Situada en la parte oriental del archipiélago malayo, la isla de Nueva Guinea fue probablemente ocupada hace 50 mil años por los pueblos melanesios. La superficie es de aproximadamente 800 mil km2 y es la segunda isla más grande del mundo luego de Groenlandia. Nueva Guinea presenta abundantes accidentes geográficos, con altas montañas (el pico de la isla supera los 5 mil metros por encima del mar) y profundos valles. El clima es tropical con abundantes lluvias y no son inusuales desastres climáticos como tifones y olas gigantes (tsunamis). La población ha estado tradicionalmente dispersa en una densa selva y aislada del exterior. Como resultado, más de 700 dialectos se hablan en las islas de Nueva Guinea.

La parte occidental de la isla (hoy Papua Occidental) era conocida por marinos indonesios y asiáticos siglos antes de que los europeos supieran de su existencia. Los primeros europeos que la divisaron fueron portugueses y españoles. Al navegante portugués Jorge de Meneses se le atribuye haber bautizado a la isla como «Ilhas dos Papuas», una palabra malaya para describir el pelo enrulado de los habitantes. Veinte años después, en 1526, el español Iñigo Ortiz de Retes le agregó la denominación Nueva Guinea, ya que encontraba a los habitantes de la isla parecidos a los de la Guinea africana. Si bien navegantes europeos continuaron visitando y explorando la zona, poco se supo de los habitantes hasta bien entrado el siglo XIX.

Durante la segunda mitad del siglo XIX la isla fue disputada por holandeses, alemanes y británicos, quienes la dividieron en zonas llamadas cuadrantes. En 1904 Inglaterra cedió a Australia su parte, que pasó a llamarse Territorio de Papúa. Luego de la Primera Guerra Mundial, Australia tomó el control de la parte alemana por mandato de la Liga de Naciones. Luego de la Segunda Guerra Mundial, Australia retomó el control de la zona inglesa y alemana y las unió bajo el nombre de Territorio Papúa Nueva Guinea. Holanda continuó ejerciendo control sobre la parte occidental de la isla, conocida como Irian Barat, que fue anexada a Indonesia en 1969 luego de un plebiscito y pasó a llamarse provincia de Irian Jaya.

En 1971 el territorio oriental fue denominado oficialmente Papúa Nueva Guinea, pero continuó bajo control australiano hasta 1975, año de su independencia. El proceso independentista fue encabezado por el gobierno de Michael Somare, quien había ganado las primeras elecciones realizadas en el país tres años antes como representante del partido Pangu. Desde su nacimiento como nación independiente Papúa Nueva Guinea ha enfrentado movimientos secesionistas, tanto dentro del país como fuera de él. Días antes de que Papúa Nueva Guinea declarara su independencia, la isla de Bougainville ya lo había hecho. Sin embargo, el reconocimiento internacional fue impedido por Papúa Nueva Guinea y Australia, dando inicio a un conflicto que años más tarde llevó a un enfrentamiento armado.

En mayo de 1988 Papúa-Nueva Guinea, Vanuatu y las Islas Salomón firmaron un acuerdo para defender y preservar las tradiciones culturales melanesias. Las relaciones con Indonesia, que ocupa la parte occidental de la isla son conflictivas, ya que ahí opera el movimiento independentista Papúa Libre. En 1984, en el marco de operaciones militares del gobierno indonesio, doce mil habitantes de aquella provincia la abandonaron, refugiándose en Papúa-Nueva Guinea. Muchos aún permanecen en la zona limítrofe con Indonesia.

A principios de 1989 se militarizó la disputa con el movimiento secesionista de la isla de Bougainville, donde están ubicadas las minas de Porgera, importantes yacimientos de oro y cobre bajo control económico australiano. Las extracciones de las minas de las diferentes islas que conforman Papúa Nueva Guinea generan más de la mitad de los ingresos por exportaciones y son un elemento esencial en la economía del país. También son importantes los yacimientos de petróleo de la isla.

El conflicto se profundizó en los siguientes años, con el envío de tropas de Papúa Nueva Guinea a Bougainville, pero los separatistas mantuvieron el control de la mina de cobre de Porgera. En ese marco de violencia el Parlamento aprobó, en 1991, la reimplantación de la pena de muerte, 34 años después de su abolición. La decisión generó fuerte rechazo entre distintos movimientos sociales. El conflicto en Bougainville se agravó aún más en octubre de 1996, al ser asesinado Theodore Miriung, impulsor de un acuerdo de paz. A principios de 1997, el entonces primer ministro Julius Chan renunció a su cargo cuando se descubrió que había contratado mercenarios internacionales para sofocar a las fuerzas secesionistas.

Chan fue sustituido en forma interina por John Giheno y semanas después el Parlamento designó a Bill Skate para encabezar el Gobierno. En julio de 1997, en Nueva Zelandia, el gobierno y los rebeldes secesionistas de Bougainville alcanzaron un acuerdo definitivo de cese al fuego, desmilitarización de la isla y envío de tropas de paz de la ONU. Australia prometió fondos para la reconstrucción de Bougainville. Se calcula que el conflicto, que duró nueve años, cobró la vida de 20 mil personas.

El sistema político de la joven nación se presentó, desde un principio, como un problema. Formalmente una monarquía parlamentaria y democrática, el país tuvo un sistema de partidos muy débil y de pronunciada atomización. Los cambios de lealtades y la formación de nuevas alianzas determinó, ocasionalmente, la caída de gobiernos mediante el procedimiento de voto de no confianza por el Parlamento unicameral. Entre 1977 y 1988, Papúa Nueva Guinea tuvo cinco primeros ministros.

En 1999, el primer ministro Bill Skate fue censurado por el Parlamento a raíz de la decisión de solicitar créditos por 2.500 millones de dólares a Taiwán. Fue reemplazado por Mekele Morauta, quien inició gestiones para obtener créditos del Banco Mundial y el FMI, decisión que causó fricciones entre Papúa Nueva Guinea y China.

Las elecciones generales de 2002 fueron, de acuerdo a analistas, las más importantes desde la independencia, ya que era la primera vez que un presidente completaba su mandato, en una historia política de inestabilidad y violencia.

Los resultados de los caóticos comicios se conocieron un mes más tarde y trajeron nuevamente al poder al veterano Michael Somare, quien se convirtió en primer ministro por tercera vez. Una de sus primeras resoluciones fue detener el programa de privatizaciones del gobierno de Morauta, aduciendo que precisaba más tiempo para evaluar las condiciones del programa y las ventajas que éste deparaba al Estado. Los objetivos de su nuevo gobierno incluían la adopción de medidas urgentes contra la pobreza, el desempleo crónico y la extendida criminalidad.

Debido a una creciente preocupación del gobierno australiano por el terrorismo –88 australianos perecieron en un ataque en Bali, Indonesia, en octubre de 2003– Australia adoptó una postura de intervención en estados vecinos, como las Islas Salomón y Papúa Nueva Guinea. En diciembre de 2003 un acuerdo estableció que un cuerpo de 230 policías australianos y 70 funcionarios públicos de alto rango se instalarían en 2004 en Papúa Nueva Guinea. El primer contingente comenzó a llegar en diciembre de 2003.

En mayo de 2005, Australia retiró sus policías luego de que la Corte Suprema de PNG dictaminase que su presencia en el país era inconstitucional.

Las elecciones de mayo y junio de 2005 dieron la victoria a Joseph Kabui, del Congreso popular de Bougainville, quien fue electo presidente del gobierno autónomo de la isla con el 54.7% de los votos.

En 2005, China decidió financiar un proyecto de explotación de una mina de cobalto y níquel en Papúa Nueva Guinea por valor de 650 millones de dólares. En enero de 2006, el Gobierno chino –a través de la estatal Corporación Nacional China de Petróleo– firmó también un acuerdo para la explotación conjunta de las importantes reservas de gas del país.

La alianza Nacional del primer ministro Somare ganó 27 de los 109 escaños parlamentarios en las elecciones de agosto de 2007. Según los analistas, los 13 que habían ganado los independientes apoyarían a Somare. De todas formas la Alianza necesitaría otros 15 para asegurarse la reelección de su líder.