Libia ocupó siempre una posición intermedia en las relaciones político-económicas del norte de África. La frontera con Egipto (donde reinaron, incluso, dos dinastías libias entre los siglos X y VIII a.C.) permitió el contacto cultural, pero nunca la formación de un estado unificado. El establecimiento del Imperio Cartaginés y luego el Romano en su frontera occidental acentuó la bipolaridad. Luego de la conquista árabe en el siglo VII, los nuevos centros de poder fueron Túnez y Marruecos de un lado, y Egipto de otro, lo que mantuvo su situación de frontera.

El comercio y la piratería convirtieron a Trípoli (Tarabulus) en uno de los principales puertos del Mediterráneo, determinando intervenciones europeas y turcas. En 1551 Solimán el Magnífico incorporó la región al Imperio Otomano. El debilitamiento de la autoridad central, sin embargo, dio a los gobernadores más autonomía, lo que dio nacimiento a proyectos independentistas. La piratería fue el pretexto para el bombardeo de Trípoli de 1804 (primera intervención militar de EE.UU. en el exterior).

En 1837 Mohamed al-Sanusi fundó una hermandad musulmana clandestina, conocida como Sanusiya, que promovió la resistencia contra los turcos, actuando también en Egipto. Ante la decadencia del Imperio Otomano, Italia le declaró la guerra en 1911, ocupando el litoral libio (última posesión turca en el norte de África). Con el comienzo de la Primera Guerra Mundial, los italianos ocupaban los puertos de Trípoli y Homs (Al-Khums). El resto del territorio se mantenía independiente. Terminada la guerra, Italia debió enfrentar la resistencia encabezada por Sidi Omar al-Mukhtar, que terminó recién en 1931, cuando capturaron y ahorcaron al líder e incorporaron Libia al Imperio de Italia.

Desde Egipto y Túnez, los Sanusiya se mantenían activos y cooperaron con los aliados en la Segunda Guerra Mundial. Idris al-Sanusi, jefe de la hermandad, fue reconocido por los ingleses como Emir de Cirenaica. Terminada la guerra, el país fue dividido en una zona de administración inglesa (Tripolitania y Cirenaica) y otra (Fezzan) que administraba Francia desde Chad. En 1949, por decisión de la ONU, ambas se unieron en el reino independiente de Libia, cuyo trono fue ocupado por Idris al-Sanusi.

Idris basó su poder en la autoridad religiosa y los apoyos de las familias poderosas turco-libias de Estados Unidos y Gran Bretaña (ambos con bases en el país) y de las trasnacionales petroleras, instaladas en el país desde la abundante aparición del oro negro en 1960.

Muammar al-Khaddafi, hijo de beduinos nómades, ingresó al ejército siendo un joven nacionalista. Mientras estudiaba en Londres, en 1966, fundó la Unión de Oficiales Libres. De regreso a su patria, continuó la labor política y conspirativa en el seno del ejército. El 1º de setiembre de 1969 inició en Sebha una rápida insurrección que derrocó a la monarquía.

El Consejo de la Revolución, dirigido por Khaddafi se proclamó musulmán, nasserista y socialista; eliminó las bases militares estadounidenses e inglesas, limitó drásticamente la actividad de las casi 60 firmas trasnacionales instaladas, y asumió el control de la producción de petróleo sin romper totalmente con las compañías extranjeras.

Khaddafi puso en marcha un ambicioso proyecto de desarrollo, con énfasis en el agro. Cada familia rural contó con un promedio de diez hectáreas de tierra, un tractor, vivienda, herramientas y riego. Se abrieron más de 1.500 pozos artesianos y 2 millones de hectáreas desérticas comenzaron a recibir riego artificial.

Debido al rápido crecimiento, Libia recibió trabajadores de otros países árabes y técnicos de todo el mundo. En 1973, a partir de la publicación del Libro Verde –en el que expone sus fundamentos éticos y políticos, donde niega el capitalismo y el marxismo– Khaddafi creó una estructura de participación, con comités populares y del Congreso General del Pueblo.

En las ciudades, Khaddafi creó un sistema de previsión social, con asistencia médica gratuita y estímulos a familias numerosas. A los trabajadores industriales les dio el 25% de participación en las ganancias de las empresas. Libia, en cinco años, dejó de ser el país más pobre del norte de África y alcanzó el ingreso per cápita más alto del continente: 4 mil dólares anuales.

En 1977, Libia pasó a llamarse Jamahiriya Árabe Popular y Socialista (jamahiriya es un neologismo que significa «Estado de masas»). Los resultados ampliamente positivos en lo interno, no fueron similares en el plano diplomático. Fracasaron las tentativas de integración con Siria, Egipto y Túnez. Khaddafi cuestionó la política de reconciliación entre Egipto e Israel, lo que le valió fricciones con la monarquía saudita, los emiratos y Marruecos.

Desde 1980 la diplomacia libia apuntó al África subsahariana y América Latina. Apoyó a los guerrilleros del Frente Polisario y participó directamente en la guerra civil de Chad, en defensa del Gobierno Transitorio de Unión Nacional (GUNT) dirigido por Goukouni Oueddei.

Estados Unidos vinculó a Khaddafi con el terrorismo mundial y, en agosto de1981 en el Golfo de Sidra, derribó dos aviones libios. Khaddafi evitó una respuesta violenta y obtuvo el apoyo político de regímenes árabes conservadores, antes hostiles a Trípoli.

Además de imponer un bloqueo económico, Estados Unidos bombardeó Trípoli y Benghazi en 1986 buscando eliminar a Khaddafi.

En noviembre de 1991 la justicia estadounidense y la británica culparon al gobierno libio por los atentados de 1988 a los aviones de Pan Am, Lockerbie, Inglaterra –270 muertos, de los cuales 189 eran estadounidenses–, y de UTA, en Nigeria, con 170 víctimas. En enero de 1992 Libia se declaró dispuesta a colaborar con la ONU para esclarecer los atentados.

Khaddafi, no obstante, rechazó un pedido de extradición de agentes libios vinculados a los atentados, exigido por la ONU, y propuso, sin éxito, la realización del juicio en Trípoli. La ONU dio el ultimátum para una renuncia explícita al «terrorismo», con un plazo hasta el 15 de abril de 1992. Pasado ese límite, la CEE y los siete países más industrializados adoptaron sanciones económicas, y Khaddafi apeló –sin éxito– ante la Corte Internacional de Justicia. En 1994 la ONU intensificó el embargo.

El aislamiento, sin embargo, no impidió el crecimiento del sector privado ni de las inversiones extranjeras, principalmente en proyectos petrolíferos. En 1996 se logró la apertura de una sección del acueducto diseñado para abastecer de agua a poblaciones aisladas en el desierto.

El Movimiento de Países no Alineados y la Organización de la Unidad Africana respaldaron en 1998 un pedido libio para que los dos sospechosos por el atentado de Lockerbie fueran juzgados en un país neutral. El Reino Unido y Estados Unidos propusieron que fueran juzgados en La Haya por jueces escoceses y bajo la ley escocesa.

En setiembre de 1999, más de 20 mandatarios africanos y árabes concurrieron a Trípoli para el trigésimo aniversario de la revolución. Después de 15 años de ruptura diplomática, Londres acreditó un embajador en Trípoli en diciembre.

Libia aprovechó la apertura para iniciar una ofensiva diplomática en la región, ofreciéndose como mediadora en el conflicto de Sudán y reanudando el diálogo con Chad. En marzo de 2000 Washington envió una delegación, con el fin de estudiar el levantamiento de las trabas a las inversiones y los viajes a Libia, prohibidos desde 1981.

En abril de 2002, seis médicos búlgaros y uno palestino fueron acusados de contagiar deliberadamente a 400 niños con VIH/SIDA en 1999 como parte de una conspiración de la CIA contra Libia, esperaban el fallo de la justicia (que podría condenarlos a muerte). Los implicados denunciaron haber confesado bajo tortura.

Luego de reconocer, en una carta al Consejo de Seguridad de la ONU, su responsabilidad en los atentados de Lockerbie, el gobierno libio estableció una indemnización de 2.700 millones de dólares para repartir entre los familiares de las víctimas, en agosto de 2002. En setiembre, la ONU levantó las sanciones contra el país.

El gobierno de Khaddafi anunció, en diciembre de 2003, que abandonaría sus programas de desarrollo de armas de destrucción masiva.

En enero de 2004, Libia acordó compensar a las víctimas de un avión francés derribado sobre el desierto en 1989. En marzo, el Premier británico, Tony Blair, llegó al país en lo que fue la primera visita de este tipo desde 1943.

Acorde a su nueva política, Libia decidió pagar, en agosto, 35 millones de dólares, como compensación a las víctimas de un ataque con bomba en un club nocturno de Berlín, Alemania, en 1986.

En la primera subasta en cuatro décadas, para licencias de exploración de gas y petróleo, realizada en enero de 2005, las mayores beneficiarias fueron compañías estadounidenses, que registraron su regreso tras más de 20 años. En la segunda, realizada en octubre, fueron firmas asiáticas y europeas las que se llevaron la mayoría de los contratos. La Corte Suprema sobreseyó, en diciembre, la pena de muerte impuesta a los acusados de infectar a los niños libios con VIH/SIDA. Se abrió un nuevo juicio al respecto.

Los dibujos que satirizaban al profeta Mohamed publicados en un diario danés provocaron, en febrero de 2006, violentas protestas y represión policial –con un saldo de al menos 10 muertos.

En mayo de 2006, las relaciones diplomáticas con Estados Unidos estaban definitivamente encaminadas. El ministro de relaciones exteriores, Abdel Rahman Shalgham, dijo que la normalización de la relación entre ambos países servía a los intereses bilaterales pero también a la estabilidad política internacional.

En 2007, el gobierno anunció que en unos pocos años prescindiría de más de 400 mil funcionarios estatales y del ejército y, a cambio, ofrecía pagar tres años de salarios a los afectados. El estado contaba con más de un millón de funcionarios, los que le demandaban más de 3.500 millones de dólares al año en salarios. La iniciativa estaba dirigida a suavizar el peso del estado y a incentivar las inversiones del sector privado.