Reportes Especiales
Latinoamérica y la discriminación

La población afro e indígena de Latinoamérica padeció siglos de exclusión, y hoy día la mayoría vive en situación de pobreza. La población negra y mestiza alcanza a 150 millones de personas, lo que equivale a un 30% de la población de la región. Hay aproximadamente 40 millones de indígenas divididos en 400 grupos étnicos, concentrados principalmente en Brasil, Colombia y Venezuela. Con excepción de Uruguay, donde fueron exterminados en el siglo XIX, en todos los países latinoamericanos hay indígenas.

Pese a que cabe destacar el caso de Bolivia, donde por primera vez en la historia un indígena ocupa el cargo de presidente (ver Historia), es un hecho que los descendientes de africanos y los indígenas tienen menos acceso a la salud, educación, empleo, justicia y participación política que la población blanca. En la mayoría de los casos han perdido sus principales medios de subsistencia básicos, su tierra y con ella los recursos naturales. Es por eso que, desde hace varias décadas, emigran a las ciudades, en donde sólo tienen acceso a trabajos precarios, mal remunerados y, en muchos casos, insalubres.

Según la Comisión Económica Para América Latina y el Caribe (CEPAL), entre los principales factores que inciden en la situación de pobreza por la que atraviesan estos pueblos, se destaca la «pérdida progresiva de tierras y el quiebre de las economías comunitarias» como dos de los tantos factores que han contribuido al incremento de la pobreza en los países de la región.

En lo que refiere a salud, estas minorías muestran un deterioro superior a la media de la población en general, debido a dietas inadecuadas y al difícil acceso a los servicios médicos básicos. En muchos países de la región, los grandes proyectos de desarrollo tienen muchas veces consecuencias negativas para las poblaciones indígenas. La tala indiscriminada de bosques nativos, la extracción de petróleo y la construcción de embalses y represas han tenido para muchas comunidades indígenas consecuencias devastadoras.

La educación es otro sector en el que las minorías quedan excluidas. En Ecuador, por ejemplo, poco más del 50% de la población indígena accede a la educación primaria, menos de un quinto a la secundaria y apenas 1% a la educación universitaria.

Los afro-descendientes

A los afro-descendientes y mestizos no suele irles mejor que a los indígenas en esta región. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID), considera a los afro-descendientes como los más «invisibles de los invisibles»: están ausentes en los indicadores de liderazgo político, económico y educativo. A su vez, muchos países de Latinoamérica no introducen variables sobre el origen africano de su población en los censos nacionales; Colombia, Brasil, Bolivia, Ecuador y Costa Rica son los únicos que ofrecen la posibilidad de clasificarse como afro-latino.

Pese a las dificultades que existen para recabar datos 100% fidedignos, según distintas ONGs, es evidente la concentración de la pobreza y el limitado acceso que tienen los afro-descendientes a los servicios básicos de calidad de vida. Más del 80% de la población afro-colombiana vive en condiciones de pobreza y su ingreso per capita oscila entre los 600 dólares, mientras que el ingreso nacional es superior a los 1.500 dólares.

En Brasil, el panorama es similar. Problemas como el desempleo, los bajos salarios y la falta de acceso a cargos políticos importantes afectan con mayor fuerza a la población afro-descendiente.

La Amazonia y la extinción

De todas formas, la triste verdad es que si los gobiernos y las leyes no llegan a garantizar la existencia de los pueblos indígenas aislados que sobreviven en las selvas amazónicas de Brasil, Ecuador y Perú, y en el Chaco paraguayo, puede ser demasiado tarde. La ruta a la extinción parece ya estar dibujada para estos pueblos, ya que, aislados, enfrentan un genocidio cultural.

Cuando los europeos llegaron a América la zona selvática estaba ocupada por alrededor de dos mil pueblos indígenas, que sumaban unos siete millones de personas. Más de cinco siglos después, y tras explotación laboral, persecución y múltiples enfermedades que los nativos no conocían y para las cuales no tenían anticuerpos, quedan menos de 400 pueblos y unos dos millones de individuos, de los cuales menos de cinco mil aún se resisten a tener contacto con la «civilización».


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