Serbia.

Debido a las ausencias y arbitrariedades de Segismundo de Luxemburgo (1387-1437), también Rey germano y checo, la Dieta húngara, formada por nobles, avaló la aprobación de las leyes. Los impuestos recaían sobre el campesinado, que protagonizó fuertes rebeliones en el norte y en Transilvania. Tras otra sucesión complicada, Matías Corvino de Praga fue elegido Rey de Hungría en 1458, y ejerció el poder con mano de hierro. Junto al Ejército Negro (tropa mercenaria), Matías contuvo a sus enemigos internos y extendió su señorío sobre Bosnia, Serbia, Valaquia, Moldavia, involucrándose en campañas contra Bohemia y Austria. Con la muerte de Matías en 1490, los nobles más ricos acudieron a Vladislav II, Rey de Bohemia, conocido por su falta de carácter: el Ejército Negro fue disuelto y los campesinos explotados provocaron otra rebelión en 1514, cruelmente aplastada. Austria recuperó sus provincias del sur e instauró un patronazgo sobre Hungría.

Hungría fue conquistada por el Imperio Otomano en 1526. El sultán apoyó a Zapolya de Habsburgo para suceder al rey caído en la guerra, pero a su muerte ocupó Budapest y retuvo gran parte del centro y el sur del país. Croacia, la franja oeste y norte de Hungría quedaron en poder de Fernando de Habsburgo, debiendo pagar tributo al imperio turco. Entre los siglos XVII y XVIII, Hungría vivió bajo dos imperios cuyo único interés residió en ese tributo. Cuando la mayoría de la población adhirió a la Reforma y Viena quiso reinstaurar el catolicismo, se agudizó el conflicto: surgió una nueva conciencia –aún entre los señores– contra el absolutismo, la miseria del campesinado y el estancamiento del país.

La Dieta húngara, impulsada por la revolución de 1848 en París, aprobó las Leyes de Abril: hubo cambios en materia agraria (transfiriendo las tierras a sus cultivadores) y fiscal (generalizando los impuestos), además de reorganizarse el parlamento de forma representativa. Se propuso reunificar el país y crear una administración separada en Budapest. La reforma enfrentó la desconfianza de los grandes terratenientes y de las minorías (serbios, rumanos y croatas). Tras la derrota de la revolución, Austria anuló las reformas y reimplantó su poder en Hungría, con ayuda de Rusia. Vencida por Prusia en 1866, Viena subdividió el imperio y aceptó las Leyes de Abril. Una ley de nacionalidades dio garantías a las minorías y así quedó constituido, en 1867, el Imperio Austro-Húngaro.

El Imperio de los Habsburgo cayó con la Primera Guerra Mundial; un gobierno provisional asumió el poder y proclamó la República de Hungría, pero serbios, checos y rumanos tomaron dos tercios del país y paralizaron el Gobierno central. En 1919, una rebelión comunista anunció una «república de soviets». Los «bolcheviques» de Bela Kun huyeron debido al avance de tropas rumanas en la capital. Las potencias europeas obligaron a Rumania a retirarse e instalaron un gobierno provisorio. El Parlamento elegido en 1920 restauró la monarquía y designó al almirante Miklos Horthy regente provisional.

Por el Tratado de Trianón, las potencias triunfadoras de la Primera Guerra Mundial reconocieron la independencia de Hungría, pero Yugoslavia, Rumania y Checoeslovaquia se quedaron con la mayor parte de su territorio y el 60 % de la población; Austria, Polonia e Italia se beneficiaron también en el reparto. Hungría quedó con la industria y la producción desorganizadas, obligada a pagar grandes indemnizaciones de guerra; el desempleo llegó a índices sin precedentes. Recibió casi 400 mil refugiados de los territorios perdidos, quienes junto con la clase media organizaron grupos armados de derecha, que acusaron a la izquierda de causar su ruina.

La Sociedad de Naciones otorgó créditos que, sumados a inversiones privadas, aliviaron la tensión interna. La depresión mundial de los años 30 tuvo graves efectos sobre Hungría; Horthy formó un gobierno de ultraderecha que, con el creciente antisemitismo interno y la rendición de Mussolini ante Hitler, se volcó hacia Alemania. La alianza con Berlín permitió a Budapest recuperar parte de Eslovaquia, Rutenia y el norte de Transilvania. Hungría colaboró en los ataques alemanes contra Rumania, Yugoslavia y la URSS, pero no logró impedir la contraofensiva del Ejército Rojo. Con el Tratado de París, Hungría volvió a los límites de Trianón, pagó indemnizaciones y redujo su ejército, supervisado por la ocupación rusa.

En 1944, una Asamblea Provisional formó un gobierno de coalición y su programa incluyó la expropiación de latifundios, estatización de la banca y la industria pesada, garantías para la pequeña propiedad y la iniciativa privada, derechos y libertades democráticos. El gobierno fue asumido por comunistas, agrupados entonces en el Partido Obrero (PO). En 1946 se promulgó la Constitución de la República Popular de Hungría. En 1948, se implantó la colectivización forzosa en la agricultura y se impulsaron varios planes de desarrollo, priorizando la industria pesada. En 1953, Matyas Rakosi, Jefe del gobierno, fue sustituido por Imre Nagy, quien prometió cambios políticos generando expectativa popular. Nagy, destituido y expulsado del PO en 1955, fue reemplazado por András Hegedüs; Erno Gero permaneció como primer secretario del partido.

Las resoluciones del XX Congreso del PCUS, y la apertura polaca, estimularon a los estudiantes húngaros a organizar una demostración en Budapest, a la que se sumó el pueblo. Gero reaccionó duramente y la policía atacó a la multitud. La manifestación estudiantil, con el respaldo del ejército húngaro, devino en revolución y Nagy volvió al gobierno. Este retiró a Hungría del Pacto de Varsovia y pidió el reconocimiento de neutralidad a la ONU. En 1956, el Ejército Rojo –retirado durante la revolución– reinstaló el gobierno comunista, presidido por Janos Kadar, quien siguió con rigor a la URSS.

La planificación central fue liberalizada hacia 1968; el nivel de vida mejoró, pero creció la burocracia y la corrupción. La discriminación de la mujer húngara persistió, aún cuando fue incorporada masivamente al trabajo: en 1981 representaba el 45% del sector socializado de la economía, aunque con menor salario y cargos en áreas acotadas de actividad. Entre 1986 y 1988, ecologistas húngaros y austríacos protestaron por la construcción de una represa sobre el Danubio (proyecto energético húngaro-checoeslovaco, ayudado por Austria). Tras sucesivas manifestaciones de repudio, el gobierno de Budapest anunció que abandonaría el proyecto.

Kadar, electo sucesivamente primer secretario del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) y Jefe de gobierno, enfrentó en 1988 en Budapest una protesta en reclamo de reformas. El gobierno suavizó la censura de prensa y permitió la existencia de sindicatos y grupos políticos independientes como el Foro Democrático Húngaro (MDF). En 1989, el parlamento aprobó los derechos de huelga, manifestación pública y asociación política. El PST aprobó eliminar el sistema de partido único y celebrar la independencia el 15 de marzo (fecha de la rebelión de 1848 contra Austria). Se inició un plan de austeridad que redujo los subsidios y devaluó drásticamente la moneda; como consecuencia aumentó el desempleo y la inflación y unas 100 mil personas manifestaron en la capital exigiendo elecciones y el retiro de las tropas soviéticas. En las elecciones parciales de ese año ganaron, en las provincias, los candidatos opositores: dos millones de obreros pararon contra el aumento de los precios.

Tras un acuerdo entre el PST y la oposición se declaró, el 23 de octubre de 1989, la República de Hungría, eliminándose el sistema de gobierno de partido único. Hungría rompió las alianzas internacionales de la Guerra Fría rápidamente y entabló en poco tiempo relaciones con Israel, Corea del Sur y Sudáfrica. En 1989, el PST se transformó en el Partido Socialista Húngaro (MSzP, por su sigla en húngaro), y un sector preservó la denominación de PST. En las elecciones de 1990, el Foro Democrático Húngaro (MDF) formó gobierno con dos partidos menores con el 43% de los votos y; el MSzP y el PST obtuvieron el 10,3% y 3,5% respectivamente. La producción agrícola e industrial cayó un 10% por las políticas del FMI, que obstaculizó la acumulación de capital interno y favoreció a los inversionistas extranjeros. En 1990, la inflación alcanzó el 30% y los productos básicos de consumo familiar insumían el 75 % del salario. En 1991, se gastaba el 90% en la canasta básica: de diez millones de habitantes, dos vivían en la pobreza.

La participación política de las mujeres se redujo: en las elecciones de 1990, conquistaron 7,5% del total de escaños, mientras que en 1985 habían llegado a 21%. La mano de obra femenina representaba el 46% de los 4.850.000 trabajadores en actividad, aunque esto comenzó a variar. La nueva postura ideológica de restauración del «orden natural», que predicaba la permanencia de las mujeres en su hogar, chocó con la necesidad de contar con dos sueldos para las necesidades mínimas del núcleo familiar.

En 1992, el gobierno decidió disminuir el déficit público –superior a 900 millones de dólares en 1991– recortando el gasto estatal. La creciente disconformidad de la población obligó al primer ministro Joszef Antall a retroceder en su política de aumentar el precio del petróleo. La crisis favoreció manifestaciones de corte nacionalista y xenófobo. El MFD y casi 70 mil personas de diversos grupos políticos realizaron en la capital una marcha por la democracia y contra el radicalismo: la justicia condenó a 48 neonazis (cabezas rapadas/skin heads) por agresiones a gitanos y extranjeros.

En las elecciones de 1994, el MSzP de Gyula Horn obtuvo 209 bancas de un total de 386 y éste asumió como primer ministro; la Alianza de Demócratas Libres (SzDSz) pasó de 90 a 70 representantes y el oficialista MDF de 165 a 37 bancas. En 1995, el «idilio» de Horn con el electorado terminó, al aprobarse medidas económicas impopulares: se redujo el presupuesto educativo, el seguro de paro y las asignaciones por maternidad, a fin de reducir el déficit fiscal. En el plano internacional, Horn mantuvo el acercamiento a las potencias occidentales y negoció la ayuda a las minorías húngaras de los países vecinos, con el objetivo de preservar su identidad cultural. En 1996, Hungría firmó con Eslovaquia un acuerdo de protección de las minorías étnicas y, poco más tarde, otro similar con Rumania.

En l998, como parte de las negociaciones del ingreso a la OTAN, Hungría aceptó la instalación de armas nucleares y tropas de la organización en su territorio. Ese año, en un referéndum en el que se abstuvieron casi 4 millones de personas, el 85% de los votos fueron a favor de la integración a la organización. Las relaciones bilaterales con Rumania –de importante minoría húngara– mejoraron con la derrota de Ion Iliescu (ex comunista) y la salida del gobierno de los partidos ultranacionalistas rumanos, hostiles a las minorías húngara y gitana. Hungría prosiguió, desde 1998, sus esfuerzos diplomáticos para ser admitida en la UE. En 1999, el parlamento votó masivamente la integración a la OTAN. La fuerza contraria fue el Partido por la Verdad y la Vida (extrema derecha). Ese año, Hungría, Polonia y la República Checa fueron admitidas en la OTAN, poco antes del bombardeo de la Alianza contra Yugoslavia.

El derrame de 100 mil metros cúbicos de cianuro –de una empresa minera en Rumania– en la cuenca del río Tisza en 2000 produjo el desastre ecológico más importante en la región desde la explosión de la central de Chernobyl (1986) en Ucrania. El río, que desemboca en el Danubio, contaminó el agua potable en Yugoslavia, Rumania y Hungría. Dos fugas menores de ácido, también ese año, determinaron que las autoridades reclamaran judicialmente a la empresa rumana (ésta quebró apenas después del primer derrame).

En 2000, Ferenc Mádl (independiente), fue electo presidente por la Asamblea Nacional, convirtiéndose en el segundo gobernante electo democráticamente en el país. En 2001, el parlamento votó a favor de una controvertida Ley de Estatus que autorizaría a los descendientes de ciudadanos húngaros que viven fuera de fronteras (en Rumania, Eslovaquia, Ucrania, Serbia, Croacia y Eslovenia) a portar un documento especial de identidad que les permitiera trabajar, estudiar, recibir asistencia en salud y beneficios para viajes temporalmente en Hungría. Ese año, la economía húngara creció un 4,2%, con un constante descenso del desempleo, lo que ubicó al país en el primer lugar dentro de Europa del Este. En 2001, en las celebraciones de los 1.000 años de la consolidación de Hungría como nación, se re-erigió un monumento creado en 1934 para conmemorar las cuatro mayores tragedias nacionales: las derrotas frente a los tártaros, los turcos, los Habsburgos y el Tratado de Trianón. En la era comunista el monumento había sido demolido.

En las elecciones de 2002 (las más reñidas desde el retorno a la democracia), una coalición de socialistas y demócratas liberales ganó la mayoría parlamentaria: Peter Medgyessy (ex ministro de Relaciones Exteriores, experto en finanzas), se convirtió en primer ministro. El ex premier Viktor Orbán fue criticado por el nuevo gobierno, debido a su decisión de vender más de 500 mil hectáreas de tierra cultivable propiedad del Estado. Orbán declaró que su intención era otorgar tierras a pequeños agricultores antes de que el nuevo gobierno se las vendiera a grandes empresas. Ese año, Medgyessy admitió haber trabajado como oficial de contrainteligencia del servicio secreto entre 1970 y 1980, pero negó haber colaborado con la KGB; declaró que su trabajo fue encaminar a Hungría hacia el ingreso al FMI, sin el conocimiento de Moscú.

En 2003, el parlamento enmendó la Ley de Estatus de 2001 para eliminar varios puntos, incluyendo la referencia a Hungría como «una nación unificada fuera de fronteras». Rumania y Eslovaquia (que poseen grandes minorías húngaras) habían criticado la norma por interferir con sus soberanías y discriminar a otros grupos étnicos. Según algunos corresponsales, las enmiendas respondían a requerimientos de la UE.

El 1º de mayo de 2004, Hungría ingresó a la UE como miembro pleno, junto a otros nueve países, con lo que aumentó a 25 el total de integrantes del bloque.

En 2006 Ferenc Gyurcsány fue elegido primer ministro y, tras acusaciones, en setiembre el parlamento lo respaldó el cargo, con 197 votos a favor de un total de 384. En noviembre, Gyurcsany anunció, durante una ceremonia militar en Budapest, que retiraría la totalidad de sus 300 militares desplegados en Irak para fines de marzo de 2005. 27 Tras no lograr elegir un nuevo presidente en la primera y segunda vueltas, el parlamento designó en junio de 2005 a László Sólyom, quien asumió en agosto.

En abril de 2006, la coalición socialista-liberal de Gyurcsany ganó las elecciones legislativas y el primer ministro anunció un periodo de importantes reformas, que definió como «el más intenso desde la transición» postcomunista.

Una manifestación que reunió a 100 mil personas, incluyendo grupos radicales opositores, exigió en marzo de 2007 la renuncia de Gyurcsánv, a quien llamaba «cerdo comunista». Gyurcsánv había reconocido que mintió sobre el presupuesto para ganar las elecciones de 2006.