Ubicado en las rutas comerciales de la India, África y el Mediterráneo, Yémen fue célebre en la Antigüedad por el comercio de incienso, perfumes y mirra. Sus principales ciudades (Ma'in, Marib, Timna, Nagram) jalonaban las rutas de las caravanas que traían esencias aromáticas de Dhufar (actualmente parte de Omán) y Punt (Somalóa), que luego seguían el litoral del mar Rojo hasta los mercados mediterráneos o, a partir de Taimá, hacia Mesopotamia.

Las ciudades se unificaron en reinos, primero el de Mina y luego el más conocido por los relatos bíblicos, el reino de Saba. En el año 30 a.C., los romanos, que ya dominaban Egipto, intentaron, sin éxito, extender su domino a Saba.

A principios del siglo II d.C., Ptolomeo, geógrafo y matemático griego, comenzó a referirse a esta zona como la «Arabia feliz», por su vegetación (que la distinguía del resto de la península) y riquezas, producto del comercio.

En el siglo III, el reino de Saba había caído bajo el dominio de la Dinastía himyarita (reino de Himyar). Un siglo después, misioneros cristianos comenzaron a llegar a Yémen.

El último rey de Himyar era judío e inició una persecución violenta de la comunidad cristiana, lo que provocó en el 525 la intervención del rey etíope de Aksum, de religión cristiana, que ocupó el país. Los reyes de Aksum hablaban griego y se habían convertido al cristianismo en el año 333, sentando las tradicionales bases cristianas de la futura Abisinia (Etiopía).

En 572, los persas invadieron Arabia, sustituyeron a los etíopes y convirtieron a Yémen en una satrapía persa.

Cuando el dominio islámico llegó al país en el siglo VII, éste había perdido su esplendor luego de tres siglos de guerra. Primero fue gobernado desde Damasco por los omeyas, y más tarde desde Bagdad por los abásidas.

Hacia fines del siglo VIII, los límites del Imperio Etíope iban desde el norte de África y España, en el oeste, hasta Pakistán y Afganistán, en el este. Damasco, en Siria, se convirtió en la capital del imperio, donde surgieron los pilares de una nueva cultura. Componentes grecorromanos, persas e indios se amalgamaron para conformar la nueva cultura dominante, en cuyo marco los árabes desarrollaron aportes a la ciencia y la filosofía. Los árabes eran la elite social, la clase gobernante, aunque poco cambió en la vida de los yemenitas y otros pueblos subyugados por aquellos.

En el siglo XV los portugueses llegaron a Arabia, bloquearon las rutas comerciales del mar Rojo y controlaron el comercio de las especias en cuya ruta Yémen ocupaba una posición estratégica. En 1516 conquistaron Adén, donde se instalaron hasta 1538. Con Adén bajo su poder, Portugal dominaba la entrada del mar Rojo.

En el siglo XVI se inició la conquista otomana. Los turcos ocuparon apenas algunos puntos de la costa del mar Rojo, mientras el interior del país y la costa sur permanecieron independientes, gobernados por un imán. Poco después los ingleses hicieron su aparición en la zona, al instalar un puesto de la Compañía de las Indias en el puerto de Mukha (Moka; origen de la palabra usada para denominar una variedad de café), en 1618.

En el siglo XIX los británicos expandieron su presencia. Como consecuencia de la conquista del país por Mohamed Alí, los británicos ocuparon todo el extremo sudoccidental (ver historia de Egipto), y se instalaron en 1839 en Adén, el mejor puerto de la región, desde donde podían ejercer una vigilancia discreta de los turcos. Éstos, por su parte, trataban de mantener su dominio en el interior, lo que sólo consiguieron en 1872. Para lograrlo tuvieron que mantener en su cargo al imán, que reafirmó su posición haciendo su cargo hereditario, en lugar de electivo. La división puso en marcha el proceso por el cual Yémen y su pueblo fueron divididos en dos países.

Hacia 1870, con la inauguración del Canal de Suez y la consolidación del dominio turco sobre el norte de Yémen, Adén adquirió nueva importancia para la estrategia global británica: era la llave del mar Rojo y, por lo tanto, del nuevo canal.

A principios del siglo XX, Turquía y el Reino Unido marcaron una frontera entre sus territorios, que pasaron a llamarse Yémen del Norte y Yémen del Sur, respectivamente. Comenzaron a firmarse tratados de amistad o protectorado con los jefes tribales locales, en un lento pero inexorable proceso que culminó en 1934, cuando los ingleses se aseguraron el control de todo el sur del país, hasta la frontera con Omán.

En 1911, el imán Yahya Hamid ad-Din dirigió una rebelión nacionalista, como resultado de la cual el imperio turco reconoció, dos años después, la autoridad plena de los imanes sobre el norte del Yémen, a cambio de la aceptación por estos de una formal soberanía turca.

Durante la Primera Guerra Mundial, el imán se alió con el Imperio Otomano y se mantuvo fiel a él hasta el fin de la guerra. Con la descomposición de este imperio, Yémen recuperó su independencia (noviembre de 1918) y Hamid ad-Din fue nombrado rey.

En 1925, Gran Bretaña reconoció la independencia y en 1934 firmó un tratado que garantizaba su soberanía. Aprovechándose de los tratados que tenían con tribus de las zonas circundantes, los británicos convirtieron entonces a Adén en un protectorado y, en 1937, en colonia británica.

El surgimiento del movimiento nacionalista «Yémen Libre» a mediados de la década de 1940, fue provocado por la regulación autocrática de los imanes. En 1945, Yémen del Norte fue uno de los fundadores de la Liga Árabe; dos años después, entró en las Naciones Unidas (ONU).

En 1948 hubo una revuelta abortada, en la que imán Yahya fue asesinado, seguida, en 1955, por un golpe de Estado contra el imán Ahmad. En 1958, seis de los gobernadores de Yémen del Sur formaron la Federación de Arabia del Sur que, con apoyo británico, hacia 1965 ya reunía a los 17 estados de la región.

Ese mismo año el imán Ahmad ash-Shams, que gobernaba el norte, adhirió a la República Árabe Unida, formada por Egipto y Siria, en la que permaneció hasta 1961. Fue sucedido por su hijo Mohammed al-Badr, quien fue depuesto por militares nasseristas en 1962, cuando la República Árabe del Yémen fue proclamada bajo el liderazgo de Abdullah al-Sallal.

El ex imán, con abierto respaldo saudita e inglés, inició una larga guerra civil contra el gobierno republicano, que recibía apoyo de Egipto. Un golpe de Estado dentro del bando republicano llevó al poder al moderado al-Iryani. Mientras tanto, en Yémen del Sur el Frente de Liberación Nacional, formado en 1963, tomó Adén, en 1967 y proclamó la independencia, iniciando una revolución que se proclamaba socialista.

Yémen del Sur pasó a llamarse República Popular del Yémen, clausuró todas las bases británicas en 1969, y tomó control de la banca, el comercio exterior y la industria naval, al mismo tiempo que emprendió una reforma agraria. En política exterior, mantuvo una estrecha alianza con la URSS.

Pese a las diferencias políticas e ideológicas entre los gobiernos de Yémen del Norte y del Sur, en octubre de 1972 al Iryani firmó un tratado con el gobierno del Yémen Democrático (del Sur) que preveía una futura reunificación.

Esto contradecía la estrategia saudita y en junio de 1974 el coronel Ibrahim al-Hamadi obligó a renunciar a al-Iryani y asumió el gobierno en Sana'a. Pero el joven oficial, inicialmente apoyado por el rey saudita Faisal, pronto se enemistó con su poderoso vecino a causa de su intento de centralizar el poder, enfrentando a los señores feudales del norte. Después de sobrevivir a tres atentados, el 11 de octubre de 1977 fue asesinado.

Asumió el poder en Yémen del Norte una junta presidida por el teniente coronel Ahmad al-Gashmi e integrada por el primer ministro Abdel Aziz Ghani y el mayor Abdul al-Abdel Aalim, quienes se comprometieron a continuar la política de su antecesor. Al-Gashmi murió en un atentado con bomba en junio de 1978.

En octubre de 1978, en un congreso que contó con considerable apoyo de la población, el Frente de Liberación Nacional fundó el Partido Socialista de Yémen. En diciembre se realizó la primera elección popular desde la independencia, para designar a los 111 integrantes del Consejo Revolucionario del Pueblo.

La permanente hostilidad de Arabia Saudita se intensificó con el reclamo de partes del territorio de Yémen del Sur, precisamente aquellas en las cuales se habían descubierto yacimientos de hidrocarburos. Las tensiones se agravaron ante la creciente presencia militar norteamericana en Arabia Saudita.

El mayor Alí Abdullah Saleh, designado presidente de Yémen del Norte en 1978, no pudo evitar que las disensiones internas estallaran en conflictos armados en enero de 1979. Cuando el Frente Nacional Democrático, que agrupaba a todas las fuerzas progresistas del país, estaba a punto de tomar el poder, por instigación saudita el conflicto se desvió hacia una guerra contra Yémen Democrático. La mediación de Siria, Irak y Jordania logró un alto al fuego y un acuerdo por el cual se reanudaron las negociaciones para la reunificación, suspendidas desde 1972.

En enero de 1986 estalló una cruenta guerra civil en la República Democrática Popular del Yémen. El conflicto fue breve pero dejó diez mil muertos. Muhammad al-Hasani fue expulsado del poder y lo sustituyó el antiguo primer ministro, Haydar Bakr al-Attas, elegido presidente en octubre de 1986.

Finalmente, el 22 de mayo de 1990, las repúblicas se unieron formando la República del Yémen. Se estableció que la capital política fuera Sana'a (ex capital de la República Árabe de Yémen) y se designó capital económica a Adén (ex capital de la República Democrática Popular del Yémen).

En sesión conjunta de las Asambleas Legislativas de ambos Estados, realizada en Adén, se eligió un Consejo Presidencial, integrado por el general Alí Abdullah Saleh (ex presidente de Yémen del Norte), Kadi Abdul Karim al-Arshi, Salem Saleh Mohammed y Abdul Aziz Abdel Ghani. Los miembros del Consejo escogieron a Alí Abdullah Saleh para ejercer la presidencia de la república unida.

En mayo de 1991, a través de un referéndum, se ratificó por abrumadora mayoría la nueva Constitución, que proclamaba la libertad de expresión y el pluralismo político. Los grupos fundamentalistas islámicos opuestos a la unificación llamaron al boicot, por considerar inaceptable la ausencia de principios de la sharia (ley islámica), visto que se introdujo el derecho a votar de la mujer, entre otros.

Pocos meses después de su instalación, el gobierno provisorio de la República de Yémen protestó por la concentración de ejércitos extranjeros en Arabia Saudita para evitar la invasión de Kuwait. En represalia, el gobierno saudita expulsó a 850 mil trabajadores yemenitas cuyo regreso agravó la situación económica del país.

En marzo de 1993, el Congreso General del Pueblo (CGP) de Alí Abdullah Saleh obtuvo el primer lugar en las elecciones parlamentarias.

Para debilitar al Yémen unificado, visto como un «mal ejemplo» para las monarquías de la región, Arabia Saudita apoyó la lucha por la secesión conducida por el vicepresidente Ali al Beidh. En mayo de 1994, los secesionistas proclamaron una república democrática de Yémen en el sur del país, pero fueron derrotados por fuerzas leales al gobierno. En julio, el consejo de ministros adoptó un plan de amnistía general y salvaguarda del pluralismo político. En setiembre, los miembros del Partido Socialista tuvieron que abandonar el gobierno, mientras que Islah (Congregación yemenita islámica reformista) obtuvo seis nuevos cargos en el gabinete. Además, se modificó la Constitución, estipulándose que la sharia sería fuente de toda la legislación.

En febrero de 1995, once partidos establecieron una nueva alianza, la Coalición Democrática Opositora. Por su parte, el gobierno firmó un preacuerdo con Arabia Saudita en el que se afirmaba la voluntad de ambos estados para fijar definitivamente su frontera común y promover las relaciones bilaterales.

En diciembre, el desembarco de fuerzas de Eritrea en las islas Hanish, en el mar Rojo, dio lugar a un conflicto armado. En marzo de 1996, Yémen y Eritrea aceptaron un arbitraje internacional para resolver el diferendo.

En 1997 el CGP ganó la elección parlamentaria y el 15 de mayo, asumió el primer ministro Faraj Said Ibn Ghanem.

El nuevo gobierno instrumentó un programa de ajuste estructural para reactivar la economía, que sufría los efectos de la guerra civil y la reducción de subvenciones extranjeras. Las privatizaciones le valieron al gobierno financiamiento del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.

Abdul Karim al-Iryani pasó a ocupar el cargo de primer ministro en mayo 1998. El ataque saudita a un destacamento yemenita en la isla Duwaima, en el mar Rojo, en julio, provocó un nuevo deterioro de las relaciones entre ambos vecinos. En octubre el tribunal arbitral de La Haya resolvió a favor de Yémen la posesión de las islas Hanish, también reclamadas por Eritrea.

En los comicios de setiembre de 1999, Alí Abdullah Saleh logró la reelección con el 96,3% de los votos.

El secuestro de 28 turistas, mayoritariamente británicos, en diciembre de 1998 puso de manifiesto la creciente utilización de este delito por parte de algunos clanes para para llamar la atención del gobierno y obligarlo a ceder ante demandas locales. En la década de 1990 fueron secuestrados unos 200 extranjeros. En febrero de 2000 entró en vigencia una nueva ley que convirtió el secuestro de extranjeros en un delito punible con la pena capital.

Diecisiete estadounidenses murieron en un atentado suicida contra el acorazado estadounidense USS Cole en Adén en octubre de 2000. El islamista radical Osama bin Laden, ciudadano saudita y descendiente de yemenitas fue culpado de planear el ataque. Ese mismo mes, una bomba explotó en la embajada británica. Fueron encarcelados cuatro ciudadanos yemenitas, que declararon haber realizado el ataque en solidaridad con la causa de los palestinos.

La violencia caracterizó las elecciones municipales de febrero de 2001, acompañadas por un referéndum para extender a siete años el período presidencial. Treinta personas murieron en las disputas entre facciones y con la policía durante el recuento de votos. Finalmente se dio por aprobada la reforma constitucional y Saleh vio extendido su mandato.

En mayo, Wahiba Fare asumió la cartera de Derechos Humanos y se convirtió en la primera mujer en encabezar un ministerio en la historia del país.

En noviembre, Saleh viajó a Washington, para asegurar al gobierno estadounidense que Yémen participaría de la coalición de naciones que Washington estaba organizando para combatir el terrorismo. Esta alianza produjo numerosas detenciones de yemenitas y extranjeros en los años siguientes.

Amnistía Internacional señaló que la lucha contra el terrorismo hizo que el Estado olvidara la protección de los Derechos Humanos en Yémen. La organización denunció casos de intimidación a periodistas, generalización de la tortura, así como la continuación de la aplicación de la pena de muerte y penas de flagelación y mutilación.

En marzo de 2002, el gobierno expulsó a más de 100 estudiosos islámicos, entre ellos franceses y británicos, como parte de su campaña contra el terrorismo. Estados Unidos acordó enviar asesores militares para entrenar fuerzas yemenitas.

Al menos 5 mil personas manifestaron en abril, quemando banderas de Israel y Estados Unidos, al tiempo que exigían el cierre de la embajada de Washington, blanco de una explosión y un ataque con granada.

En octubre de 2002 el buque cisterna francés Limburgo explotó frente a las costas de Yémen. Para evitar la intervención de Estados Unidos y asegurarse la continuidad de la ayuda financiera, el gobierno impulsó una campaña de captura de los seguidores de la red al-Qaeda, liderada por bin Laden.

En noviembre, un misil lanzado sobre Yemen desde un avión sin piloto dejó seis muertos, entre ellos Salim Sinan al-Harethi, considerado por Washington el líder de al-Qaeda en el país.

En mayo de 2003 un tribunal yemení condenó a muerte a Abed Abdulrazzak Kamel, presunto miembro de al-Qaeda, por el asesinato de tres misioneros cristianos estadounidenses a fines de 2002.

Entre junio y agosto de 2004, tropas del gobierno enfrentaron a miembros de la secta zaidita «Jóvenes creyentes», partidarios del clérigo chiíta disidente Hussein al-Houthi, en el norte del país. Los zaiditas, una secta chiíta moderada, son mayoría en la zona norte pero minoría en el país, mayoritariamente sunnita. Los enfrentamientos dejaron entre 80 y 600 muertos, según diversas estimaciones.

En agosto de 2004, 15 hombres fueron sentenciados por acciones terroristas, entre ellas el atentado contra el Limburgo en 2002. Uno de los acusados fue condenado a muerte por el asesinato de un policía y los demás recibieron penas de hasta diez años de prisión. La mayoría de los abogados defensores boicotearon los procedimientos judiciales por considerarlos injustos.

Las autoridades anunciaron en setiembre que Hussein al-Houthi había sido asesinado por fuerzas del gobierno. Entre marzo y abril de 2005, más de 200 personas murieron al reavivarse los combates en la región norte. El presidente Saleh acusó a los partidos Al-Haq y Unión de Poderes Públicos de formar brazos armados para derribar al régimen republicano, en lo que calificó como una «conspiración foránea» que incluía a Irán. En mayo, Saleh afirmó que el nuevo líder de la rebelión había renunciado a su lucha a cambio de una amnistía, pese a lo cual siguieron las escaramuzas.

En julio, al menos 36 personas murieron en todo el país en enfrentamientos entre policías y manifestantes que protestaban por un aumento en el precio de los combustibles.

En mayo de 2006, el saudita Mohamad Hamdi al-Ahdal, sospechoso de ser el número dos de al-Qaeda en Yemen, fue condenado a tres años y un mes de prisión por «pertenencia a una banda armada para atacar intereses extranjeros» y «financiación de actos criminales».

El gobierno implementó, a inicios de 2007, un plan para detener la violencia terrorista que incluía la liberación de terroristas que prometieran respetar las layes. En acuerdo con al-Qaeda, al acuerdo había permitido la liberación de 3 integrantes de la red que realizaron atentados en Irak.