El territorio de la actual Liberia –antes Costa de Granos– estaba habitado por 16 pueblos diferentes. En el este y noreste vivían los de lengua mande, entre ellos los mandingos. Después de la llegada de los portugueses, los mandingos desempeñaron el papel más importante, esparciéndose por todo el territorio como negociantes, artesanos y principales divulgadores del Islam.

Antes de que el presidente estadounidense Abraham Lincoln decretara la abolición de la esclavitud en 1865 –en una iniciativa política destinada a debilitar a los estados del sur–, los libertos representaban un problema social para los terratenientes esclavistas sureños. Para solucionarlo se procedió a «repatriarlos». Pensando que un africano se sentiría en su casa en cualquier sitio de África, se proyectó desembarcarlos en la colonia británica de Sierra Leona.

En 1821, la American Colonization Society compró un trozo de territorio leonés y fundó la ciudad de Monrovia, llamándola así en homenaje al entonces presidente estadounidense James Monroe.

Pero la mayoría de los libertos optaron por quedarse en Estados Unidos y sólo 20 mil ex esclavos viajaron a África. La población local no acogió con simpatía a estos colonos que hablaban la lengua y practicaban la religión de los europeos. Protegidos por los cañones de la armada estadounidense se instalaron en la costa y se apropiaron de las mejores tierras. Durante mucho tiempo rehusaron integrarse con «los negros de la selva», a quienes consideraban «salvajes». Aún hoy sólo 20% de la población habla el inglés.

En 1841, desde Washington se le dio al territorio el nombre de Liberia, una Constitución elaborada en Harvard y el primer gobernador africano: Joseph J. Roberts. En julio de 1847 un Congreso Liberiano, que representaba sólo a los expatriados estadounidenses, acordó proclamar la independencia, con Roberts como presidente y una Constitución y una bandera similares a las de Estados Unidos.

«El amor a la libertad nos trajo aquí», proclama el escudo liberiano. Pero para los nativos del territorio la independencia trajo poca libertad. Durante mucho tiempo sólo los propietarios de tierras podían votar; los 45 mil descendientes de los ex esclavos estadounidenses constituyeron el núcleo de la clase dominante local, estrechamente ligada a los capitales trasnacionales. El caucho, uno de los principales rubros de exportación, estaba en manos de la Firestone y la Goodrich, que en 1926 obtuvieron una concesión para su explotación por 99 años. Lo mismo ocurrió con el petróleo, el hierro y los diamantes. La resistencia a esta situación fue reprimida varias veces con intervenciones de los marines estadounidenses, con el pretexto de «defender la democracia».

El descubrimiento de grandes riquezas en el subsuelo y el uso del pabellón liberiano para embanderar buques estadounidenses alentaron un crecimiento económico rápidamente bautizado de «milagro» a partir de 1960, pero que sólo alcanzó al sector «americano» de la población.

La suba del precio del arroz provocó revueltas y manifestaciones, en 1979. Un año más tarde el sargento Samuel Doe derrocó el régimen de William Tolbert –quien fue fusilado al igual que 13 representantes de su gobierno–, proscribió a los partidos políticos y suspendió la Constitución.

En 1980 se anunció un proceso de apertura democrática, que luego fue acompañado de la firma del primer acuerdo con el FMI.

La caída de las exportaciones, el aumento del desempleo, la reducción de los salarios y el creciente endeudamiento externo sumergieron al país en una gran crisis que aumentó el descontento. Entre 1980 y 1989 el régimen de Doe desbarató nueve intentonas golpistas.

En 1985 se realizaron elecciones. En medio de proscripciones, denuncias de fraude y encarcelamiento de líderes opositores, Doe obtuvo el 50,9% de los votos. El Partido Popular de Liberia (LPP) y el Partido de la Unidad Popular (UPP), las mayores fuerzas opositoras, no fueron autorizados a participar.

En diciembre de 1989 las hasta entonces desconocidas Fuerzas Nacionales Patrióticas de Liberia (NPFL) –dirigidas por un oficial del ejército, Charles Taylor– iniciaron una insurrección armada. En junio de 1990 el triunfo del NPFL parecía inminente, pero en la batalla por Monrovia el frente se dividió y surgió el Frente Patriótico Independiente (INPFL), dirigido por Prince Johnson.

En setiembre de 1990 el presidente Samuel Doe fue asesinado por tropas de Johnson. En la confusa situación posterior se proclamaron simultáneamente presidentes interinos Johnson, Taylor, Amos Sawyer y Raleigh Seekie, ex jefe de la guardia presidencial de Doe.

La Comunidad Económica de Estados de África Occidental (ECOWAS) envió una fuerza de paz (ECOMOG) encabezada por 10 mil efectivos de Nigeria, y auspició en 1991 un gobierno provisional encabezado por Sawyer (PPL).

En setiembre de 1991 surgió un nuevo movimiento rebelde entre los seguidores de Doe, el Movimiento Unido de Liberación por la Democracia en Liberia (ULIMO), cuyos ataques, desde Sierra Leona, iban dirigidos contra el NPFL, en el noroeste del país.

En julio de 1993, bajo los auspicios de Naciones Unidas –que había obstaculizado el avance militar con un bloqueo de armas– y de ECOMOG, se firmó en Ginebra un acuerdo de paz. Los dos principales grupos armados y el gobierno de Sawyer acordaron el alto el fuego en siete meses y la celebración de elecciones generales.

En marzo de 1994 asumió un Consejo de Estado, organismo de transición con representantes del NPFL, el ULIMO y el gobierno de Sawyer. Mientras tanto, los combates entre grupos armados rivales y con la ECOMOG prosiguieron. En 1995 continuaron las negociaciones, se incorporó Charles Taylor al Consejo de Estado, y se formó un nuevo gobierno.

La guerra civil se reinició en 1996 con violentos combates, en particular en Monrovia. En setiembre, Ruth Perry asumió como Jefa del Consejo de Estado, con el apoyo de la ECOMOG. En noviembre, las fuerzas de paz comenzaron el desarme de las facciones rivales. La guerra había provocado alrededor de 200 mil muertos.

En julio de 1997, Charles Taylor triunfó en la elección presidencial y parlamentaria con 75,3% de los votos.

En enero de 1999 Ghana y Nigeria acusaron a Liberia de sustentar el brutal Frente Revolucionario Unido (FRU) de Sierra Leona. Taylor acusó a Guinea de financiar a los grupos armados del norte de Liberia. En abril, tropas procedentes de Guinea atacaron la ciudad de Voinjama, en el condado de Lofa.

La ONU concluyó, en diciembre de 2000, que Taylor suministraba armas al FRU a cambio de diamantes robados. Se estimaba que Liberia exportaba más diamantes de Sierra Leona que liberianos.

En 2001 la ONU impuso un embargo de armas a Liberia, boicoteó su exportación de diamantes y prohibió a Taylor y sus colaboradores viajar al extranjero. En setiembre, Taylor reabrió las fronteras con Guinea y Sierra Leona, cerradas por las acusaciones cruzadas de los tres países de apoyar a los movimientos rebeldes de sus vecinos.

A principios de 2002 el conflicto entre el gobierno y el movimiento rebelde Liberianos Unidos por la Reconciliación y la Democracia (LURD), responsable de la insurrección en Lofa, se intensificó.

En marzo de 2003 el LURD, que estaba a 10 km de Monrovia, exigió la dimisión de Taylor. En junio un tribunal de Sierra Leona acusó a Taylor de crímenes contra la humanidad y ordenó su captura internacional. Los grupos rebeldes dominaban dos tercios del territorio pero el presidente se negaba a renunciar. En julio el premier nigeriano, Olusegun Obansajo, le ofreció un exilio seguro.

En agosto ingresaron al país fuerzas de paz nigerianas, respaldadas por marines estadounidenses. El 11 de agosto Taylor traspasó sus poderes al vicepresidente Moses Blah y abandonó el país. Los grupos rebeldes firmaron un acuerdo de paz en Ghana.

En setiembre la ONU aprobó la creación de UNMIL, una fuerza de 15 mil cascos azules –la más grande del mundo– para garantizar la ayuda humanitaria y devolver a sus hogares a los 700 mil refugiados en países vecinos y a los 450 mil desplazados internos, situados especialmente en Monrovia.

El empresario Gyude Bryant –considerado neutral como para dirigir un gobierno de conciliación hasta las elecciones– fue designado presidente en octubre de 2003.

Mientras unos 10 mil cascos azules mantenían una relativa paz en el país, la comunidad internacional aprobó casi 500 millones de dólares en ayuda para la reconstrucción de Liberia, tras 24 años de guerra civil, en febrero de 2004.

La ONU prohibió, en junio de 2005, la exportación de diamantes liberianos, la principal fuente de financiamiento de la guerra. En setiembre, el gobierno acordó con la comunidad internacional un severo ajuste de los controles sobre las finanzas públicas y el combate a la corrupción. Un mes después, el país desarrolló las primeras elecciones desde el fin de la guerra civil. En la primera ronda, el ex futbolista George Weah recibió la mayoría de los votos, seguido por Ellen Johnson-Sirleaf. En la segunda vuelta de noviembre, Johnson-Sirleaf –llamada «la dama de hierro»– ganó por amplio margen y se convirtió en la primera mujer presidente del continente. Al asumir, señaló que se trataba de una oportunidad para «mostrar al continente que las mujeres pueden liderar y para poder ayudar a mi nación a recuperarse de sus brutales conflictos».

La Comisión para la Verdad y la Reconciliación, instalada en febrero de 2006 por la presidenta Johnston-Sirleaf, debería investigar, en palabras de la presidenta, «las flagrantes violaciones a los Derechos Humanos y leyes internacionales» cometidos entre 1979 y 2003, durante la guerra civil.

El ex presidente Taylor fue extraditado desde Nigeria en abril de 2006, para ser juzgado por al menos 17 cargos de crímenes contra la humanidad cometidos durante el conflicto armado.

n junio de 2007, el Auditor General de la Nación, John Morlu, señaló que «la administración actual es tres veces más corrupta» que la del gobierno interino. Las acusaciones fueron catalogadas de «injustas e injustificadas» por parte del gobierno. Desde su asunción, Johnston-Sirleaf aseguró que su gobierno jamás habría de tolerar la corrupción.

Tras un año de reclusión, en julio, Taylor compareció por primera vez ante el tribunal de crímenes de guerra de la Haya.