Entre los años 2000 y 1000 a.C. la península italiana recibió el aporte de pueblos indoeuropeos provenientes de Europa Central. En ese período se desarrollaron dos áreas culturales homogéneas: una en la parte septentrional, que se caracterizó por la construcción de palafitos y la incineración de los restos mortuorios, y otra en la zona meridional, que se abrió a las influencias de las civilizaciones mediterráneas. A fines del segundo milenio a.C. fuertes corrientes migratorias debilitaron la cultura septentrional y fragmentaron a la meridional. Surgió una multiplicidad de culturas regionales (latina, ligur, véneta, villanoviana e ilírica entre otras). La fundación de colonias griegas a partir del siglo VIII a.C. se convirtió en un elemento culturalmente significativo. Por su parte las ciudades de Sicilia, originariamente poblada por los pueblos sicanos, sículos y elimios, y Cagliari, en Cerdeña, fueron fundadas por los fenicios.

Al desintegrarse el Imperio Hitita, los etruscos se establecieron al norte del río Tíber por el año 900 a.C. Su influencia se extendió por el valle del río Po hasta fines del siglo VI, cuando la presión de los celtas logró quebrar la unidad territorial de sus dominios.

Según la leyenda, en el año 753 a.C. Rómulo fundó la ciudad de Roma y durante el octavo siglo las colonias de las colinas Palatina, Esquilina, Quirinal y Capitolina comenzaron un proceso de unión, que tenía un lugar común de encuentro: el foro. La primera forma de gobierno fue una monarquía electiva –y no hereditaria– limitada por un Senado y una asamblea de los clanes, encargada de otorgar el imperium o mandato.

Existían dos clases sociales: los patricios, que podían integrar el Senado y los plebeyos, que debían unirse para defenderse de los abusos de los grandes propietarios de tierras.

Con el Rey Tarquino Prisco (616-578), Roma entró en la Liga Latina. La pobreza de los plebeyos y el sistema de esclavitud por deudas llevó a que en el año 509 se expulsara a los reyes. En el siglo V se promulgaron las doce tablas de la ley, válidas también para los plebeyos. Tras violentas luchas, éstos lograron incluir sus derechos en las disposiciones legales.

Las Guerras Púnicas contra Cartago (siglo III) permitieron a Roma, otra vez, expandir sus posesiones y a comienzos del siglo II, tras desplazar a los macedonios, se hizo protectora de Grecia. En pocos años, Asia Menor, el noreste de la Galia, España, Macedonia y Cartago (con el norte de África) cayeron en manos romanas.

A fines del siglo II, los tribunos Tiberio y Cayo Graco fueron asesinados por los nobles –junto con 3 mil de sus seguidores– por favorecer a los plebeyos. Octavio se consolidó como primer emperador en el año 27 a.C., iniciando un largo período de paz.

El Imperio, que nació dominando tierras desde el río Rhin en Germania hasta el norte de África, abarcaba además toda la península ibérica y los actuales territorios de Francia, Gran Bretaña, Europa Central y Oriente Medio hasta Armenia. Su expansión duró hasta comienzos del siglo II, cuando los disturbios internos volvieron a sumir a Roma en el caos.

En el año 330 el emperador Constantino trasladó la capital del Imperio hacia Bizancio –llamada Nueva Roma–, se convirtió al cristianismo, prohibió las crucifixiones y defendió las fronteras contra los francos, alemanes y godos. A la muerte de Teodosio (año 395), el Imperio se dividió en el de Occidente y el de Oriente.

El final del siglo V se caracterizó por las invasiones mongolas y de otras tribus del norte y las luchas de Bizancio por recuperar los territorios perdidos. A mediados del siglo VI, Italia volvió a ser una provincia, pero los lombardos, dirigidos por sus jefes militares llamados duces, conquistaron el norte de la península.

Desde el traslado de la capital imperial a Bizancio, los obispos romanos se presentaron como una alternativa de poder en la ciudad. Cuando los reyes lombardos empezaron a defender el cristianismo por las armas, contra los enemigos de la ciudad, los obispos –ya denominados papas– abandonaron la alianza, para mantener su poder temporal.

En el año 754 el Papa Esteban II pidió ayuda a Pipino el Breve y en reciprocidad lo coronó rey de los francos. Luego de derrotar a los lombardos, Pipino entregó al Papa el centro de la península. Carlomagno, hijo de Pipino, fue coronado Rey y Emperador de Roma en el año 800, pero las invasiones musulmanas de mitad de siglo dejaron a la región nuevamente sin gobierno.

Entre los siglos IX y X, la iglesia formó los Estados Pontificios en la zona central, Roma inclusive. La falta de un poder central favoreció, a partir del siglo XII, el autogobierno de varias ciudades que, con el gran desarrollo del comercio, la manufactura y el artesanado, desafiaron a las autoridades de un imperio que era meramente nominal.

Cuando la lucha entre los güelfos –partidarios del papado– y los gibelinos –defensores del imperio– se extendió, el Papa Inocencio VI decidió refugiarse en Avignon (siglo XIV). La prosperidad y estabilidad de ciudades como Venecia, Génova, Florencia y Milán, produjo, dos siglos después, el movimiento intelectual y artístico del Renacimiento.

A comienzos del siglo XVI la península fue atacada por franceses, españoles y austríacos, que se disputaban Italia. En 1794 Napoleón Bonaparte entró en el país y expulsó a los austríacos. Cuatro años después ocupó Roma y creó la República Romana y la República Partenopea en Nápoles. Sólo dos estados italianos quedaron fuera de la dominación napoleónica: Sicilia y Cerdeña, donde gobernaba Víctor Manuel I. El emperador francés abolió el poder temporal de los papas y deportó a Pío VII a Savona.

Después de la caída de Napoleón, en 1814, el Congreso de Viena (1815) restauró la situación pre-napoleónica, reincorporó Génova a Saboya y la zona del Véneto y Lombardía a Austria. La lucha por la independencia italiana recibió un nuevo impulso. En 1852 Víctor Manuel II (de Saboya) nombró a Camillo Benso Di Cavour presidente del consejo de ministros. Artífice de la unificación, Cavour logró que el reino sardo-piamontés se convirtiera en el Reino de Italia, del que sólo Roma y el Véneto quedaron excluidos. En 1870 los italianos invadieron Roma y ante la negativa del Papa Pío IX a entregar el poder temporal, lo confinaron en el Vaticano, donde sus sucesores permanecieron hasta 1929. El Rey Humberto I firmó la Triple Alianza con Austria-Hungría y Alemania en 1878 y comenzó la conquista colonial de Eritrea y Somalía en África.

Al influjo de los sucesos de la Comuna de París, en 1872 se formó la primera organización socialista de Italia, que en 1892 dio origen al Partido Socialista (PSI). La industrialización –principalmente textil– que se desarrolló en esos años le facilitó la inserción en el norte del país, pero no logró los mismos resultados en el sur agrícola y relativamente más atrasado. La encíclica Rerum Novarum (1891) orientó a los católicos hacia la militancia sindical.

Al estallar la Primera Guerra Mundial, en 1914, Italia se mantuvo neutral, pero ante las presiones de sectores nacionalistas y de izquierda, terminó declarando la guerra a sus viejos aliados de la Triple Alianza.

Al finalizar la guerra, Benito Mussolini –expulsado del PSI por haber apoyado el ingreso a la guerra– canalizó el resentimiento por los insuficientes resultados de la contienda, con una mezcla de nacionalismo y pragmatismo.

En 1921 una escisión encabezada por Amadeo Bordiga y Antonio Gramsci formó el Partido Comunista (PCI), dejando al PSI sin su ala más radical.

Tras sucesivas crisis de gobierno y luego de una impresionante marcha sobre Roma, Víctor Manuel III ofreció el gobierno a Mussolini. Una reforma electoral le otorgó mayoría al Partido Fascista, maniobra que denunció el dirigente socialista Giácomo Matteotti, a quien asesinaron, en 1924, adictos al Duce (Mussolini). Una nueva Constitución implantó la censura de prensa y en 1929 se firmó el Pacto de Letrán con el Vaticano, por el cual se restablecía el poder temporal de los papas, con lo que el gobierno ganó apoyo entre los católicos.

La política internacional de Mussolini se dirigió casi exclusivamente a la conquista de colonias. En 1936 Italia invadió Etiopía y un año después se constituía el Imperio Italiano de África Oriental. Durante la Guerra Civil Española se estrecharon los lazos con la Alemania hitleriana conformando el eje Roma-Berlín. En abril de 1939 las tropas italianas tomaron Albania.

En junio de 1940 Italia declaró la guerra a Gran Bretaña y a Francia, y en octubre invadió Grecia. Los fracasos militares en el norte de África y Grecia llevaron a Alemania a correr en su auxilio. Los aliados invadieron Sicilia en julio de 1943 y muy pocos días después el Gran Consejo Fascista pidió al rey que reasumiese sus poderes. Humberto I destituyó e hizo encarcelar a Mussolini y nombró primer ministro a Pietro Badoglio. Cuando Bodoglio concertó un armisticio con los aliados, los alemanes invadieron la península y rescataron a Mussolini. El Duce fundó entonces la República Social Italiana (en Saló), donde actuó como títere de los alemanes hasta que en abril de 1945 fue capturado y ejecutado por resistentes comunistas. Los resistentes, conocidos como partisanos –entre los que también había democristianos, socialistas, republicanos, radicales y liberales– jugaron un papel crucial en la caída del fascismo, especialmente entre 1943 y el final de la guerra.

Al final de la guerra, 444 mil italianos murieron –incluyendo de 280 mil civiles– y se perdieron todas las colonias. El rey traspasó el poder a su hijo Humberto II. Un referéndum en junio de 1946 decidió la formación de una república. El Partido Demócrata Cristiano, liderado por Alcide de Gasperi, ganó una mayoría relativa en las primeras elecciones y organizó el gobierno. Esos comicios marcaron el inicio de la hegemonía demócrata cristiana. En mayo de 1948 Luigi Einaudi, también del PDC, fue elegido primer presidente de Italia.

La Conferencia Internacional de 1946 permitió a Italia seguir administrando Somalía, situación prolongada hasta 1960. Durante la década de 1950 el país participó en la reconstrucción europea y en 1957 firmó como fundadora el tratado que creó el Mercado Común.

Entre 1952 y 1962 se duplicó el ingreso promedio de los italianos, como fruto del desarrollo de la industria, la que pasó a ocupar el 38% de la mano de obra italiana. Al mismo tiempo la agricultura bajó un 11% su nivel de ocupación, lo que produjo migraciones del campo a la ciudad y del sur hacia el norte. El triángulo industrial conformado por Milán, Turín y Génova concentró a millones de personas que empezaron a hacinarse y a vivir en condiciones inferiores a las que predominaban en el resto de Europa.

Después de sucesivas victorias relativas, en 1961 el PDC inició su apertura hacia la izquierda, buscando alianzas con socialistas y socialdemócratas. El PCI, a pesar de su fuerte presencia electoral, fue permanentemente excluido de los gabinetes. La crisis económica e institucional que se instaló en dicho decenio llevó a que grupos radicalizados de la derecha y la izquierda buscaran cambios por medio de la violencia: la extrema derecha con bombas, las izquierdistas Brigadas Rojas con el secuestro político. En 1978 el secuestro y asesinato del ex primer ministro Aldo Moro terminó de aislarlas.

Según la Constitución de 1948, el presidente debe elegir un primer ministro que cuente con respaldo en el parlamento. Hasta 1978, con la elección del socialista Sandro Pertini, todos los presidentes pertenecían al PDC. Francesco Cossiga (elegido en 1985) continuó con la tradición de presidentes demócratas cristianos.

El sistema político se mostró firme en su forma pero muy inestable en sus contenidos. Los gabinetes elegidos luego de trabajosos acuerdos sólo lograban mantenerse algunos meses (excepto el del socialista Bettino Craxi, que se mantuvo desde 1983 hasta 1987). Las denuncias contra el gobierno del demócrata cristiano Arnaldo Forlani, que lo vinculaban con la logia Propaganda Due, provocaron su caída en mayo de 1981.

En febrero de 1991, el PCI se convirtió en el Partido Democrático de Izquierda (PDS), que solicitó ingreso a la Internacional Socialista. En diciembre de 1991 un grupo disidente creó el Partido de la Refundación Comunista (PRC).

En las elecciones de abril de 1992, el oficialismo perdió la mayoría absoluta en el parlamento, por primera vez desde 1946. Días después, Giulio Andreotti anunció la dimisión de su gobierno y el presidente Cossiga renunció. El impacto nacional causado por el asesinato, a fines de mayo en Sicilia, del juez Giovanni Falcone, enemigo número uno de la Mafia, incidió para que una mayoría circunstancial eligiera presidente al demócrata cristiano Oscar Luigi Scalfaro.

Dos meses después del asesinato del juez Falcone, la Mafia mató a Paolo Borsellino, sucesor de Falcone en las investigaciones contra el crimen organizado.

En 1993 una investigación permitió develar un complejo sistema de operaciones ilegales que involucraba a políticos de todas las tendencias, a empresarios y a la Mafia. Más de mil dirigentes políticos y empresariales fueron procesados en el operativo «Manos limpias», entre ellos los ex primeros ministros Bettino Craxi y Giulio Andreotti.

Entre 1980 y 1992, la corrupción arrebató de las arcas del Estado unos 20 mil millones de dólares. Además, a raíz de los pagos ilegales otorgados a funcionarios y políticos, las inversiones públicas italianas eran un 25% más costosas que en el resto de la Comunidad Europea.

En 1986, a raíz de la apertura del primer restaurante de comida rápida McDonald's en Roma, el periodista de izquierda Carlo Petrini fundó el Movimiento de Comida Lenta para protestar por la homogenización de la comida en todo el mundo, con el fin de conservar las tradiciones gastronómicas locales.

El PDS, menos afectado por los escándalos de corrupción que socialistas y democristianos, era favorito para las elecciones legislativas de marzo de 1994. Sin embargo, en pocos meses el magnate de los medios de comunicación Silvio Berlusconi creó el partido Forza Italia que, aliado con la federalista Liga del Norte, de Umberto Bossi, y la neofascista Alianza Nacional (AN), de Gianfranco Fini, conquistó la mayoría absoluta en el parlamento.

Berlusconi fue nombrado primer ministro, y en junio consolidó su popularidad cuando Forza Italia triunfó en las elecciones europeas.

En octubre, los sindicatos se opusieron a la reforma de las jubilaciones y pensiones propuesta por el primer ministro, ya que según ellos limitaba las prestaciones, aumentaba los aportes y privatizaba parte del sistema. En diciembre, Bossi –que pese a su escaso peso electoral contaba con casi un quinto de los diputados– retiró su apoyo al gobierno y Berlusconi renunció.

En abril de 1996, la coalición de centroizquierda El Olivo, liderada por el ex democristiano Romano Prodi y apoyada por el PDS, triunfó en las elecciones legislativas. Nombrado primer ministro, Prodi formó un gobierno con dirigentes del PDS y notorias personalidades conservadoras –Ciampi o el propio Fini–, pero también ingresaron ex comunistas al gabinete y Refundación Comunista apoyó al gobierno.

En octubre de 1997 el Partido Comunista amenazó con retirar su apoyo a Prodi si el gobierno no aceptaba la reducción a 35 horas de la semana de trabajo. En octubre de 1998 se repitió el conflicto y Prodi renunció. Para no entregar el gobierno a la derecha, la alianza de centroizquierda postuló como primer ministro a Massimo D'Alema, ex-comunista y líder del PDS, que fue confirmado por el presidente Scalfaro el 21 de octubre.

En julio de 1998 un tribunal de Milán condenó a dos años y nueve meses de prisión a Silvio Berlusconi y otras siete personas por el pago de sobornos a la policía financiera italiana. Sin embargo, ninguno de los condenados cumplió su condena, ya que según la denominada «Ley Sinconi», que había entrado en vigor dos semanas antes, sólo habría reclusión con penas superiores a los tres años.

El banquero y ex primer ministro Carlo Azeglio Ciampi, de 78 años, ganó la presidencia en mayo de 1999. En junio asumió Berlusconi nuevamente como primer ministro, liderando una coalición de centro-derecha en las elecciones generales. El nuevo premier formó un gobierno de coalición de idéntica conformación que el anterior (Bossi y Fini).

En enero de 2002 el euro reemplazó a la lira, pero Italia fue el único país participante en la nueva moneda que no lo celebró. En respuesta a críticas de sus colegas derechistas en el gabinete, el canciller Renato Ruggiero renunció. Berlusconi asumió el cargo de canciller.

En noviembre de 2002 Andreotti fue sentenciado a 24 años de cárcel por haber ordenado a la Mafia a asesinar a un periodista en 1979. El ex presidente no fue a prisión por su avanzada edad (84 años).

A pesar de la masiva oposición popular a la guerra de Irak, en marzo de 2003, Berlusconi envió tropas para unirse a las fuerzas de coalición lideradas por Estados Unidos.

En mayo de ese año Berlusconi compareció ante el tribunal de Milán por un presunto delito de soborno a jueces romanos en relación con la venta de la empresa alimentaria SME en 1985. En junio, el parlamento aprobó una ley de inmunidad para los altos cargos del Estado durante su mandato, para evitar la «indignidad» a Berlusconi, quien asumiría en julio la presidencia de la Unión Europea. En noviembre, 19 soldados italianos murieron en Nasiriyah, Irak, por un ataque con coche-bomba. Fue la mayor pérdida militar italiana desde la Segunda Guerra Mundial.

En diciembre Italia experimentó una crisis de repercusión mundial cuando se descubrió el fraude de 14.300 millones de euros que había realizado Parmalat, primer grupo industrial del país en el rubro alimenticio. El gobierno intervino económicamente para «salvaguardar el empleo, no a los accionistas ni a la directiva» de este imperio, integrado por 197 fábricas en 30 países y 36 mil empleados –cuatro mil en Italia–.

El Tribunal Constitucional italiano declaró ilegal, en enero de 2004, la ley que otorgaba inmunidad a Berlusconi y otros altos cargos del Estado durante su mandato.

Durante la visita a Italia del presidente estadounidense George W. Bush, en junio, miles de personas manifestaron en la capital en contra de la guerra en Irak y del visitante. Las protestas fueron realizadas poco después de que el Papa Juan Pablo II reiterase la condena a la acción de EEUU en Irak.

El primer ministro Berlusconi fue absuelto de los cargos de corrupción que pesaban en su contra en diciembre De todas formas, los cuatro años de juicio significaron, según los analistas, un duro golpe a la imagen del político.

La coalición de gobierno sufrió una aplastante derrota en las elecciones regionales de abril de 2005. Berlusconi renunció y enseguida fue reasignado a su cargo, por el presidente Carlo Ciampi. Ese mismo mes, el parlamento ratificó la constitución europea, que fue firmada en octubre por los 25 jefes de estado de la UE, en Roma –en la misma sala donde, en 1957, nació el bloque–.

En abril, Prodi ganó las elecciones generales por un ajustado margen, al frente de una coalición de centro-izquierdista. Berlusconi, quien primero denunció fraude, terminó concediendo su derrota luego de que la comunidad internacional reconociera a Prodi como nuevo primer ministro. El mismo mes, el hombre más buscado de Italia, Bernardo Provenzano –considerado el capo de la mafia siciliana– fue apresado en una granja de Sicilia. El tratturi –tractor, según se lo conocía en el ambiente– había sido condenado a cadena perpetua, en ausencia, por la muerte de 2 jueces, en 1992.

El ex comunista Giorgio Napolitano fue electo presidente, en mayo de 2006, con 543 votos en 1009 posibles. Ese mes, al asumir Prodi como premier, denunció la existencia de «una crisis moral en Italia». Se comprometió a «sacudir» el país y a retirar las tropas italianas de lo que llamó la «el grave error de la ocupación» de Irak.

En febrero de 2007, el gobierno aprobó una ley que reconocía las uniones de hecho, tanto de parejas heterosexuales como homosexuales. Esto despertó las criticas de la oposición y agrias recriminaciones del Vaticano, en explícito desacuerdo con la inclusión de las parejas homosexuales.