Hacia el siglo XI a.C. un grupo de tribus de lengua hebrea ocupaban parte del actual territorio de Palestina. Tras sucesión de alianzas y combates con los pueblos cananeos y filisteos establecidos en el lugar (ver historia de Palestina), se conformó un reino que en 926 se dividió en dos: Israel, en el norte, con capital en Siquem, y Judá, al sur, con capital en Jerusalén. Estos reinos fueron sucesivamente conquistados por: Asiria, Babilonia, Persia, Macedonia, el Imperio Seléucida, el Imperio Romano y, más tarde, Bizancio. La presencia de judíos en el territorio disminuyó continuamente debido a las históricas expulsiones masivas, principalmente la realizada por los romanos entre los años 66 y 73 d.C., tras la derrota de la Primera Revuelta Judía. Los bizantinos fueron expulsados por los árabes en 639. Desde entonces, varios estados musulmanes dominaron la región hasta que, en 1517, el Imperio Otomano, tomó control del territorio.
Hacia 1800, un 5% de la población de Palestina profesaba el judaísmo. Esta cantidad creció en la década de 1880 cuando el aumento del antisemitismo en Europa provocó una ola migratoria de judíos europeos. En 1896, el periodista vienés Teodoro Herzl publicó el libro El Estado Judío. El libro dio lugar al nacimiento del movimiento sionista –palabra que deriva de «Sion», uno de los nombres bíblicos de Jerusalén– cuyo objetivo era encontrar un lugar donde se establecería la nación-estado judía. Uganda y Madagascar fueron algunos de los lugares que, antes que Palestina, se analizaron para comenzar la compra de tierras. Entre 1904 y 1914 se produjo la segunda Aliyá (migración), que llevó unos 40 mil judíos a Palestina, ya como parte del programa sionista.
Tras la Primera Guerra Mundial, Inglaterra y Francia se repartieron los restos del Imperio Otomano en el Medio Oriente. El ministro británico de Relaciones Exteriores, Arthur Balfour, declaró en 1917 su apoyo a la instalación de un Hogar Nacional Judío en Palestina (aunque, en 1905, siendo primer ministro, se opuso a la inmigración judía en Gran Bretaña). La declaración establecía que «nada deberá hacerse en perjuicio de los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina» (90% de la población en ese momento).
El objetivo sionista de formar un Estado tenía como férreos opositores a los líderes árabes locales, quienes veían en la derrota otomana la oportunidad de crear su propio Estado o de unirse a una entidad árabe mayor y restablecer el antiguo Imperio Árabe del Islam.
Al terminar la Segunda Guerra Mundial, Inglaterra mantuvo el control de Palestina, arguyendo el compromiso contraído por la Declaración Balfour. Las milicias judías crecieron; la mayor y más importante, Haganah («Defensa»), era un brazo armado de la Agencia Judía, responsable de atraer judíos a Israel. Estas organizaciones armadas estaban asociadas a grupos políticos sionistas de derecha y de izquierda. El grupo extremista Irgun Zvai Leumi y su fracción aún más radical Lehi (también conocida como Stern Gang), estaban afiliados al ultraconservador Partido Revisionista, fundado por Vladimir Zeev Jabotinsky. Aunque el Palmaj era, en realidad, una rama de elite de Haganah, reclutó a muchos de sus miembros en kibbutzim (colonias agrícolas) de orientación socialista. Algunos miembros de estas milicias fueron: Yigal Alon, Moshe Dayán e Isaac Rabin, entre otros.
A comienzos del siglo XX vivían en Palestina medio millón de árabes y 50 mil judíos. Durante la década de 1930 el número de judíos era 300 mil, por encima de las «cuotas» legales impuestas por Inglaterra, debido en gran parte a la huida de judíos de la persecución en la Alemania nazi.
Los británicos vieron amenazada su hegemonía en Palestina, porque los árabes también aumentaron –debido a los altos índices de natalidad y la inmigración– de unos 440 mil habitantes a aproximadamente un millón en 1940.
En 1939 Londres declaró que su objetivo era establecer un Estado palestino independiente «con ambos pueblos compartiendo el gobierno». Los prófugos que huían de la Europa conquistada por Hitler fueron rechazados de los puertos de Palestina. Los sionistas organizaron actos de sabotaje y terrorismo para lograr que Inglaterra mantuviera su promesa.
A la vez, mediante colectas entre los judíos de todo el mundo los sionistas adquirían tierras palestinas a los árabes de Beirut o París, a quienes poco importaba la suerte de sus arrendatarios: los fellahin (campesinos) palestinos. Los judíos llegaban con títulos de propiedad, expulsaban familias campesinas cuyos antepasados habían vivido allí durante generaciones, e instalaban kibbutzim defendidos por milicias sionistas contra un medio que se había transformado en hostil.
Ante la intensificación de los combates anti-británicos, Londres sometió el problema palestino a las Naciones Unidas, en noviembre de 1947. Un Comité especial recomendó la partición del territorio en dos estados independientes, uno árabe y otro judío, quedando Jerusalén bajo autoridad internacional.
Durante la Guerra Fría, la Unión Soviética prefería un Estado judío antes que una base militar británica, y su apoyo fue decisivo para la creación de Israel. En cambio, Londres y Washington consideraban inviable la partición.
Finalmente, la Asamblea General de la ONU aprobó el plan por 33 votos contra 13 (de los países árabes y la India), con 10 abstenciones. Las milicias sionistas comenzaron a expulsar en masa a los palestinos de las grandes ciudades, con el argumento del inminente ataque árabe. Símbolo de esa política fue la matanza en la aldea Deir Yassin, perpetrada en abril de 1948, donde todos los habitantes fueron asesinados por el «Irgun», un grupo extremista dirigido por Menahem Begin.
El 14 de mayo de 1948, el Alto Comisionado inglés se retiró de Palestina y David Ben Gurión proclamó el Estado de Israel. Los ejércitos de Jordania, Egipto, Siria, Irak y Líbano atacaron de inmediato.
La guerra terminó en enero de 1949, e Israel obtuvo un 40% más de territorio del que se le había otorgado en el plan de partición. Aunque las armas y aviones comprados a la URSS fueron decisivos para la victoria, el gobierno israelí optó por el otro bando de la Guerra Fría e hizo una alianza estratégica con Estados Unidos. Esta relación, que dura hasta hoy, tuvo momentos difíciles. Cuando en 1956 Israel, aliado a Francia y Gran Bretaña, invadió Egipto (en represalia por la nacionalización del Canal de Suez), Estados Unidos y la URSS se opusieron firmemente y obligaron a los invasores a retirarse en un acuerdo con Egipto por el que enviaría más combatientes a territorio israelí.
Sin créditos y armas estadounidenses, el presidente egipcio Gamal Abdel Nasser recurrió a la URSS, lo que acercó definitivamente a Israel con Washington. Egipto y Siria, respaldados por la Unión Soviética y Jordania, apoyados por Inglaterra, mantuvieron una constante presión con ataques guerrilleros a civiles israelíes.
Varios años después, la frontera con Siria continuó siendo escenario de un conflicto constante, dado que ambos lados se disputaban en primer lugar el acceso al agua dulce del Mar de Galilea. Posteriormente se reveló que la Unión Soviética había intensificado intencionalmente la situación en Medio Oriente al enviar mensajes falsos a varios estados árabes diciendo que los israelíes estaban formando sus tropas en la frontera con Siria.
El 17 de mayo de 1967, Nasser reclamó que la Fuerza de Emergencia de la ONU (FENU) –una fuerza de paz de la ONU establecida luego de la Guerra de Suez en 1956– se retirara de Egipto, lo cual fue cumplido por el entonces Secretario General, U Thant. Nasser comenzó inmediatamente a remilitarizar la Península del Sinaí, lo que aumentó las tensiones con Israel. El 23 de mayo, la armada Egipcia cerró el Estrecho de Tirán y bloqueó el acceso de barcos israelíes al puerto de Eilat, al Norte del Golfo de Aqaba. Egipto y Jordania también habían firmado un trato de defensa mutua el 30 de mayo (este tipo de trato ya existía con Siria). Israel lanzó un ataque sobre Egipto el 5 de junio lo que dio comienzo a la Guerra de los Seis Días.
Dicha guerra resultó en la toma del margen Occidental del río Jordán controlada por Jordania, de Jerusalén Oriental, las mesetas sirias del Golán, la Franja de Gaza controlada por Egipto y la península del Sinaí. Luego de finalizada la Guerra de los Seis Días, el gabinete del primer ministro Eshkol votó a favor de la retirada de todos los territorios ocupados (excepto Jerusalén Oriental) a cambio de la firma de un tratado de paz.
En setiembre de 1967, y en oposición a la política de Eshkol, ocho líderes árabes acordaron la declaración Jartoum, que condenaba a Israel y orientó la política entre los estados árabes hasta mediados de la década de 1970. Específicamente, la Declaración exigió el «No a la paz con Israel, no al reconocimiento y no a las negociaciones con Israel, e insistencia en los derechos de los palestinos en su propio país».
La resolución 242 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (22-11-1967), demandaba paz y reconocimiento del «derecho de toda nación a vivir libre de amenazas dentro de fronteras seguras y reconocidas», a cambio de la retirada de Israel de los territorios ocupados.
El conflicto que estalló en 1973, conocido como la Guerra de Iom Kippur (Día del Perdón) ya que tuvo lugar en uno de los días más sagrados del judaísmo, comenzó cuando tropas egipcias cruzaron el canal de Suez y tropas sirias intentaron retomar las mesetas del Golán, con apoyo militar y financiero de muchos estados árabes, incluyendo Arabia Saudita, Kuwait, Irak, Argelia, Libia, Túnez, Sudán y Marruecos. La guerra destruyó el mito de que Israel fuera invencible, pero al finalizar no significó un gran cambio en las fronteras.
En 1977 Menahem Begin resultó elegido primer ministro y terminó con la supremacía histórica de los laboristas.
Begin rechazó toda negociación con la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y alentó la idea de anexar Cisjordania. Mientras tanto, Estados Unidos convenció al presidente egipcio Anwar el Sadat de firmar los Acuerdos de Camp David, en 1977, que se tradujeron en la paz entre Egipto e Israel y la devolución del Sinaí a Egipto.
En junio de 1982 Israel invadió Líbano y arrasó Beirut en la operación militar «Paz para Galilea», pretextando detener la infiltración de guerrilleros palestinos. Las fuerzas de Arafat dejaron Líbano a cambio de que una fuerza franco-ítalo-americana garantizara la seguridad de los civiles.
Pese al acuerdo, en setiembre de 1982, centenares de refugiados palestinos fueron asesinados por milicianos derechistas en los campamentos de Sabra y Shatila, dentro del área controlada por el ejército israelí. El descontento dentro del propio Israel provocó una manifestación de más de 400 mil personas. Convocada por el movimiento «Paz Ahora», la movilización obligó a la formación de una comisión investigadora que responsabilizó en forma «indirecta» al ministro Ariel Sharon y a otros jefes militares por los asesinatos.
En diciembre de 1987, el sepelio de jóvenes palestinos muertos en un enfrentamiento con patrullas israelíes desembocó en nuevos choques, huelgas y manifestaciones civiles. Este fue el comienzo de la primera intifada (insurrección) que, desde el interior y usando piedras en lugar de armas, trastornó toda la política del Medio Oriente.
El 17 de enero de 1991, como respuesta al inicio de la primera Guerra del Golfo, Irak comenzó a lanzar misiles Scud sobre Israel, buscando obligar el ingreso del país en la guerra. Tal reacción no se produjo y por primera vez en su historia la defensa de Israel no estuvo a cargo de su ejército sino de baterías antimisiles Patriot manejadas por EE.UU.
Al fin de la guerra en marzo de 1991, Estados Unidos inició sondeos diplomáticos en torno a una propuesta de «paz por territorios». Dos meses después, Siria y Líbano firmaron en Damasco un tratado de «hermandad, cooperación y coordinación». Tal acuerdo constituyó una amenaza siria sobre la frontera norte de Israel, zona surcada por numerosos recursos fluviales.
Ese mismo año, Israel solicitó a Estados Unidos préstamos por valor de 10 mil millones de dólares, para aliviar su situación económica, agravada por la inmigración desde la ex Unión Soviética (según fuentes oficiales, las cifras oscilaban entre 250 mil y 400 mil entre los años 1989 y 1991).
El gobierno creó para los inmigrantes nuevos asentamientos en Cisjordania y el desempleo, pese a los esfuerzos por otorgarles trabajo, ascendió al 11% en 1991. En un intento por promover negociaciones de paz, Washington impuso la condición de que los nuevos préstamos no fuesen invertidos en asentamientos en los territorios ocupados.
Los asentamientos se convirtieron así en un arma de doble filo para el gobierno de Yitzhak Shamir. Aunque era vital que el Congreso estadounidense aprobara los préstamos para continuar esa política, los palestinos y países árabes exigían su cese para proseguir las conversaciones de paz.
El 30 de octubre de 1991 se celebró en Madrid una Conferencia por la Paz en Medio Oriente, patrocinada por Estados Unidos y la Unión Soviética. Cientos de miles de manifestantes israelíes reclamaban al gobierno la negociación y el diálogo con los palestinos y los vecinos árabes. Asistieron a la conferencia delegaciones de Jordania, Líbano, Siria e Israel; los palestinos integraron la delegación jordana, ante la negativa israelí de negociar directamente.
En junio de 1992 los laboristas obtuvieron una decisiva victoria en las elecciones generales. Yitzhak Rabin fue nombrado primer ministro. De inmediato se detuvo la construcción de viviendas en los territorios ocupados, y Estados Unidos levantó el bloqueo en los préstamos a Israel.
Luego de meses de negociaciones secretas en Oslo, Noruega, las autoridades de Israel y los líderes de la OLP firmaron, en setiembre de 1993, en Washington, una Declaración de Principios sobre los Acuerdos de Autogobierno Interino. Los Acuerdos de Oslo preveían la instalación de un sistema de autonomía limitada para los palestinos en la Franja de Gaza y en la ciudad de Jericó, por un período de cinco años. El régimen abarcaría luego a toda Cisjordania.
El acuerdo fue cuestionado por la oposición del grupo radical palestino Hamas y el pro-iraní Hezbollah. A su vez, los colonos israelíes de los territorios ocupados, armados por el gobierno, rechazaron el acuerdo (que preveía su retiro junto al del ejército israelí).
La situación hizo eclosión el 25 de febrero de 1994 cuando un integrante del movimiento ultraderechista israelí Kach del rabino Meir Kahanes, Baruch Goldstein, mató a varios palestinos que oraban en la Tumba de los Patriarcas, en Hebrón.
A comienzos de mayo de 1994 el primer ministro israelí, Yitzhak Rabin y el presidente de la OLP, Yasser Arafat, firmaron en El Cairo el acuerdo de autonomía para Gaza y Jericó. A fines de ese mes, el ejército israelí se retiró de Gaza, lo que puso fin a 27 años de ocupación (ver Palestina).
En 1995, la división de la sociedad israelí en torno al proceso de paz con los palestinos fue creciendo hasta desembocar en el asesinato de Rabin, a manos de un joven israelí de extrema derecha. El también laborista Shimon Peres sucedió a Rabin, pero fue derrotado en las elecciones generales de mayo de 1996, por el derechista Biniamin Netaniahu.
La vuelta al poder de la derecha frenó las negociaciones con Palestina, agudizó las tensiones y puso al país al borde de una nueva guerra. En setiembre, el gobierno autorizó la apertura de un túnel bajo el Monte del Templo, el lugar más sagrado para los judíos, pero también sede de la mezquita de Al-Aqsa, tercer lugar sagrado del Islam. Esto provocó la reacción palestina y los consecuentes disturbios y muertes.
Netanyahu, duro crítico de Rabin por haber dialogado con Arafat y la OLP, se reunió con el líder palestino en numerosas oportunidades, a fines de 1996 y comienzos de 1997, para negociar el retiro completo de las tropas israelíes de la ciudad de Hebrón, en Cisjordania.
En marzo de 1997, anuncios del gobierno hablaban de su voluntad de construir un nuevo asentamiento en las colinas de Har Homa, en la periferia palestina de Jerusalén. La Autoridad Palestina y Estados Unidos rechazaron la construcción (contraria al espíritu de los acuerdos de Oslo) y el diálogo se paralizó.
Ehud Barak, un general retirado, había sustituido a Peres en la conducción del Partido Laborista y se convirtió en el líder de la oposición en 1996. Peres quería un acercamiento con el partido conservador Likud para formar un gobierno de unidad que permitiera relanzar el proceso de paz detenido.
Luego de fuertes presiones internacionales, Netanyahu aceptó la propuesta estadounidense de buscar un acuerdo para destrabar el proceso de paz y se reunió con el presidente estadounidense Bill Clinton y Arafat en el río Wye en EE.UU. Israel se comprometió a devolver territorios palestinos a cambio de que el gobierno de Arafat aceptara la supervisión de organismos de inteligencia estadounidenses en su lucha contra el terrorismo de sectores islámicos. El acuerdo –que debilitó a Arafat ante sus enemigos internos– provocó la caída del gobierno del Likud. El laborismo acompañó la firma de los acuerdos, pero la coalición gobernante se disolvió y varios parlamentarios del Likud abandonaron el partido.
El primer ministro Barak ordenó, a fines de mayo de 2000, el total retiro de las tropas del sur de Líbano, ocupadas desde 1982.
Del 11 al 25 de julio una nueva cumbre en Camp David, Estados Unidos, fracasó, entre otras razones, porque Israel no replegó sus fuerzas de los territorios palestinos y hubo bloqueos tras cada atentado terrorista cometido por los extremistas.
La visita del líder del Likud Ariel Sharon a la Explanada de las Mezquitas, lugar sagrado para musulmanes y judíos, desató el 28 de setiembre de 2000 una nueva insurrección palestina, comúnmente conocida en la actualidad como la Segunda Intifada o la Intifada Al-Aqsa, con cientos de víctimas, la mayoría árabes. Este período también estuvo marcado por la creciente frecuencia de bombardeos suicidas contra objetivos civiles israelíes por grupos tales como Jihad Islámica, Hamas, Hizbullah y la Brigada de Mártires Al Aqsa. Ariel Sharon también incrementó su política de «asesinatos selectivos» contra líderes palestinos.
Barak renunció en diciembre y Sharon ganó las elecciones. El mandato de Sharon se tradujo en una ruptura efectiva de los Acuerdos de Oslo. Arafat incrementó la represión sobre las organizaciones islamistas, pero la crítica situación social dio nuevos bríos a la intifada. Durante los meses siguientes los combates se multiplicaron y todos los intentos por imponer una tregua se vieron frustrados.
Luego de los ataques terroristas contra Washington y Nueva York el 11 de setiembre de 2001, Sharon intensificó su ofensiva contra la rebelión palestina. Los efectos de la guerra comenzaron a sentirse también en la economía israelí, que no sólo quedó sin mano de obra barata (al prohibirse la entrada a Israel de los trabajadores palestinos), sino que perdió consumidores, debido a que los territorios palestinos se habían convertido en el primer mercado exterior de Israel.
Tropas israelíes realizaron la búsqueda de los asesinos del ministro de turismo, Rehavim Ze'evi, en territorios palestinos y cercaron el cuartel general de Arafat en Ramallah, en octubre de 2001. Sharon exigió a Arafat la entrega de los asesinos de Ze'evi y todo diálogo quedó trunco. Las protestas contra la ofensiva se generalizaron en varios países.
El ejército se retiró en enero de 2002, poco antes de la llegada del enviado estadounidense Anthony Zinni –aunque el cuartel de Arafat siguió sitiado–.
El 23 de febrero de 2002 helicópteros israelíes atacaron con misiles el cuartel general de Arafat en Ramallah. El líder palestino resultó ileso. Horas antes, palestinos habían matado a seis soldados israelíes en un puesto fronterizo. En mayo, el Likud votó en contra de la creación de un Estado palestino, a pedido de Netanyahu, principal rival de Sharon dentro del partido. Netanyahu argumentó que un Estado palestino al oeste del río Jordán significaría una «amenaza mortal» para Israel, en tanto el principal negociador palestino, Saeb Erekat, respondió que la votación minaba cualquier intento de acuerdo de paz. La votación del Likud significó una fuerte derrota para Sharon, quien había apoyado públicamente la creación de un Estado palestino en el territorio de Israel.
Entre junio y julio de 2002, se intensificaron los ataques terroristas y las detenciones y muertes de líderes palestinos. Israel comenzó entonces la construcción de una barrera (muro) de contención en la frontera de Cisjordania, con el pretexto de evitar el ingreso de terroristas suicidas a territorio israelí. Aparte de generarse protestas contra la construcción del muro, se recibieron críticas con respecto a su ruta, lo cual se consideró como un intento por ganar tierras palestinas, dado que no sigue la Línea Verde reconocida por la ONU en 1948 sino que entra en áreas de Cisjordania.
La tensión con Líbano se reactivó en setiembre de 2002, con el proyecto de Beirut de desviar el 10% de las aguas del río Wazzani, que nace en Líbano y provee agua potable a Israel. Sharon dijo que el proyecto podría desatar la guerra y presentó una denuncia ante Naciones Unidas. Líbano, por su parte, argumentó que el volumen de agua a extraer –menos de 10 millones de metros cúbicos de los 50 millones del flujo anual de río– se ajustaba al derecho internacional.
En octubre de 2002, el Partido Laborista rechazó la propuesta de Sharon de invertir dinero en los asentamientos judíos en la Franja de Gaza. El Partido Laborista liderado por Ben-Eliezer abandonó la coalición de gobierno de unidad nacional. El intento de Sharon de formar una nueva alianza con los partidos de derecha fracasó, forzándolo a llamar a elecciones en enero, nueve meses antes de lo previsto.
El Likud ganó las elecciones de enero de 2003, asegurándose 37 de los 120 escaños. La derrota del Partido Laborista, que bajó de 25 a 19 escaños, le planteó un nuevo problema a Sharon, ya que se vio impedido de formar una coalición que tuviera el control del Parlamento. El Likud se vio obligado a considerar nuevamente la alianza con los sectores de ultraderecha y los ortodoxos, lo que podría dañar su buena relación con Washington. EE.UU. propugna la creación de un Estado Palestino, algo que los partidos conservadores israelíes rechazan.
El año 2003 estuvo signado por la guerra contra Irak. En Israel, entre continuos ataques suicidas de los palestinos y repetidas incursiones del ejército israelí sobre los territorios de Gaza y Cisjordania, el temor de que posibles misiles iraquíes cayeran sobre su territorio se mantuvo latente.
A fines de abril de 2003, luego de finalizadas las «principales operaciones de combate» en Irak, EE.UU., Rusia, la UE y la ONU dieron a conocer el «Mapa de Ruta» para la paz en Medio Oriente, el cual concebía un Estado Palestino para el año 2005.
En noviembre, tras el establecimiento de un nuevo gobierno palestino, con Ahmed Qorei como primer ministro, se renovaron las posibilidades de reanudar el diálogo. El 27 de ese mes, representantes israelíes y palestinos se reunieron en Londres para lanzar un nuevo plan de paz apoyado por EE.UU. Ese día, en declaraciones a la prensa, Sharon anunció «importantes medidas unilaterales» tendientes a aliviar la tensión con los palestinos y reconoció que Israel tendría que hacer «dolorosas concesiones».
Mientras tanto, se llevaban a cabo negociaciones extra-gubernamentales en torno a un Anteproyecto de Acuerdo sobre un Estatus Permanente, más comúnmente conocido como el Acuerdo de Ginebra. Se alcanzó un acuerdo extraoficial entre líderes prominentes de campos de paz en ambos lados del conflicto, entre ellos, Yossi Beilin, líder de Yachad (que significa «Juntos») quien también participó en la gestación de los Acuerdos de Oslo, y el ex-Ministro palestino Yasser Abed Rabbo. Al mes de diciembre de 2003, la gran mayoría de los palestinos (78%) conocía muy poca o ninguna información acerca del Acuerdo de Ginebra, publicado tanto en el periódico al-Ayyam como en al-Quds. Entre ellos, menos de un 10% lo había leído. Entre aquellos que lo habían leído, la mayoría no estaba de acuerdo con sus conceptos centrales (retirada, condición de estado, Jerusalén, refugiados, y finalización del conflicto).
Entre los israelíes existía un mayor conocimiento acerca del contenido del Acuerdo, que fue intensamente debatido en la prensa israelí. El apoyo de la opinión pública al acuerdo rondaba el 30%, según encuestas.
A dos años y medio del comienzo de la segunda intifada, diferentes informes hablaban de casi 5 mil muertos y 43 mil heridos en ambos bandos. De los 3.855 palestinos caídos, 522 eran niños y 166 mujeres. El ejército israelí dio cuenta de 900 muertos, de los cuales unos 600 cayeron en ataques suicidas con bombas. Hubo 60.678 detenidos por Israel durante este período.
En febrero de 2004, el primer ministro dio a conocer su plan, que incluía el desmantelamiento de 17 de los 21 asentamientos judíos en Gaza, con 5 mil colonos, y algunos más en Cisjordania, siguiendo el «Mapa de Ruta».
Al mismo tiempo, y dando razón a las voces palestinas que anunciaban un intento de Sharon de avanzar en Cisjordania, continuaba la construcción del muro, con cambios en el trazado original, el desmantelamiento de algunos tramos (como el que aisló durante un año Baka al-sharqia, antes de volver a territorio cisjordano). La Autoridad Palestina denunció que se proyectaba construir un segundo muro a lo largo del valle del Jordán.
Las reacciones a favor y en contra del muro recorrieron virtualmente cada rincón del planeta. En el intento por conquistar a la opinión pública desde ambos lados, los palestinos hablaban de «muro de separación» o «muro del apartheid» y los israelíes de «valla de contención». Al mismo tiempo, nuevos ataques suicidas palestinos en Jerusalén, desataron incursiones militares israelíes en Ramallah. El gobierno de Sharon se encontraba profundamente dividido en torno a la propuesta de una retirada militar definitiva de la Franja de Gaza.
En octubre, las fuerzas israelíes mataron a más de 70 personas, demolieron las casas de cientos de palestinos y derribaron obras de infraestructura, en lo que constituyó el ataque más cruento en la Franja de Gaza en años. La ofensiva se realizó luego de que dos niños israelíes murieran tras el impacto de un proyectil de Hamas.
Ese mes Arafat fue trasladado a París, para ser tratado por una misteriosa enfermedad; falleció el 11 de noviembre.
Tras las elecciones de enero de 2005, Mahmoud Abbas asumió como presidente de la Autoridad Palestina, lo que generó esperanzas de un nuevo ámbito de negociación entre palestinos e israelíes.
Enseguida del nombramiento, varios ataques palestinos contra objetivos israelíes parecieron desbaratar las esperanzas de diálogo. Sin embargo, en febrero, Abbas consiguió convencer a Hamas y a la Jihad de que le otorgaran un período extraoficial de alto al fuego. Con este frágil marco, Abbas y Sharon anunciaron la voluntad de encontrarse en Egipto para iniciar conversaciones.
Pese a las protestas de los colonos, la planificada retirada de Gaza –efectivizada por el ejército israelí, que siguió desmantelando asentamientos– continuó en setiembre y octubre.
El presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad, hizo varias declaraciones públicas, a fines de 2005, en las que defendió la idea de que Israel fuera «borrado del mapa» o bien, que «Alemania y Austria pueden proveer dos o tres provincias para que el régimen sionista se instale» con lo que, según él, quedaría resuelto el problema. El gobierno israelí, mientras tanto, seguía denunciando la necesidad de que se tomaran medidas rápidamente para terminar con el programa nuclear iraní.
Sharon sufrió un infarto cerebral en diciembre, y el vice primer ministro Ehud Olmert lo reemplazó en forma interina. Sharon había fundado un nuevo partido de centro, Kadima, con el que planeaba postularse a un tercer mandato.
Cuando, en enero de 2006, Hamas ganó elecciones palestinas, Israel declaró que no negociaría hasta que el grupo abandonara las armas.
Olmert ganó las elecciones de marzo y se comprometió a seguir adelante con los planes de delimitar las fronteras definitivas de Israel. Su partido, el Kadima obtuvo 28 de los 120 escaños del Parlamento. El Likud quedó en quinto lugar con apenas cinco escaños.
El líder de Hamas, Ibrahim Hamad, fue capturado por tropas israelíes durante un incursión en Ramallah, en mayo de 2006.
En julio, con el pretexto de rescatar a dos soldados israelíes secuestrados por militantes libaneses de Hezbollah, Israel lanzó ataques aéreos y marítimos contra el sur de Líbano. El objetivo declarado fue acabar con el grupo que, según Tel Aviv, gobernaba el sur de Líbano, con el apoyo de Siria e Irán, y eliminar su capacidad de lanzamiento de misiles katiuska contra ciudades israelíes del norte.
Con el apoyo incondicional de Estados Unidos –al que numerosos analistas consideraban coautor del plan de ataque– y ante un inesperado poder de respuesta de Hezbollah –que logró incluso alcanzar un barco de guerra con sus misiles–, miles de soldados israelíes entraron a Líbano en agosto. Al mismo tiempo, continuaron los bombardeos a las ciudades y la presión internacional para un cese inmediato al fuego aumentó. Los daños a la infraestructura y a la economía libanesa fueron incalculables; las pérdidas en Israel llegaron a 5 mil millones de dólares. Ninguno de los objetivos iniciales fueron logrados.
En mayo de 2007, se publicó un informe que marcaba graves errores cometidos por Olmert durante el conflicto. La cancillería, la oposición e incluso miembros de Kadima exigieron su renuncia.
En junio, el presidente Moshe Katsav renunció a su cargo luego de ser acusado de violación por varias mujeres que habían trabajado para el. Tras la renuncia, Katsav se declaró culpable de delitos sexuales, como parte de una sentencia acordada con la Fiscalía, evitando así ser juzgado por cargos de violación.
Washington y Tel Aviv firmaron un acuerdo, en julio, por el cual Estados Unidos se comprometía a prestar ayuda militar por más de 3.000 millones de dólares en los siguientes diez años. Olmert declaró que Estados Unidos estaba «comprometido a mantener la superioridad militar (israelí) sobre los estados árabes».