En la antigüedad, Siria era el nombre genérico de la región comprendida entre la península de Anatolia, Turquía y el Sinaí. El dominio de ese territorio fue un objetivo constante de las antiguas civilizaciones, desde los egipcios, que lo consideraban la puerta de entrada a su país, hasta los persas, que veían en él un puente hacia el imperio universal que proyectaban.

En la parte central de sus costas se desarrolló, entre los siglos XII y VII a.C., la civilización cananea –conocida por los griegos como fenicia–, una sociedad de marinos y comerciantes que crearon la primera economía mercantil del planeta. Las ciudades fenicias siempre fueron independientes, aunque una u otra ejerciese temporalmente cierta hegemonía sobre las demás.

Entre las realizaciones de estos cananeos se cuenta la invención del alfabeto –el primer sistema de escritura lineal o «proto-alfabeto» cananeo, data del 1600 a.C. y fue hallado en Ugarit, en la costa mediterránea de la actual Siria, en 1928, y cuenta con 30 signos. También construyeron embarcaciones adecuadas para mar abierto, fabricaron cerámicas y tejidos, ampliaron y sistematizaron los conocimientos geográficos y realizaron la primera circunnavegación de África. La difusión de esos elementos por todo el ámbito mediterráneo es el origen de lo que luego se llamaría «civilización occidental», cuyos principales exponentes fueron los griegos.

Tras la muerte de Alejandro Magno en el 323, el enorme imperio se dividió y Siria se convirtió en el centro del estado seléucida (por Seleuco, general de Alejandro), que se extendía hasta la India. En el período romano, ya perdida la parte oriental ante el avance de los partos, la provincia de Siria fue una frontera constantemente agitada por las guerras.

La arabización del territorio fue llevada a cabo por los califas Ummaia, que hicieron de Damasco la capital del imperio (ver historia de Arabia Saudita), entre los años 660 y 750, y sentaron las bases de un fuerte sentimiento nacional. Al derrotar a los Ummaias, los Abbas trasladaron la capital a Bagdad, donde los nuevos califas contaban con mayor apoyo. Si bien mantuvo su importancia económica y cultural, la pérdida de peso político de Damasco fue considerable y se tradujo en el siglo XI en la casi indiferencia con que los califas de Bagdad recibieron la invasión de los cruzados. La defensa quedó a cargo de los emires locales; sus rivalidades internas justificaron el triunfo y el sustento durante casi 200 años de una fuerza cristiana reducida, alejada de sus bases de apoyo.

Los egipcios iniciaron en el siglo XIII, el proceso de expulsión de los cruzados. Eso hizo de Siria una virtual provincia egipcia, teatro del enfrentamiento con los invasores mongoles y tártaros. En el siglo XVI los egipcios perdieron definitivamente el dominio del país, que quedó en poder del Imperio Otomano.

En la herencia de los cruzados se incluye el fortalecimiento de las comunidades cristianas en la región, especialmente la de los maronitas, que servirían de pretexto para las injerencias europeas a partir del siglo XVII. Cuando el jedive de Egipto Muhammad (Mehemet) Alí conquistó Siria en 1831, los pesados impuestos y el servicio militar causaron una rebelión popular en la que participaron cristianos y musulmanes. Las potencias europeas invocaron la represión contra los cristianos como pretexto para intervenir, detuvieron la ofensiva de Alí y delegaron a los franceses la «protección de los cristianos sirios». El proceso culminó con la retirada egipcia en 1840, la restauración del dominio otomano y la aceptación por los sultanes turcos de que se instalasen misiones y colegios cristianos subvencionados por los europeos.

En 1858, los maronitas, organizados en comunidades concentradas en la región montañosa entre Damasco y Jerusalén, rompieron con su clase dominante y abolieron el sistema feudal de tenencia de la tierra. Sus vecinos musulmanes, en particular los drusos, decidieron reprimir el movimiento antes de que se extendiese. El conflicto culminó con las llamadas «masacres» de junio de 1860.

Un mes después desembarcaban en Beirut tropas francesas que obligaron al gobierno turco a crear una provincia separada, el «Pequeño Líbano», que debía ser gobernada por un cristiano nombrado por el sultán pero aprobado por las potencias europeas, y tener una policía propia. En su territorio quedaban abolidos los privilegios feudales. Un conflicto social fue transformado así en enfrentamiento de grupos confesionales, lo que colocó a los cristianos del «Pequeño Líbano» en condiciones de preeminencia con relación a la población musulmana local.

A través del acuerdo Sykes-Picot, París y Londres se dividieron la media luna fértil quedando Siria (con el Líbano) para Francia; mientras Inglaterra se quedaba con Palestina (incluida Jordania) e Irak. Desconociendo el acuerdo, el emir Faisal fue proclamado rey de Siria al estallar la rebelión árabe durante la Primera Guerra Mundial.

En 1920, Francia ocupó militarmente el país, obligando a Faisal a retirarse. Dos meses después Siria fue dividida en cinco estados: Gran Líbano (agregando otras regiones a la provincia del «Pequeño Líbano»), Damasco, Alepo, Djabal Druzay Alawis (Latakia). Las cuatro últimas volvieron a unirse en 1924.

Hasta 1932 el país vivió en relativa tranquilidad: en ese año fueron elegidos el presidente y el Parlamento, pero Francia dejó clara su intención de no permitir una gran autonomía interna. Esto generó enfrentamientos que en 1936 cesaron con un acuerdo donde los franceses reconocieron la justicia de los reclamos, el principal de los cuales era la reunificación con el Líbano. El gobierno de Francia nunca ratificó el acuerdo, lo que provocó más agitación que culminó en 1939 con la renuncia del presidente sirio y la suspensión de la Constitución de 1930, en Siria y Líbano, por parte de la administración francesa.

En 1941 fuerzas de Francia libre e Inglaterra ocuparon la región para desplazar a los colaboracionistas con el nazismo. Dos años después fueron elegidos presidentes Chikri Al-Quwatli en Siria y Bechara Al-Kuri en Líbano. Pero cuando este último propuso eliminar de la Constitución las cláusulas relativas al mandato francés, las tropas de este país lo tomaron prisionero junto con su gabinete. Comenzaron enfrentamientos internos en ambos estados, sumados a presiones británicas sobre el ejército francés, que finalizaron en marzo de 1946, cuando la ONU ordenó la retirada de las fuerzas europeas y determinó el fin del mandato de Francia.

En 1948 fuerzas sirias lucharon contra la partición de Palestina y en 1956 se solidarizaron con Egipto, agredido por Israel, Francia y Gran Bretaña, al nacionalizar Nasser el canal de Suez.

En 1958 Siria integró la República Árabe Unida, junto con Egipto. El ambicioso proyecto unificador de Nasser fracasó en 1961 y diez años más tarde volvió a ser impulsado, esta vez con mayor elasticidad en cuanto a los vínculos entre sus miembros, en la Federación de Repúblicas Árabes, de la cual también participó Libia.

En 1963 una revolución popular llevó al poder al Partido Baath Árabe Socialista, fundado en 1947 por el militante nacionalista Michel Aflaq, de origen cristiano. En noviembre de 1970 el general Hafez al-Assad asumió el poder e introdujo reformas en las estructuras económicas y sociales. El Quinto Congreso Regional del Partido el Baas definió a los países árabes como «regiones» de la Nación Árabe, nombró a Assad secretario general y propuso «acelerar las etapas hacia la transformación socialista en los diferentes campos». Esta orientación fue institucionalizada en la nueva Constitución, aprobada en 1973.

Siria participó activamente en las Guerras Árabe-Israelíes de 1967 y 1973, durante las cuales las fuerzas israelíes ocuparon la meseta del Golán. Integró junto con Argelia, Yemen y la OLP, el Frente de la Firmeza, que se opuso a la política estadounidense en la región y a los acuerdos de Camp David (ver Egipto). Sus tropas compusieron la mayor parte de la Fuerza Árabe de Disuasión, que en 1976 intervino para evitar una partición del Líbano.

En 1978, en virtud de un acercamiento de la fracción siria e iraquí del Baath, se avanzó hacia la creación de un estado único, pero el proyecto fracasó al intentar unificar las dos ramas del partido. A fines de1979 la rama siria censuró a la Hermandad Musulmana (un grupo integrista) tachando a sus miembros de «agentes sionistas».

En 1982 el gobierno lanzó una ofensiva a cargo del ejército; miles de miembros de la Hermandad murieron y el gobierno sirio acusó a Irak de haber armado a los rebeldes. En abril fue cerrada la frontera entre ambos países.

En 1980 se produjo una alianza entre Arabia Saudita, Irak y Jordania. El enfrentamiento entre este grupo y Siria se agravó al comenzar la guerra entre Irán e Irak. El gobierno sirio reprochó a Irak haber desencadenado el conflicto, y «desviar la atención del problema central de la región»: la cuestión palestina. A fines de ese año, aumentaron las tensiones entre Jordania y Siria, acusada la primera de apoyar a la Hermandad, poniendo a ambos estados al borde de la guerra.

En 1981 estalló en el Líbano la «crisis de los misiles» cuando las tropas de la Falange Cristiana intentaron extender su autoridad a la ciudad libanesa de Zahde. Una Fuerza Árabe de Disuasión comandada por Siria intentó impedir este avance. Siria instaló en el Líbano misiles soviéticos tierra-aire SAM-6, lo que provocó la reacción israelí. La crisis finalmente fue superada, pero en 1983 Israel invadió el Líbano, y destruyó las bases de misiles sirios. El gobierno de Damasco mantuvo sus fuerzas estimadas en 30 mil efectivos en territorio libanés, y condicionó su retirada a la previa evacuación de todas las tropas israelíes.

La caída del precio del petróleo agravó aún más los problemas económicos generados por la guerra, lo cual obligó al gobierno, en 1984, a implantar una férrea política de austeridad.

En 1985, al-Assad renovó por siete años su mandato. En esas elecciones obtuvo 99,8% de los votos (porcentajes similares a los de 1971 y 1978). A pesar de esto, en 1987 se produjo una crisis política que obligó a renunciar al primer ministro, Abdul Rauf al-Kassem, acusado de corrupción.

En mayo de 1990 Siria restableció sus relaciones diplomáticas con Egipto. Algunos observadores atribuyeron esta circunstancia a la disminución del apoyo militar de la URSS a Damasco.

Cuando Irak invadió Kuwait, Siria se alineó rápidamente con la alianza anti-iraquí y envió tropas a Arabia Saudita. Las relaciones diplomáticas con Washington mejoraron notoriamente. En el marco de la crisis, Siria aumentó su influencia en el Líbano y logró fortalecer en ese país un gobierno aliado y desarmar a la mayoría de las milicias autónomas.

En mayo de 1991 Siria y Líbano firmaron un acuerdo de cooperación por el cual Siria reconoció a Líbano como un Estado independiente y separado, por primera vez desde que ambos países se independizaron de Francia.

El 2 de diciembre de 1991, al-Assad fue reelegido por cuarta vez con 99,98% de los votos. Su candidatura fue la única presentada.

Siria se mantuvo alejada de las primeras etapas del proceso de paz en la región, que permitió la instauración de la autonomía limitada para Palestina y la firma de los acuerdos entre Israel y Jordania enjulio de 1994.

En junio de 1995, en negociaciones oficiales con Israel, la devolución de la meseta del Golán a Siria no se concretó porque Tel Aviv pretendía mantener indefinidamente una presencia militar limitada en la región. En octubre, una emboscada tendida por Hezbollah a tropas israelíes en el sur de Líbano volvió a complicar las negociaciones.

En el marco de una política de estímulo al sector privado, se abrieron al capital privado sectores estatales clave, como la energía eléctrica, la producción de cemento y la industria farmacéutica.

Sorpresivamente, en noviembre de 1997, ante la amenaza de una nueva intervención militar de Washington en Irak, Damasco intensificó relaciones con Bagdad, en una estrategia contra la alianza turco-israelí en rápida consolidación. En abril de 1998, Irán se sumó a las conversaciones sirio-iraquíes sobre asuntos de seguridad.

Al-Assad fue reelecto para su séptimo período consecutivo de cinco años en 1999. En marzo de 2000 todos los miembros del gabinete presentaron su renuncia y Mohamed Mustafa Miro, un veterano líder del Baath, fue designado como el nuevo primer ministro.

La repentina muerte de al-Assad el 10 de junio sumió al país en duelo por el único gobernante que conocieran la mayoría de los sirios. Lo sucedió su hijo, Bashar al-Assad, quien asumió en julio la presidencia.

Entre las primeras medidas del nuevo mandatario, en abril de 2001 se aprobó oficialmente el establecimiento de la banca privada y poco después se habilitó a una estación de radio privada para transmitir, aunque sólo música y ningún contenido político.

En mayo, el papa Juan Pablo II visitó Siria y en la ceremonia de bienvenida, al-Assad lanzó un fuerte ataque contra Israel al comparar el sufrimiento de los árabes a la persecución de Jesucristo. En respuesta, Juan Pablo II hizo un llamado a favor de una nueva actitud de entendimiento y respeto entre cristianos, musulmanes y judíos.

Siria alcanzó en octubre de 2001, con apoyo unánime de Asia y África, su asiento en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, pese ala oposición de Israel.

Las relaciones internacionales de Damasco fueron intensas durante 2001. Luego de grandes presiones del gobierno libanés, desocupó Beirut y se replegó hacia otras partes del Líbano. En agosto, el premier Miro visitó Irak, en el primer viaje de alto nivel a ese país desde que las relaciones se tensaran por el apoyo sirio a Irán durante la guerra de 1980-1988.

La excarcelación en noviembre, tras una reclusión de más de dos décadas, de decenas de presos políticos pertenecientes a la Hermandad fue saludada por Amnistía Internacional como un «satisfactorio paso adelante hacia el respeto de los derechos humanos en Siria». Detenidos en condiciones degradantes, casi todos los presos habían permanecido incomunicados además de haber sufrido torturas y malos tratos.

En abril de 2002, la estación siria de radares en el Líbano fue atacada desde aviones israelíes, que respondieron a un ataque de la guerrilla de Hezbollah, despertando el temor de una escalada militar que sin embargo no se produjo.

En mayo, el alto funcionario estadounidense John Bolton incluyó a Siria en la lista de países integrantes del llamado «eje del mal», acusando a Damasco de intentar obtener armas de destrucción masiva. En abril de 2003, con la invasión de Irak ya en marcha, Washington amenazó a Siria con sanciones económicas y diplomáticas, afirmando que el régimen ayudaba a fugitivos iraquíes. El gobierno sirio rechazó las acusaciones.

En enero de 2004, al-Assad se convirtió en el primer gobernante sirio en visitar Turquía, en un viaje que marcó el inicio del deshielo de las relaciones con Ankara.

El 8 de marzo el Comité para la Defensa de las Libertades Democráticas y Derechos Humanos de Siria organizó una inédita manifestación en Damasco en demanda de democracia y libertad para prisioneros políticos. Dos integrantes de la organización, Ahmad Jazen y Hassan Wattfa, fueron detenidos y pasaron dos meses en prisión.

En abril, hubo una explosión en un edificio que había sido sede de la ONU en Damasco; en el subsiguiente tiroteo murieron un civil, un policía y dos de los cuatro activistas involucrados. El gobierno atribuyó el atentado a fundamentalistas islámicos.

Un mes más tarde, Washington impuso sanciones económicas a Siria debido a lo que consideró su apoyo al terrorismo y su negativa a impedir el ingreso de guerrilleros a Irak desde sus fronteras.

Tras el asesinato del ex premier libanés Rafik Hariri en Beirut, en febrero de 2005, creció la presión de parte de Washington, Paris, la ONU y la oposición libanesa para que las tropas y agentes de inteligencia sirios abandonasen de inmediato Líbano. Al-Assad, en cumbre con Émile Lahoud, su similar libanés, acordó un calendario parcial estableciendo que, para las elecciones generales de mayo en Líbano, todas las tropas sirias se habrían retirado.

A principios de febrero de 2006 manifestantes sirios incendiaron el edificio donde se encontraban las embajadas de Dinamarca y Noruega durante una protesta por la publicación, en un diario danés, de caricaturas satirizando al profeta Mohamed. Las embajadas de Chile y Suecia, ubicadas en el mismo edificio, sufrieron daños menores. Una semana más tarde, Dinamarca cerró su embajada en el país, y acusó a las autoridades sirias de no garantizar un mínimo de seguridad a los funcionarios daneses.

En mayo de 2007, Bashar al-Assad fue reelegido para ocupar el cargo de presidente por siete años más. Habiendo sido el único candidato, consiguió el 97,62% de los votos.

En agosto, al-Assad reafirmó el interés del país en recuperar en su totalidad la meseta del Golán. «Nuestro deseo de paz no significa que renunciemos a nuestros derechos. No aceptaremos sino la recuperación de todo el Golán hasta la línea del 4 de junio de 1967» Las declaraciones se dieron como preámbulo de una posible reapertura de las negociaciones de paz con Israel, interrumpidas desde 2000 por las diferencias relativas al Golán.