Reportes Especiales
La colonización del Tahuantinsuyo

La victoria de la invasión española sobre el imperio incaico en el siglo XVI permitió la instauración en Sudamérica de uno de los regímenes coloniales más feroces, de saqueo de metales preciosos de la región y de exterminio de la población nativa.

A primera vista parece inexplicable cómo el puñado de hombres que llegó a la región andina peruana en 1532 pudo imponerse al imperio incaico. La invasión hispánica tuvo en su favor varios factores: entre ellos, la superioridad del armamento, de la pólvora y el hierro, así como de la caballería, que ejercieron además un fuerte impacto sicológico.

El arte de la intriga sutil operó con eficacia también, usando los recursos de la política renacentista. De esta manera se aprovecharon rivalidades internas y se obtuvieron los aliados locales para apoyar la intrusión foránea.

El Tahuantinsuyo se hallaba inmerso en una guerra intestina, en la que se enfrentaban Huáscar y Atahualpa, dos candidatos a la sucesión del inca Wayna Qhápaq, y que dividió a sus mejores fuerzas en dos bloques contrapuestos, que a la hora decisiva no pudieron configurar un frente unido.

Asimismo, las interpretaciones del oráculo inca previas a la invasión hicieron que se confundiera a los españoles con dioses que volvían del mar para plasmar un nuevo ciclo histórico. Esto motivó el tratamiento inmejorable dado a la llegada, hasta que se descubrió tardíamente su naturaleza.

Por último, la epidemia de sarampión desencadenada entonces, causó innumerables muertes entre los nativos, que carecían de defensa orgánica para una enfermedad desconocida para ellos. Así se instauró un régimen de opresión y de explotación despiadada que se prolongó por casi tres siglos.

Introducción del mercantilismo

Con la dominación hispánica en América se introdujo la era del mercantilismo. Villey define esta doctrina económica con las siguientes palabras:

"Etimológicamente designa la doctrina que exalta el desarrollo de los mercados, de los mercaderes, del comercio. Esta idea nació al comienzo del siglo XVI como un reflejo del sol sobre el oro del nuevo mundo. Es primeramente allí -Portugal, España- donde el oro aborda a Europa, que se experimenta la magia de los metales preciosos y que hizo de su acumulación [tanto] el objeto supremo de la actividad de los individuos, como de la política de los príncipes. [...] En esta época los metales preciosos del nuevo mundo provenían exclusivamente de las colonias españolas y portuguesas. Los otros países no explotaban minas de oro: no se trataba para ellos de conservar el oro sino de atraerlo. Es lo que los mercantilistas franceses tratarán de hacer, estimulando la producción sobre todo de manufacturas y los ingleses favoreciendo el comercio".

La rapiña sistemática que permitió un flujo continuo de metales preciosos (oro y plata) hacia la metrópoli, un botín inagotable, empero no benefició a España sino a los países europeos más adelantados, que con ulterioridad acumularon los capitales que tiempo después les permitirían acceder a la industrialización.

Es que esos recursos arrancados de América en enormes cantidades servían apenas para costear el consumo metropolitano de bienes y manufacturas importadas de otras zonas, así como para mantener los ejércitos. Para la conexión se requerían barcos y flotas inmensas, cobrando relevancia la supremacía marítima.

La economía colonial

A cambio de la riqueza remitida en metálico, la élite colonial recibía artículos de lujo a cuyo disfrute consagraba su fortuna. No tenía el menor interés en elevar el nivel técnico, científico o cultural de la población productora.

El polo dinámico de la economía colonial era la producción de metales y su base la mano de obra indígena.

Entre la región productora de plata en la actual Bolivia, la región productora de mercurio en Perú, la región de Arica por donde era embarcada la plata, las regiones abastecedoras de trigo, carne seca y vinos de Chile y las regiones de Córdoba y Tucumán en Argentina, de donde provenían los animales de tiro, se formó una cadena de interrelaciones económicas.

Entre los numerosos yacimientos de plata en producción, el de Potosí alcanzó prestigio mundial. En 1772 una frase describía al Cerro Rico de Potosí como "un panal de abejas". Empero la tecnología empleada era anticuada ya para su época.

El auge de la plata eclipsó a la minería del oro; a mediados del siglo XVII la plata constituía cerca de 99% de las exportaciones de América hispana. Para el continente en cambio esto significó la aniquilación masiva del indígena en las 5.000 bocaminas y 116 ingenios de Potosí que, con la decadencia del sitio en el siglo XIX, quedaron prácticamente paralizados.

Explotación del indígena

Los recursos humanos para la minería fueron obtenidos valiéndose del trabajo forzoso, designado como mita. Dieciséis provincias indígenas estaban obligadas a proporcionar la mano de obra, apelando a los varones que contaban entre 18 y 50 años de edad. La tarea debía cumplirse obligatoriamente durante un año entero y volvía a repetirse cada siete años.

La partida anual inicial en el momento de su implantación en 1573 por el virrey Toledo fue de 13.500 personas. En los siglos posteriores el contingente se redujo en forma notoria, debido a las condiciones demasiado severas de la propia mita.

Era casi imposible que un individuo pudiera soportar tres tandas a través de su existencia, porque bastaba una para amenguar su salud hasta límites insólitos. El indígena introducido a la mina quedaba físicamente extenuado y con frecuencia era atacado por enfermedades que lo llevaban a la muerte.

La Villa Imperial de Potosí precisaba más de 90 mil nativos en las tareas y si se tiene en cuenta que iban jefes de familia y que cada núcleo poseía un promedio de cinco miembros, cerca de medio millón de personas sufría las consecuencias.

Algunas descripciones de la vida en Potosí en 1603 consignan datos como el consumo de 1.600.000 botijas de chicha (bebida alcohólica local) y de 21.900 juegos de naipes, lo cual da una idea del ambiente que se vivía entonces.

Un verdadero genocidio

El fenómeno más contundente y trágico del período colonial fue la reducción de la población indígena. Entre las causas principales de esa merma se puede mencionar el trabajo en condiciones infrahumanas y la difusión de epidemias.

Un ejemplo elocuente es el de Tiahuanaco, en Bolivia, que en 1583 disponía de 868 tributarios y en 1658 apenas 9, o sea 1,03% de lo que era 73 años antes. Entre el momento de la conquista y 1754, la población del Tahuantinsuyo decreció más de 95%, de 13 millones y fracción pasó a 612.780.

Esa reducción drástica repercutió en la propia minería, que vio recortada la posibilidad de conseguir su mano de obra, con la consiguiente decadencia al alborear el siglo XIX.


<< Back