Reportes Especiales
Los kurdos: del nomadismo al nacionalismo

Los kurdos son un grupo étnico y lingüístico que vive principalmente en la montañas de Taurus al este de Anatolia (Turquía), en las regiones de Zagros y Khorasan (Irán) y en el norte de Iraq. Se estima que, incluyendo las comunidades existentes en Armenia, Georgia, Kazajstán, Líbano y Siria, suman más de quince millones.

Durante siglos fueron nómades en las planicies mesopotámicas y en las zonas montañosas de Irán y Turquía, dedicados a la cría de ovinos y cabras. Excepcionalmente han sido agricultores. Luego de la Primera Guerra Mundial, muchos de ellos se vieron obligados a trasladarse a zonas urbanas, dejando atrás sus formas tradicionales de vida.

A pesar de que han ocupado la misma región geográfica por mucho tiempo, nunca lograron un estatuto de estado-nación. El Tratado de Sèvres, suscripto en 1920, que le otorgaba la autonomía al Kurdistán, nunca fue ratificado. Le sucedió, en 1923, el Tratado de Lausana, que ya no mencionaba ni al Kurdistán ni a los kurdos. Después de la Primera Guerra Mundial la región se sumergió en un proceso de fragmentación y violencia, con la aparición de movimientos separatistas que se levantaron en armas.

La forma social que mantuvieron los kurdos durante siglos fue la tribu. El jeque es la máxima autoridad que aún hoy día se reconoce -aunque ésta se ha desprestigiado en el seno de los grupos urbanizados, debido al proceso de destribalización que significó su adaptación a la vida de la ciudad-. En algunos casos, y aún cuando la ley no lo permita, como en Turquía, los kurdos practican la poligamia.

En Turquía, el gobierno ha aplicado políticas discriminatorias con los kurdos, privándolos de su identidad -designándolos como "turcos de la montaña"-, prohibiendo tanto su idioma (y considerándolo como un dialecto derivado del turco) como algunas de sus costumbres más características. El gobierno reprimió sus actividades políticas en las provincias del este, y simultáneamente alentó su migración hacia las zonas urbanas del oeste, con el propósito de dispersar a los kurdos concentrados en las zonas montañosas.

En Irán padecen la fuerte presión asimilacionista del gobierno y la persecución religiosa de la mayoría chiíta del país.

En Iraq, cuando en 1958 la monarquía fue derrocada, los kurdos esperaron que se reconociera su lengua, y que se les otorgaran mayores beneficios sociales, así como participación en proyectos de desarrollo. Sin embargo, estas expectativas no se colmaron. Por el contrario, la situación fue cada vez más trágica: el gobierno iraquí implementó una política de desplazamiento de sus poblaciones, generó confrontaciones armadas, y en los 80 llegó a lanzar armas químicas letales sobre poblaciones enteras. En quince años hubo más de 400.000 kurdos muertos en Irak .

El nacionalismo kurdo (tardío, quizá por el nomadismo ancestral) ha empezado a cobrar importancia no sólo por estas condiciones discriminatorias. En cierto modo, este nacionalismo está inducido tanto por algunas prácticas occidentales (por ejemplo, el uso de la propiedad privada), la partición de la región del Kurdistán en diversos estados, así como la influencia de los intereses de algunos gobiernos occidentales en el Golfo Pérsico y la aparición de una minoría intelectual urbana.


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