Reportes Especiales
Tahuantinsuyo: el imperio inkaico

El Tahuantinsuyo o imperio de los inkas tuvo una trayectoria brillante y fugaz; su evolución fue interrumpida por la invasión española de 1532, en un momento en que se encontraba debilitado por luchas internas y afloraban algunos signos de decadencia. Su expansión alcanzó a la región andina casi en su totalidad

Los comienzos del Tahuantinsuyo se sitúan alrededor del 1300 de nuestra era, su expansión hacia el 1450 y su colapso en 1532. Probablemente emigrados de la cuenca del lago Titikaka, sus fundadores condujeron a las tribus del valle del Cuzco en una empresa de unificación que abarcó a toda el área andina.

Considerando las actuales divisiones políticas, el Tahuantinsuyo incluyó una pequeña zona del sur de Colombia, el altiplano y la costa desértica del Perú, el altiplano de Bolivia, el noroeste de Argentina y todo el árido norte y las fértiles tierras del centro de Chile hasta el río Maule, a 36º de latitud sur.

Comprendía dos zonas principales: la sierra o altiplano, en cuya área central se originó el imperio; y la costa tropical, pantanosa y húmeda en el Ecuador, y desértica y sin lluvias en Perú y Chile. Los inkas nunca llegaron a dominar la selva.

Dos caminos de norte a sur constituían la espina dorsal de las comunicaciones. El primero, bordeando la costa, medía 4.050 kilómetros y el segundo, a través de la sierra, tenía 5.180 kilómetros. O sea, mayor esta última que la más larga carretera romana, que unía el muro de Adriano en Escocia con Jerusalén.

El total de sus habitantes es motivo de discusión hasta el presente. La mayoría de los autores lo estima entre 10 millones y 16 millones de personas. Una investigación reciente ha apoyado una cantidad de poco más de 12 millones de pobladores.

Resultaría así una densidad de 13 habitantes por kilómetro cuadrado. A título de comparación se puede recordar que las provincias asiáticas del Imperio Romano en tiempo de Augusto tenían una densidad de 30 y las europeas de 10.

La afirmación de algunos cronistas de que en el Tahuantinsuyo se organizaron ejércitos de 200 mil a 300 mil soldados no es exagerada si se acepta una población total en torno a los trece millones. El imperio romano contaba, al final de la segunda centuria con una fuerza armada de 300 mil hombres.

Cusco, el centro del mundo

Como otras grandes empresas imperiales, los inkas desarrollaron un conjunto de saberes adquiridos por las culturas precedentes, como las de Chavín, Tiahuanaco-Huari, Nazca, Moche y Chimú, a la vez que se destacaron por su eficiencia política y militar, así como en la planificación económica y el control social.

Cuzco (Cusco para sus fundadores), la capital del imperio, tenía en 1532 una población estimada en unos 200 mil habitantes. En ese momento, en el ámbito europeo apenas le superaban Londres y Nápoles. Sobrepasaba ampliamente a Amberes, Amsterdam, Lisboa, Roma y Sevilla, que rondaban los 100 mil habitantes.

Enclavada en un valle andino privilegiado por la fertilidad de la tierra y la belleza del paisaje, Cuzco fue planificada y construida especialmente para ser la capital. Con una superficie de aproximadamente 6 kilómetros cuadrados, su trazado reproducía la figura de un puma, animal sagrado para los inkas.

En la categoría de centro del imperio, se concibió a Cuzco como el punto de intersección de un cuadrante dividido según los puntos cardinales. Se llamaba Antisuyo al cuadrante noreste, Contisuyo al suroeste, Collasuyo al sureste y Chinchaysuyo al noroeste, de acuerdo con un modelo tetramétrico.

La distribución espacial del Tahuantinsuyo estaba vinculada a su vez a la concepción del tiempo, desdoblada primero en el calendario solar propiamente dicho, que regulaba la agricultura y el ceremonial religioso, y segundo en la doctrina de las edades del mundo, una cronología mítica.

Se suponía que la historia se ajustaba a un patrón con cuatro edades pretéritas, cada una con su creación y su desenlace propios que, en violenta destrucción, la truncaba de súbito. La quinta edad correspondía al tiempo del Tahuantinsuyo y debía culminar también por exterminio cósmico.

La estratificación social

La estructura social se correspondía con un molde piramidal y pluriclasista, de carácter estamental y rígido, ya que la movilidad de una capa a otra era excepcional y la ubicación individual, prefijada. Existían tres clases sociales superpuestas y cerradas.

La aristocracia abarcaba al grupo familiar reinante y a los descendientes de los monarcas fallecidos, al sacerdocio, los jefes militares, los intelectuales y los altos funcionarios estatales. En el ápice el sapainca, Hijo del Sol.

A continuación, la clase media, jatunrunakuna, la gran masa de ciudadanos que contribuía al sostenimiento del aparato estatal. Por último, los yanakuna, en el servicio doméstico, a quienes alguien equiparó con los plebeyos romanos.

El monarca no era un simple autócrata, sino una especie de sumo sacerdote y padre, guía de la nación, que debía sujetar su conducta a prescripciones fijadas por la tradición.

Existían nueve clases de delitos: de status, de lesa majestad, contra la religión, contra la administración y los deberes de función, contra el tributo y la propiedad, contra la vida y la salud, sintetizados en tres máximas: Ama suwa, Ama qella y Ama llulla (no seas ladrón, ni mentiroso, ni perezoso).

En todas partes el imperio mostraba una rigurosa organización. La población se hallaba ordenada en comunidades (ayllus) de conformidad al sistema decimal, que abarcaba desde unidades pequeñas a más amplias. A lo anterior se agregaba la división del trabajo, con categorías por edad, desde la infancia a la senectud, más una adicional para los impedidos.

Una obra propia americana

Se produjo acumulación de capital, principalmente en la forma de productos agropecuarios y derivados, cuya concentración permitió su aprovechamiento para fines sociales. El sistema reposaba en los excedentes de la producción comunal.

La organización estatal y religiosa se sostuvo gracias a los excedentes de las cosechas. La planificación se aplicó en forma cuidadosa y eficiente a los más diversos aspectos.

La propiedad de la tierra cultivable era tripartita: un tercio se destinaba al patrimonio de la religión, otro al monarca y el restante a la comunidad. Sólo con derecho de usufructo, la tierra se distribuía anualmente entre los miembros del ayllu.

La producción artesanal desempeñó también papel significativo. Los rubros de mayor importancia fueron los trabajos en telar, la metalurgia, la alfarería y la talla en madera. La propiedad estatal, comunal y privada coexistieron en una forma propia.

Los cronistas occidentales han clasificado al Tahuantinsuyo de diversas maneras: comunista primitivo, socialista, totalitario, colectivista, paternalista, forma blanda de despotismo oriental, mezcla de teocracia, monarquía y socialismo, etcétera.

Sin embargo, el examen detenido muestra que el Imperio Inka no se ajustaba a los cánones del Viejo Mundo, porque por más que ciertas facetas podían parecerse en lo externo a algunos de esos esquemas, no coincidió por entero con ninguno.

A pesar de su corta vida y de los esfuerzos por desvalorizarlo, el Tahuantinsuyo constituyó una vasta, original y multifacética obra de los pueblos sudamericanos, que la colocan al nivel de las mayores culturas desarrolladas por la Humanidad.


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