Poco antes del siglo XVIII a.C., pueblos indoeuropeos llegaron a las mesetas iraníes, sometiendo a los grupos pastores que habitaban la región. Indoeuropeos continuaron llegando hasta el siglo X a.C., y se sumaron al complejo cultural mesopotámico. Luego serían conocidos como medos, por extensión del nombre del clan hegemónico; iranios, por la denominación que adoptaron en Persia y la India (en sánscrito ayriana, nobles) o persas, derivado de Perseo, el antepasado mítico que los griegos le atribuyeron a los iraníes, también escrito como parsis, farsis, fars o partos, según la época y la fuente. Esos pueblos dominaron la región montañosa y luego conquistaron la llanura mesopotámica, bajo el reinado de Ciaxares. Con Ciro el Grande (559-530 a.C.) esa expansión alcanzó Asia Menor, al oeste, y el actual Afganistán al este, fronteras extendidas por sus sucesores hasta Grecia, Egipto, Turquestán y parte de la India.
A fines del siglo IV a.C. este vasto imperio cayó en manos de Alejandro de Macedonia. Los sucesores de Alejandro, los seléucidas y romanos (ver historia de Siria), no consiguieron conservar la parte oriental del imperio. Con tenaz resistencia los persas reconquistaron la independencia con la Dinastía Arsácida (siglos II a.C. a III d.C.) y la mantuvieron con los sasánidas hasta el siglo VII, aunque en constante conflicto con romanos y bizantinos.
Al producirse la conquista árabe, después del 641 (ver historia de Arabia Saudita), el país fue islamizado, pero mantuvo como casi ninguna provincia del Imperio Árabe su marcada individualidad, tanto en su lengua como en la peculiar orientación de las artes y las letras. Cuando sobrevino la crisis del califato de Bagdad, Persia adquirió virtual independencia bajo los descendientes de Tahir, último virrey árabe, y luego bajo dinastías persas o seljuks. A pesar de la agitación política, la vida cultural y científica del período fue de notable riqueza, de la que es un exponente el poeta, matemático, filósofo y astrónomo Ummar al-Jayyam.
En 1501 el chiísmo se convirtió en la religión oficial de Irán. Las dinastías de los Qajar y luego la de los Pahlavis mantendrían la oficialidad del Islam chiíta como religión de Estado. Irán fue el baluarte chiíta en la región, si bien, al no ser país árabe y no tener buenas relaciones con los representantes sunitas, árabes en un primer momento, otomanos después, su influjo se veía limitado.
En 1258 se abrió una nueva época con la invasión de los mongoles de Kublai Jan. Luego de tres siglos de dominación mongol, las luchas dinásticas entre los descendientes de Timur Lenk (Tamerlán) y los otomanos terminaron por abrir espacio al persa Ismail Sha. Su nieto Abbas I (1557-1629) consiguió unificar el país, expulsar a los turcos de la zona occidental y a los portugueses que habían ocupado la región de Ormuz, así como conquistar parte de Afganistán. Por un corto período, Irán fue la potencia hegemónica, desde la India hasta Siria. Pero entonces debió enfrentarse con las ambiciones de los rusos que avanzaban en Asia Central y los ingleses, que se acercaban desde el Golfo y Afganistán.
El tratado de 1909, por el que rusos e ingleses se repartieron el país en zonas de influencia económica, adjudicó las concesiones petroleras a una compañía inglesa. La ocupación militar por las dos potencias durante la Primera Guerra Mundial y la corrupción e ineficiencia del aparato estatal, llevaron a la revolución de 1921, encabezada por el periodista Sayyid Tabatai y Reza Jan, comandante de la guardia. Reza pasó de ministro de guerra de la revolución a primer ministro en 1923. Dos años después la Asamblea Nacional depuso a Tabatai y Reza ocupó el trono.
Reza denunció todos los tratados que reconocían derechos de extraterritorialidad a extranjeros, abolió la obligatoriedad del velo para las mujeres, reformó los sistemas de educación y salud y canceló concesiones petroleras que favorecían a los ingleses. Su intento de establecer un Estado moderno militarmente fuerte y neutral encontró seria resistencia. Insistiendo en la neutralidad durante la Segunda Guerra Mundial, el sha rechazó el pasaje de armamentos aliados hacia la URSS por territorio iraní. El país fue invadido y ocupado en 1941 por la URSS y Gran Bretaña, y el sha fue depuesto y exiliado. Lo sustituyó su hijo, Mohammed Reza Pahlevi, más dócil a intereses extranjeros. Éste gobernó bajo tutela anglo-soviética hasta el fin de la guerra.
Al amparo de una Constitución redactada en 1949, nacionalistas y progresistas ganaron poder en el parlamento y apoyaron al primer ministro Mohammed Mossadegh en su intento de nacionalizar el petróleo y expropiar la Anglo Iranian Oil Co. Pero Mossadegh no previó que Gran Bretaña podía abastecerse de otros países, mientras que Irán no tenía otras fuentes de ingresos.
En 1953, la osadía de Mossadegh fue respondida: bloqueo económico y golpe de Estado (organizado por la CIA), que devolvió al sha un poder casi absoluto. El golpe significó una matanza generalizada de dirigentes nacionalistas e izquierdistas y la prisión para miles de iraníes. El sha facilitó la penetración de las corporaciones multinacionales y entendía como «modernización» la adopción de hábitos occidentales. Las medidas fueron resistidas por el clero y por numerosos grupos afectados, en particular pequeños campesinos y pobres urbanos. Hacia fines de los años 1960, la expansión de empresas extranjeras y el cambio acelerado en los hábitos de consumo le quitó al sha el apoyo del poderoso sector de comerciantes.
La oposición al sha fue integrada por el Frente Nacional (fundado por Mossadegh), el Partido Comunista Tudeh, los guerrilleros fedayines (marxistas) y mujadines (islámicos) y, desde el exilio, por el ayatollah (clérigo) Jomeini. Copiadas miles de veces, las grabaciones con la prédica de Jomeini desde París alentaron y organizaron multitudes. Las manifestaciones que comenzaron en escuelas secundarias en 1977 se generalizaron en 1978, el sha huyó en enero de 1979 y Jomeini regresó triunfante. El 11 de febrero las multitudes tomaron el palacio imperial; el primer ministro del sha renunció y el ejército aceptó la nueva realidad. La Revolución Islámica se presentó como una alternativa a los modelos occidentales y despertó entusiasmo en todo el mundo islámico.
El primer ministro Mehdi Bazargán, del Frente Nacional, intentó desarrollar una política de conciliación entre las exigencias de la tradición religiosa y un modelo de economía mixta. Pero no encontró el respaldo necesario. Apoyados en los «guardias revolucionarios» y en la popularidad de Jomeini, los integristas marginaron del gobierno a sus antiguos aliados.
A comienzos de noviembre de 1979, un grupo estudiantil ocupó la embajada estadounidense en Teherán, con los funcionarios como rehenes, y exhibió documentos que evidenciaban la intromisión de la CIA en la política iraní. Un intento de EE.UU. por rescatar militarmente a los rehenes fracasó. En 1980, estalló la guerra con Irak, que desangró al país y continuó hasta 1988.
En 1981, el Partido Revolucionario Islámico (PRI), respaldado por un resultado electoral muy favorable, pasó a dominar el aparato gubernamental. En un atentado contra la sede del partido ese mismo año, murieron 72 importantes dirigentes, entre ellos el presidente y el primer ministro. Ali Jamenei, hasta entonces secretario general del PRI, fue electo presidente. Se instauró un régimen teocrático y vino la represión a viejos y nuevos opositores, con numerosos presos políticos, exiliados y ejecuciones (entre 500 y 1500 personas fueron condenadas a muerte en 1989, la mayoría por tráfico de drogas).
A pesar de encontrarse en guerra con su vecino, en 1985 el país tuvo un importante saldo comercial. El principal producto de exportación, el petróleo, representaba casi la totalidad de los ingresos.
La imagen internacional de Irán se deterioró cuando Jomeini decretó la muerte del escritor Salman Rushdie por considerar blasfemo su libro Versos Satánicos. A fines de 1990 Rushdie volvió a la vida pública y se reconcilió con las principales eminencias musulmanas, pero formalmente persistía la fatwa, el decreto religioso de condena emitido por Jomenei.
El ayatollah Jomeini murió el 3 de junio de 1989 y ocho millones de iraníes asistieron al funeral. Contrariamente a lo pronosticado en Occidente, la muerte de Jomeini no llevó a la inestabilidad. El gobierno convocó a elecciones y el presidente saliente Ali Sayed Jamenei fue designado faghih (guía espiritual de la nación) por la Asamblea de Notables.
En agosto, el presidente del parlamento, Ali Akbar Hashemi Rafsandjani, ganó por amplio margen la presidencia de la república, un cargo al que la nueva Constitución dotó de poderes reales (antes era ceremonial). La elección de Rafsanjani para la presidencia significó un fortalecimiento del ala considerada más pro-occidental del régimen. Según las disposiciones constitucionales, las autoridades religiosas y las estatales compartían el poder.
En 1990 Irán condenó la invasión iraquí de Kuwait, y se mantuvo neutral un año después, cuando comenzó la Primera Guerra del Golfo, cuyo resultado fue que Irak fuera expulsado de Kuwait por fuerzas militares de EE.UU coaligadas con tropas de decenas de países. La neutralidad buscaba obtener ventajas sobre Bagdad y también reinsertar a Irán a nivel diplomático en la región y el mundo. Las relaciones diplomáticas con el Reino Unido se restablecieron ese año y se normalizaron los vínculos con Arabia Saudita. La iniciativa diplomática se vio perjudicada por la violencia interna –con numerosos atentados políticos– y los vínculos que mantenía Teherán con grupos involucrados en los violentos conflictos de la región, como el Hizbollah en Líbano.
Al mismo tiempo, para atraer inversión extranjera, Rafsandjani anunció la privatización de algunas de las empresas nacionalizadas por la Revolución Islámica de 1979. Con el desmembramiento de la Unión Soviética, Irán puso la mira en nuevas áreas donde ejercer su influencia: las repúblicas islámicas del Cáucaso y Asia Central, a través de la firma de acuerdos y abriendo nuevas vías de comunicación con sus vecinos.
En las elecciones legislativas de abril de 1992, los «moderados» que apoyaban al presidente Rafsandjani obtuvieron una clara victoria sobre los «radicales». En julio, Jamenei, el guía espiritual iraní, lanzó una campaña de «erradicación de la influencia occidental» y entró en colisión con Rafsandjani y su visión más moderada del islamismo. Sin embargo, en junio de 1993, Rafsandjani fue confirmado en su cargo por el 63% de los votantes. En febrero de 1994 Rafsandjani resultó ileso en un atentado.
Muhamad Jatami, el más «pro-occidental» de los candidatos, ganó las elecciones de mayo de 1997. El nuevo gobierno asumió en agosto y Jatami anunció una apertura a Occidente. En febrero de 2000, nuevamente, los reformistas liderados por Jatami ganaron 226 de los 290 escaños parlamentarios y, en junio, Jatami fue reelecto.
En enero de 2002 el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, describió a Irak, Irán y Corea del Norte como integrantes del «eje del mal».
El siguiente año, ante la invasión y ocupación de Irak por parte de Estados Unidos, el ayatollah Alí Jamenei auguró un futuro de violencia a la administración de Bush si no abandonaba la región.
Durante setiembre de 2003, la construcción del primer reactor atómico iraní causó alarma en varios países occidentales, principalmente EE.UU. Luego de complicadas gestiones diplomáticas, Irán permitió el ingreso a inspectores de la ONU, que concluyeron que el programa atómico iraní no perseguía fines militares.
Ese año, la jueza Shirin Ebadi recibió el Premio Nobel de la Paz, lo que provocó malestar entre los conservadores, que interpretaron el hecho como un respaldo al reformismo de Jatami.
En diciembre, un terremoto devastó la ciudad de Bam –declarada Patrimonio Histórico de la Humanidad por UNESCO–, con un saldo de aproximadamente 40 mil muertos. La solidaridad mundial incluyó la flexibilización de las sanciones económicas adoptadas por EE.UU a inicios de la década, si bien persistió la tensión entre Teherán y Washington.
Para las legislativas de octubre de 2004, el Consejo de Guardianes –órgano controlado por los conservadores– vetó a más de 2.500 candidatos reformistas, seguidores de Jatami. Los conservadores se hicieron con la mayoría absoluta en el parlamento y la abstención llegó al 50%.
En junio de 2004, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) censuró duramente a Teherán por no haber cooperado con la investigación sobre sus actividades nucleares. Si bien la OIEA advirtió a Teherán que tratara con más ahínco el tema, no amenazó llevar el caso ante el Consejo de Seguridad de la ONU para que se aplicaran sanciones ni fijó una fecha límite para que Irán cumpliera con sus obligaciones.
Teherán había señalado previamente que los autores del documento de censura (Reino Unido, Francia y Alemania), estaban del mismo lado que Washington, que previamente había acusado al gobierno iraní de estar desarrollando en secreto un programa de armas nucleares.
A dos años de comenzado el programa nuclear iraní, no había una explicación convincente acerca de la contaminación con uranio detectada (entre otros lugares de Irán) cerca de las centrífugas para el enriquecimiento de uranio. Washington sostenía que Irán estaría haciendo investigaciones para desarrollar una sofisticada instalación que enriquecería el combustible nuclear para desarrollar armas. La junta de la OIEA urgió a Teherán a tomar «todas las medidas necesarias para responder las preguntas pendientes». En noviembre de 2004, el gobierno decidió suspender la mayor parte de los programas de enriquecimiento de uranio, siguiendo la recomendación de la UE.
En enero de 2005 el gobierno acordó permitir una inspección de Naciones Unidas a un puesto militar en Parchín, que Washington sostenía estaba vinculado al desarrollo de armas nucleares. Teherán insistió en que su programa nuclear sólo estaba destinado a obtener electricidad. En abril, el parlamento votó en favor de liberalizar las leyes relacionadas con el aborto. Un embarazo podría ser cortado en los primeros cuatro meses si el feto padecía desventajas físicas o mentales o la madre corría riesgo de vida. Ambos padres debían dar su consentimiento y tres médicos debían confirmar que el feto era minusválido.
Mahmoud Ahmadinejad, un ultra conservador, ex integrante de la Guardia Revolucionaria –policía religiosa, creada en 1979 para proteger los principios de la revolución de Jomeini, que durante la guerra con Irak se transformó en parte del ejército regular– ganó amplia y sorpresivamente, en segunda vuelta, las elecciones de junio de 2005. Los analistas vieron, en este hecho, el fin del período de reformas impulsadas por Jatami. Ahmadinejad (quien obtuvo el 61,8% de los votos) llamó tras su victoria a la ciudadanía a dejar a un lado diferencias y a «crear una nación islámica poderosa, avanzada y ejemplar», y afirmó a su vez que los iraníes «humillaron profundamente» a Estados Unidos con la «transparencia de su democracia».
Pese a la presión internacional, en agosto, Teherán anunció la reanudación de la conversión de uranio en su planta de Isfahan –que había sido precintada por la OIEA–, al tiempo que insistía en el propósito pacífico de sus actividades nucleares. En diciembre, también fueron rotos los sellos en las instalaciones de Natanz.
La planta de Natanz comenzó a operar nuevamente en febrero de 2006 y la OIEA decidió denunciar a Irán en el Consejo de Seguridad de la ONU. En marzo, Teherán anunció el éxito de su programa de enriquecimiento de uranio en Natanz.
La ofensiva desatada por Israel contra Hezbollah en territorio libanés (ver historias de Israel y Líbano) entre julio y agosto de 2006 tenía, para muchos analistas, el claro propósito de enviar un nítido mensaje a Irán y Siria –a quienes Tel Aviv acusaba de apoyar militarmente a los guerrilleros libaneses– más que el de destruir el poder de fuego del grupo rebelde.
Teherán veía el conflicto como una excusa de Israel para jugar el papel de gendarme de Estados Unidos en Medio Oriente a costa de vidas inocentes y de la economía libanesa –seriamente afectada por la destrucción de su infraestructura–. Una investigación publicada en The New Yorker aseguró que Washington había ayudado a planificar el ataque israelí. Según el documento, éste sería un ensayo para un futuro ataque estadounidense a Irán para el que necesariamente se debería, primero, eliminar la capacidad de respuesta de Hezbollah. La investigación afirmaba que Bush no estaba dispuesto a dejar la Casa Blanca sin enfrentar lo que él proclamaba como «la amenaza nuclear iraní».
En julio de 2007 murió el líder religioso chiíta Ayatollah Ali Akbar Faiz Meshkini, el más importante de los integrantes del comité religioso encargado de elegir al líder espiritual del país y bastión del presidente Ahmadinejad. La muerte del religioso disparaba la lucha política entre los conservadores, que apoyaban al presiente, y facciones menos comprometidas con Ahmadinejad.