Nueva Zelandia/Aotearoa, «la tierra de la larga nube blanca», fue poblada cerca del siglo IX, por maoríes provenientes de la Polinesia (ver cuadro «Melanesios y Polinesios») quienes desarrollaron en las islas una cultura original, con un considerable nivel en la elaboración de tejidos, la construcción de viviendas, canoas y la horticultura. El medio ambiente fue preservado, ya que los maoríes se consideraban guardianes de las reservas naturales para futuras generaciones.

En 1642, Abel Tasman, un holandés, llegó a South Island, la más grande isla de Nueva Zelandia, pero un malentendido con la población indígena le impidió desembarcar. En 1769 el británico James Cook reconoció las costas de las islas mayores, abriendo las puertas al proceso de colonización del país que Tasman bautizara «Nueva Zelandia». Pero los primeros europeos en establecerse fueron balleneros, marinos y comerciantes, además de algunos desertores de la marina y fugitivos de cárceles australianas.

En el siglo XIX la colonización se aceleró con la llegada de inmigrantes y misioneros británicos, quienes introdujeron en las islas nuevos valores y creencias, así como enfermedades, alterando radicalmente la vida de los maoríes. El cristianismo debilitó las tradiciones que daban sustento y cohesión a la sociedad tribal. Nuevas prácticas comerciales de los europeos afectaron las bases materiales de la vida maorí.

En 1840 se anexó formalmente Nueva Zelandia como colonia de la Corona británica. Las islas mayores tomaron formas jurídicas diferentes. South Island, por el derecho supuesto del «descubrimiento», y North Island por el Tratado de Waitangi, firmado en 1840 entre jefes maoríes y representantes del gobierno inglés. Según el tratado, los jefes maoríes aceptaban a los colonos y el gobierno de la Corona. A cambio, los maoríes se aseguraban el respeto irrestricto de su soberanía como nación.

No obstante, luego de firmado el tratado, comenzó un proceso violento de expropiación de territorios maoríes. Las «guerras de la tierra», que enfrentaron a maoríes y europeos, fueron en esencia guerras de soberanía y defensa de la tierra, los bosques, las pesquerías y otros taonga (tesoros).

La inmigración masiva incorporó gradualmente territorios maoríes y, de los 27 millones de hectáreas que poseían en 1840, hoy les queda poco más de un millón.

Mientras que el norte del país padecía las guerras, en el sur, el descubrimiento de oro otorgó prosperidad y trajo un flujo masivo de inmigrantes británicos, chinos y australianos que dinamizaron notablemente la economía de la región.

El proceso colonizador se aceleró a partir de 1840 y los pakeha (no maoríes) conquistaron el derecho al usufructo de la pesca, privando a los aborígenes de una de sus actividades clave. Para los maoríes, la dominación británica, fue el comienzo de su exterminio cultural, debido a la implantación arbitraria de lenguaje, religión y costumbres europeas.

La oposición maorí, a fines del siglo XIX, recobró fuerzas y organizó una serie de petitorios. Si bien presentó sus reclamos ante tribunales locales y frente a la Corona, exigiendo el cumplimiento irrestricto del Tratado de Waitangi, estas iniciativas no lograron resultados. Las tierras de los maoríes se usaron para la explotación agropecuaria, que cobró un papel preponderante en la vida de los colonizadores y en la metrópoli. La aparición de las cámaras frigoríficas hizo posible envíos a larga distancia, abriéndose nuevos mercados para la producción intensiva de lácteos y carnes. Los precios en alza durante 20 años de estos productos consolidaron un gran desarrollo económico en el país.

A fines de siglo, el gobierno liberal dominó la escena política. Fue el primero del mundo en consagrar, en 1893, el sufragio femenino (incluyendo mujeres pakehas y maoríes) y adoptó medidas para proteger al proletariado de origen británico que crecía a la par de las ciudades y la industria.

Hasta el siglo XX no hubo movimientos políticos que disputaran el poder a los liberales, fortalecidos como un partido político coherente y organizado tras 20 años de gobierno. El Partido Laborista (PL), respaldado por los trabajadores y la clase media urbana, y revigorizado durante la década de1930 por su alianza con los maoríes, alcanzó el poder por primera vez en 1935. Sin embargo, no existía aún reconocimiento legislativo al Tratado de Waitangi.

La Segunda Guerra Mundial, marcó una nueva etapa, ya que la incapacidad británica no garantizó la seguridad de su ex colonia, empujando a Nueva Zelandia a la creciente influencia de EEUU, que mediante alianzas políticas y militares consolidó su presencia en la región. Entre 1950 y 1960 Nueva Zelandia sintió los costos de esa relación, en especial al verse comprometida en el conflicto de Vietnam, que marcó la vida política del país.

La legislación de los años 1950 expulsó a varios maoríes de sus tierras, llevándolos en los '60 a una intensa urbanización.

En 1970, Nueva Zelandia trató de diversificar la producción y de crear otros mercados además del inglés y estadounidense. El desempleo aumentó y la inflación alcanzó altos niveles debido al fracaso del programa de diversificación, al alza del precio del petróleo y a los los préstamos financieros. En 1975 el valor de las exportaciones primarias disminuyó. Este factor sumado a los préstamos aumentaron la deuda externa. Ese año, el gobernante Partido Nacional (PN) cerró las puertas a la inmigración, a la que usó como chivo expiatorio del desempleo.

La creciente militancia maorí logró que se formase en 1975 el Tribunal de Waitangi para investigar sus reclamos. En 1986 el gobierno laborista, en el poder desde 1984, lo facultó a recibir demandas que databan de 1840. Dado que el Tribunal carece de potestad para obligar a la Corona, hacia 1992 menos del 15% de las recomendaciones habían sido aplicadas.

Los laboristas iniciaron una política de liberalización económica que privatizó varias empresas públicas, lo que apartó del laborismo a muchos de sus tradicionales adherentes. Entre 1986 y 1999 Nueva Zelandia fue modelo neo-liberal a nivel internacional. El gasto público se recortó y se restringió la actividad sindical.

Si bien el PN llegó al gobierno en 1990, no se alteró el modelo económico. Hubo más privatizaciones, se desmanteló el proteccionismo, y se recortaron gastos en salud, educación y beneficios sociales. Se redujo la inflación, pero aumentó el desempleo.

En 1993 Nueva Zelandia cambió su sistema electoral para las elecciones parlamentarias pasando del sistema de mayoría relativa al de representación proporcional, con base en el modelo alemán conocido como «representación proporcional personalizada». El sistema, más justo con los partidos políticos, fomentaba la participación electoral. Se inició un proceso de cambio integral, asegurado por un jefe de gobierno que, acompañado por la mayoría legislativa, tenía casi asegurada la aprobación de sus proyectos. Al año siguiente, Nueva Zelandia logró su primer superávit presupuestal en 17 años; la moneda se robusteció, descendió el desempleo y la inflación se estableció en 2%.

Entre 1994 y 1995, el gobierno compensó con dinero y 15.400 hectáreas de tierra a los tainui de la isla Norte, que reclamaban sus derechos sobre territorios colonizados en el siglo anterior. La reina Isabel II se disculpó por la pérdida de vidas durante la colonización y la Corona indemnizó a la tribu maorí Ngai Tahu en 1996. Los índices de desempleo continuaron bajando, y se situaron en el 6% en 1995. Jóvenes, maoríes e inmigrantes de otras islas del Pacífico Sur eran la mayoría de los desocupados y casi el 10% de la población era subsidiada por el Estado.

Ese mismo año, el primer parlamento electo mediante representación proporcional aumentó la cantidad de miembros maoríes y de mujeres. Para 1999 sumó 16 diputados maoríes, dos activistas homosexuales y 35 mujeres, entre ellas la primera ministra Helen Clark.

En 2000 el gobierno anunció que los títulos de «Sir» y «Dame» otorgados por la corona británica, no serían reconocidos por la república y se reemplazarían por los originarios de Nueva Zelandia.

Cuando Isabel II visitó Nueva Zelandia, en 2002, conmemorando el Jubileo de Oro, la primera ministra Clark declaró que consideraba inevitable que Nueva Zelandia, a la que catalogó como «un Estado del siglo XXI, soberano y a 20 mil kilómetros del Reino Unido», se convirtiera en república independiente.

En julio de 2002 durante la celebración de los 40 años de la independencia de Papúa Nueva Guinea, la premier Clark se disculpó formalmente por el trato que los papuanos recibieron por parte de los aoteareanos durante la época colonial. En esa fecha, Clark obtuvo su segundo mandato por amplio margen, provocando una debacle en el PN, que realizó sus peores elecciones en 70 años de vida. No obstante, la premier no consiguió la mayoría absoluta, debido al crecimiento del Partido Verde y otros partidos menores.

Si bien el desarrollo económico del país llegó a ser de los más altos del mundo luego de la Segunda Guerra Mundial, la tasa de crecimiento decayó fuertemente. Esto se debió, en parte, al lento crecimiento de la economía del Reino Unido -destino de la mayoría de las exportaciones- y a los altos aranceles impuestos a los productos agrícolas por las naciones más fuertes. El turismo es una fuente importante de ingresos: la mayoría de los visitantes son australianos, japoneses, estadounidenses y británicos. La crisis asiática de finales de los años 1990 causó el mayor declive en esa área, que comenzó a recuperarse en los primeros años del siglo XXI.

La detención de dos agentes del servicio secreto israelí, Mossad, que intentaban obtener pasaportes neozelandeses, en julio, determinó que el gobierno de Wellington suspendiera los contactos de alto nivel con Israel. Poco después, se registraron varios actos de vandalismo en cementerios judíos que fueron repudiados por el gobierno. Los espías fueron deportados en setiembre.

En setiembre de 2005, la primera ministra Clark obtuvo un ajustado triunfo sobre el Partido Nacional.

En mayo de 2006 el gobierno tomó una decisión, que debía ser ratificada por el Parlamento, por la cual el río Waikato –el más grande de Nueva Zelandia– sería coadministrado conjuntamente con los maoríes. Éstos llevaban 30 años reclamando sus derechos ancestrales sobre los recursos naturales del Waikato.

En julio 2007, como forma de recuperar los mercados perdidos en Europa, el ministro de Comercio, Phil Goff, viajó al Golfo Pérsico para negociar tratados de libre comercio con los países de la región. Las exportaciones neozelandesas a estos países tenían un crecimiento de 10% anual.