Portugal fue habitado desde la antigüedad por los lusitanos, una de las tribus íberas, cuya influencia cultural abarcó una vasta región que incluía toda la margen occidental de la Península Ibérica. El territorio fue conquistado sucesivamente por varios pueblos originarios del Cercano Oriente que se limitaron a ocupar las zonas costeras del país.

En el siglo II a.C. los romanos se instalaron en el territorio y mantuvieron su dominación hasta la desaparición de su imperio aproximadamente en el siglo V d.C. En esta etapa Portugal fue invadido, al igual que el resto de Europa, por pueblos procedentes del norte del continente que se dedicaron a saquear los dominios romanos y que éstos denominaron genéricamente bárbaros. Entre estos pueblos se encontraban los visigodos, de cultura más desarrollada, que se instalaron en la Península Ibérica, dividieron el territorio en distintos reinos y difundieron por él la fe cristiana. Casi seis siglos duró el predominio de los visigodos en toda la región.

En el siglo VIII d.C. se produjo la invasión de los pueblos árabes, que extendieron su predominio político y cultural a pesar de la resistencia de los antiguos pobladores.

En el siglo XI comenzó la reconquista del territorio lusitano que culminó cien años más tarde con la expulsión de los árabes. Una vez finalizada la dominación musulmana y alcanzada la unidad política del territorio, Portugal inició un período de gran desarrollo económico que tuvo su apogeo en los siglos XV y XVI, época de las grandes expediciones marítimas y conquista de vastos territorios de América, África y Oriente.

El predominio marítimo en esta etapa le permitió desarrollar un comercio sumamente activo a escala mundial y alcanzar una situación económica privilegiada dentro de Europa. Debió transcurrir mucho tiempo para que otros países como Holanda e Inglaterra fueran capaces de disputarle a Portugal la supremacía alcanzada en los mares.

Como consecuencia de una serie de contiendas dinásticas, el país quedó sometido en 1581 a la autoridad de Felipe II, rey de España. La unidad con España hizo declinar el poderío de Portugal y gran parte de su imperio marítimo se desmoronó ante el asedio constante de ingleses y holandeses, que pasaron a controlar la mayor parte de las rutas y regiones comerciales de la época.

Después de 30 años de lucha, Portugal logró que le fuera reconocida su independencia en 1640. Arruinado por las tres décadas de guerra contra España, Portugal debió observar pasivamente cómo las nuevas potencias marítimas se apoderaban de la casi totalidad de sus colonias de África y Asia, manteniendo a Brasil dentro de sus dominios. El ascenso de Inglaterra a la situación de primera potencia marítima postergó a Portugal, consagrando su dependencia política y económica frente a los británicos (Tratado de Methuen). Nada pudieron hacer para romper esta dependencia las reformas impulsadas por Pombal, ministro de José I, quien al igual que los Borbones en España gobernó influido por las ideas de la Ilustración francesa e introdujo una serie de reformas económicas dentro del país y en la administración de sus colonias. En esta etapa, el descubrimiento y explotación de grandes yacimientos auríferos en Brasil permitieron al país conocer su último período de gran prosperidad económica.

La dependencia con respecto a Inglaterra se consolidó aún más cuando Portugal debió buscar auxilio para poner fin a la ocupación militar napoleónica que sufrió entre 1807 y 1811. La dominación francesa provocó la independencia de Brasil, donde se había exiliado, en 1808, la corte lusitana, gozando desde ese momento de un auge significativo en su comercio, en especial con Inglaterra. Al finalizar la dominación napoleónica en Europa, la ascendente burguesía brasileña no se mostró dispuesta a dejarse desplazar. En 1821, Brasil se declaró Estado independiente mientras que en Portugal las luchas entre sectores partidarios de la restauración del régimen absolutista y grupos liberales deseosos de una mayor participación política condujeron al país hacia la guerra civil.

Mientras otros países iniciaban un acelerado proceso de industrialización que les daría la prominencia económica en poco tiempo, Portugal mantuvo su tradicional estructura agraria. De esta forma, terminó el siglo XIX estancado económicamente, privado definitivamente de la mayor y más rica porción de su imperio colonial y sumergido en una aguda crisis política interna.

La monarquía, incapaz de dar al país la estabilidad necesaria para iniciar la recuperación económica, fue derrocada definitivamente en 1910 por el conjunto de fuerzas políticas liberales opositoras. Una vez logrado su objetivo, la alianza de liberales y republicanos comenzó a dar muestras de las diferencias internas que le impedían desarrollar un programa de gobierno común. Entre los escasos puntos de acuerdo figuraba una activa política contra la iglesia, tradicional aliada del antiguo régimen y poseedora de importantes privilegios y poderes en ámbitos como la educación. La ineficacia de los liberales en el gobierno y la implacable persecución contra los representantes del antiguo régimen favorecieron el surgimiento de un amplio movimiento de oposición.

La Primera Guerra Mundial, en la que Portugal participó junto a Inglaterra, no hizo más que profundizar la crisis económica y acrecentar el descontento. La inestabilidad política y el estancamiento económico fueron las características de todo el período y crearon las condiciones para que, en 1926, un golpe de Estado llevara al gobierno a un grupo de militares de derecha que instauraron en el país un régimen autoritario y corporativista al que denominaron «Nuevo Estado» y que, con algunas reformas, controló los destinos del país por casi medio siglo. La oposición política fue proscrita, sus principales figuras puestas en prisión o enviadas al exilio y los sindicatos de trabajadores sustituidos por organizaciones corporativas similares a las creadas en la Italia fascista.

La figura más relevante de este período y el verdadero gobierno por encima de los propios militares fue el economista Antonio de Oliveira Salazar que, desempeñando distintos cargos, dirigió la vida política y económica de Portugal. Durante estos años, el país logró mantenerse formalmente neutral en conflictos de gran magnitud como la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial, que podían haber comprometido una situación económica apenas estable.

El medio rural mantuvo su estancamiento, lo que provocó una fuerte corriente migratoria hacia las principales ciudades del país y de Europa. Las luchas por la descolonización de África en la década de 1950 amenazaron a Portugal con perder sus últimos dominios en ese continente. Salazar mantuvo una serie de guerras con los rebeldes de las colonias que provocaron su aislamiento internacional.

El costo humano y económico de estas guerras coloniales aceleró el desgaste interno del gobierno de Salazar, que debió extremar las medidas represivas para detener la creciente oposición. Su muerte en 1970 y la profundización de la crisis económica hicieron ver próxima la caída del régimen.

En 1974, a la oposición de amplios sectores sociales y partidos políticos se agregó el descontento de un número importante de oficiales del ejército que, agrupados en el MFA (Movimiento de las Fuerzas Armadas), dieron un golpe de Estado en abril de ese año. El objetivo era poner fin a las guerras en tierras africanas e iniciar un proceso de democratización.

El gobierno militar que surgió de este movimiento, conocido como la Revolución de los Claveles, contó con un amplio respaldo popular. El nuevo gobierno reconoció la independencia de Angola, Mozambique y Guinea-Bissau. Al mismo tiempo desplegó una intensa actividad con el fin de lograr el reconocimiento internacional del nuevo régimen y mejorar la imagen del país en el exterior. Legalizó los partidos políticos de izquierda, decretó una amplia amnistía para los presos políticos y aprobó una serie de leyes agrarias tendientes a eliminar los latifundios y modernizar la producción agrícola.

A poco más de un año de instalado el gobierno, las discrepancias entre los partidos Socialista y Comunista, principales soportes del nuevo régimen, interfirieron en el proceso de apertura política. Las elecciones generales realizadas en 1976 dieron la mayoría al Partido Socialista que, liderado por Mario Soares, inició el primer gobierno constitucional y democrático del país en el siglo XX. No obstante, la persistente crisis económica, el severo plan de ajuste llevado a cabo por Soares y la activa oposición política y sindical desgastaron rápidamente al gobierno socialista.

En la década de 1980 continuó el proceso de transición e integración europea. La ciudadanía aprobó una nueva Constitución que suprimió todos los organismos excepcionales creados por los sucesivos regímenes militares. Portugal se incorporó a la OTAN y a la CEE en 1986. En ese año el Partido Socialista perdió el gobierno por segunda vez, ahora ante su ex aliado, el centroderechista Partido Social Demócrata (PSD).

Un importante crecimiento económico se verificó hacia fines de la década de 1980, pero todavía el país se encontraba lejos de alcanzar el nivel medio del resto del continente. Los cambios se aceleraron a partir del triunfo electoral del PSD, que realizó una rápida apertura y liberalización de la economía, apoyándose en su amplia mayoría parlamentaria. La nueva política económica generó una fuerte oposición, en especial por parte de los trabajadores del sector público, que vieron amenazadas sus fuentes de trabajo.

El movimiento sindical paralizó en varias oportunidades al país en oposición a la privatización de empresas públicas y los intentos de supresión de leyes laborales y de reforma agraria aprobadas durante la revolución de 1974. En 1984, también reclamando el respeto de las conquistas de la Revolución de los Claveles, comenzaron a actuar las Fuerzas Populares del 25 de Abril (FP-25), grupo armado de extrema izquierda que se ha mantenido activo en los últimos años.

En abril de 1987, los gobiernos de Portugal y de la República Popular China firmaron un acuerdo solemne que limitaba la administración portuguesa del territorio de Macao hasta 1999, año en el que la soberanía pasaría a manos chinas, en virtud del principio «un país, dos sistemas» (ver Macao).

En 1988 el PSD acordó con el Partido Socialista (PS) modificar la Constitución para permitir la privatización de muchas de las empresas nacionalizadas por la Revolución de los Claveles y limitar aún más los poderes del presidente de la República. La oposición del presidente Mario Soares a estas reformas provocó su rompimiento con la dirección del PS y una permanente medición de fuerzas con el primer ministro Aníbal Cavaco Silva.

La vida política portuguesa se polarizó entre el gobernante PSD y el PS. Este último se fortaleció como alternativa de izquierda luego del derrumbe del socialismo real. Sin embargo, en las elecciones parlamentarias de octubre de 1991 el PSD obtuvo más de la mitad de los votos. El triunfo de Cavaco Silva fue resultado del discurso socialdemócrata con que maquilló su orientación liberal ortodoxa.

Portugal ocupó la presidencia rotativa de la Comunidad Europea en enero de 1992. El nuevo presidente Luis Mira de Amaral, ministro de Industria y Energía en su país, anunció que promovería la cooperación industrial de la CE con Latinoamérica, África y Europa Central, y la firma del Tratado de Maastricht entre los miembros de la Comunidad.

En agosto de 1993, la Asamblea, con el argumento de defender el mercado de trabajo y en contra de la opinión del presidente Soares, aprobó restricciones al derecho de asilo e hizo posible la expulsión del país de cualquier extranjero.

La Unión Europea financió un plan para sus miembros más pobres, entre ellos Portugal, por el período 1993/1997, que incluyó inversiones en educación, transporte, reconversión industrial y creación de empleo.

Las elecciones generales de octubre de 1995 dieron el triunfo al PS, que obtuvo la mayoría absoluta de la Asamblea. Antonio Guterres reemplazó al primer ministro Aníbal Cavaco. Al cabo de diez años de predominio del PSD, orientado a la integración europea y el liberalismo, el PS capitalizó el descontento existente por los problemas de la educación y la salud. Guterres aseguró al mercado financiero que no interferiría con los objetivos establecidos en materia de unidad monetaria y privatizaciones.

El socialista Jorge Sampaio asumió la presidencia en marzo de 1996. El gobierno puso en práctica un plan económico tendiente a cumplir con las exigencias de la UE, en particular en materia de déficit presupuestal.

El combate contra la evasión impositiva permitió aumentar el gasto en salud, educación y políticas sociales. El programa de privatizaciones se intensificó con la venta de acciones en el área de las telecomunicaciones, electricidad y carreteras. El desempleo se redujo a 6,7% de la población activa.

En febrero de 1998, el parlamento aprobó un proyecto de ley que legalizó el aborto voluntario hasta las diez semanas de embarazo. El gobierno promovió un referéndum y venció el «no» a la despenalización con 50,91% de los votos contra el 49% del «sí» y una abstención del 68%.

Luego de 442 años de gobernar la isla, Portugal entregó Macao a China el 20 de diciembre de 1999. Este acto significó el fin del Imperio Portugués, y de todo control europeo en Asia. Portugal, que había sido la primera potencia europea en controlar territorios asiáticos, fue también el último país en retirarse.

En una visita al líder independentista de Timor Oriental, Xanana Gusmao, en febrero de 2000, Sampaio prometió ayudar a los timorenses a restaurar su sistema educativo. Esta fue la primera visita de un jefe de Estado portugués desde que Portugal abandonara Timor en 1974.

Sampaio confirmó que seguía siendo el político más popular del país cuando, en abril de 2001, triunfó con facilidad en las elecciones, afirmando el control de los socialistas liderados por Guterres.

En diciembre se inauguró el proyecto hidroeléctrico Alqueva, sobre el río Guadiana, que creaba el lago artificial más grande de Europa y que fue condenado por distintos grupos ambientalistas que lo consideraban demasiado grande, destructivo e innecesario. Si bien el proyecto irrigaría el yermo sur del país, también habría de inundar el hábitat de una inusual fauna (incluyendo águilas, jabalíes, halcones y el lince ibérico) y sumergiría 160 rocas con inscripciones de la Edad de Piedra. El cuerpo político defendió el proyecto argumentando que era imprescindible para irrigar las zonas más baldías del país, pero algunos ambientalistas señalaron que sólo 48% de la tierra irrigada sería provechosa para cultivo o pastura.

El pobre desempeño económico del gobierno llevó a Guterres a reformar reiteradamente su gabinete; esto, aunado a las acusaciones de corrupción dentro del PS, le hicieron perder popularidad y, en diciembre de 2001, tras una estrepitosa derrota en las elecciones locales, el primer ministro renunció y el Parlamento fue disuelto.

Se adelantaron las elecciones que, en marzo de 2002, dieron la victoria al candidato socialdemócrata Manuel Durão Barroso. El nuevo premier formó una coalición de gobierno de centro derecha. Al asumir, prometió recortar los impuestos corporativos, abatir el gasto público y privatizar algunos servicios estatales, incluyendo el de salud.

Una investigación periodística a fines de 2002 descubrió una red de explotación sexual infantil que servía a diplomáticos, políticos, deportistas y periodistas, oculta durante dos décadas con la complicidad del Estado, ya que las víctimas eran residentes de Casa Pía, la principal institución portuguesa bajo tutela estatal de atención a huérfanos. Los investigadores aseguraron haber constatado 128 casos de abuso sexual contra niños y niñas. A fines de 2003 diez personas habían sido detenidas, entre ellas Carlos Cruz, famoso conductor de televisión portugués, y Jorge Ritto, ex embajador de Portugal en Sudáfrica.

El fuego devastó alrededor de 215 mil hectáreas de suelo portugués –un área equivalente al territorio de Luxemburgo– en agosto de 2003.

El Parlamento rechazó el 5 de marzo de 2004, con los votos del PSD y el Partido Popular, cuatro proyectos de ley de despenalización del aborto. De acuerdo con cifras del ministerio de Salud, 11 mil mujeres necesitaron tratamiento médico luego de practicarse abortos clandestinos en 2002. Se estima que la cifra anual de abortos en Portugal asciende a 30 mil.

A mediados de 2004 Durão Barroso dejó el cargo de primer ministro para convertirse en presidente de la Comisión Europea y su sucesión desató un período de inestabilidad política que llevó a Sampaio a disolver el parlamento en noviembre y convocar elecciones anticipadas para febrero. El PS ganó con el 45% de los votos, contra 28,8% de los socialdemócratas, que quedaron en segundo lugar. En marzo, el socialista José Sócrates asumió como primer ministro.

En junio de 2005, la UE ordenó a Portugal que redujese su déficit fiscal –que según estimaciones oficiales llegaría a 6,2% ese año– para adecuarse a las normativas comunitarias, que establecen un máximo de 3% del PIB. El gobierno presentó un programa de recorte de gastos con miras a reducir el déficit a 2,8% en 2008.

Nuevos incendios forestales, avivados por una fuerte sequía, que arrasaron unas 140 mil hectáreas y dejaron 15 muertos, en el mes de agosto, forzaron a Portugal a solicitar, para combatirlos, ayuda a otros países de la UE

En las elecciones de enero de 2006, el ex primer ministro de centro-derecha Aníbal Cavaco Silva ganó con el 50,54% de los votos, derrotando a cinco rivales de izquierda. En marzo, al asumir el cargo, el nuevo presidente anunció su intención de mantener una «cooperación estratégica» con el gobierno socialista, con el que tendría que cohabitar.

En febrero de 2007 se realizó un referéndum para despenalizar el aborto. El 59% de los votantes aprobó que l parlamento confeccionase una ley que autorizándolo. En abril se aprobó la ley de despenalización, que legalizaba los abortos que fueran realizados durante las primeras 10 semanas de gestación, solicitados por la embarazada y en clínicas registradas a tal efecto.