La civilización del Chad: Kanem-Bornu
Donde la ruta caravanera de Bilma se acerca al Lago Chad (ver
Níger) vivían, según la tradición
oral, comunidades de "pequeños hombres rojos"
que debieron ser los creadores, entre los siglos I y V de nuestra
era, de la llamada Civilización del Chad, conocida a través
de su producción artística y metalúrgica
de alta calidad. Existen indicios que sugieren que hacia el siglo
X llegaron los sao, pueblo nilótico de elevada estatura,
que exterminaron a los "hombrecitos rojos" y establecieron
una confederación de tribus al sudoeste del lago. Del otro
lado del Chad se habían instalado desde el siglo VIII grupos
de pastores afines a los tibú (nómades autóctonos
de las montañas del Tibesti); los kanuri, que sobreponiéndose
a la población local como una aristocracia militar crearon
el reino de Kanem. Convertidos al islamismo en el siglo XI, cultivaron
estrechas relaciones con el mundo árabe basadas en el tráfico
de esclavos.
La captura de esclavos llevó con frecuencia a los kanuri
al territorio sao, que terminaron por conquistar. Desde entonces
los Saif (familia real kanuri) pasaron a llamarse "reyes
de Kanem, señores de Bornu" y con ese doble nombre
se conoció su Estado.
El más brillante de los reyes de ese período,
Dunama Dibalimi, gobernó entre 1200 y 1260 un territorio
que iba de las márgenes del Chad hasta el Fezzan (Libia)
al norte, y desde los estados haussa en el oeste hasta el Ouaddai
(frontera del actual Sudán) en el este.
La prosperidad del tráfico le permitía mantener
un ejército permanente de 30.000 jinetes, así como
mandar edificar en El Cairo (Al Qahirah) un gran alojamiento para
los jóvenes kanuri que estudiaban en la universidad de
Al Azhar.
Sin embargo, la dominación sobre los otros pueblos no
era total: sao, tibú y bulala (al sudeste) agitaron los
siglos XIV y XV con repetidas rebeliones, obligando a los Saif
a abandonar Kanem y trasladar incluso su capital a Bornu.
El rey Idris Alaoma (1571-1603) decidió resolver estos
problemas de forma drástica: obtuvo en Túnez mosquetes
e instructores de tiro y, con su ejército así modernizado,
enfrentó a un enemigo por vez.
Los sao, de larga tradición rebelde, fueron completamente
exterminados en una campaña que arrasó todos sus
poblados. Los tibú fueron forzados a abandonar sus montañas
e instalarse en el Bornu, donde podían ser mejor controlados,
mientras que el dominio eficiente sobre los bulala exigió
la conquista del norte del actual Camerún.
Paradojalmente, todo ese "ordenamiento" no benefició
económicamente a los kanuri: los mercaderes haussa, si
bien aceptaron la soberanía de Idris y en adelante pagaron
tributos a los reyes de Kanem-Bornu, consiguieron asumir el control
del tráfico de esclavos, beneficiándose de la "paz"
tan sangrientamente obtenida.
Esa situación se mantuvo más o menos estable
hasta el siglo XIX, cuando la invasión fulani obligó
al rey de Bornu a pedir la ayuda de Mahamad Al-Kanemi,
un jefe militar que, si bien detuvo a los invasores, se convirtió
en el dueño real del poder. Su hijo Omar mantuvo esa dualidad
de gobierno hasta 1846 cuando, al hacer ejecutar al rey Ibrahim,
puso fin a la milenaria dinastía Saif.
En 1893 el sucesor de Omar fue depuesto por Rabah, un guerrillero
sudanés que había luchado junto al Mahdi (ver Sudán)
y extendió hacia el Sudán las fronteras de Kanem-Bornu.
Después de varios años de lucha contra los franceses,
que pretendían controlar el territorio, Rabah fue derrotado
mediante la conjunción de tres ejércitos coloniales,
uno proveniente de Argelia, otro del Congo y el tercero de Malí.
Su muerte significó el fin de la resistencia a la penetración
colonialista.
|