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Deforestación y la pérdida de bio-diversidad son tópicos comunes de conversación estos días. Algunos “expertos” nos pueden hacer creer que hay una solución “verde” al cambio climático: que plantar cientos de hectáreas de árboles va a dotar al planeta de nuevos pulmones, capaces de absorber el dióxido de carbono. La verdad es algo diferente.
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Diez Respuestas a Diez Mentiras
Plantar árboles puede ser muy bueno, pero también
puede ser muy malo. Depende de su objetivo, de su escala, del
sitio donde se instalen y de los beneficios o perjuicios que generen
para las poblaciones locales. Las plantaciones a gran escala con
especies de rápido crecimiento, tales como eucaliptos y
pinos, son las que generan mayores impactos negativos, tanto en
lo social como en lo ambiental. Debido a dichos impactos, ese
tipo de plantaciones ha dado lugar a luchas generalizadas en su
contra. La respuesta de las empresas plantadoras y de los promotores
que impulsan este modelo ha consistido en desmentir la ocurrencia
de tales impactos y en elaborar y difundir una engañosa
propaganda destinada a ganar apoyo en sectores no informados de
la población. Entre las muchas falsedades publicitadas
en favor de los monocultivos forestales a gran escala se
encuentran las 10 siguientes:
Mentira 1: Las plantaciones forestales son "bosques
plantados".
Tanto los técnicos como las empresas insisten en llamar
"bosques plantados" a las plantaciones. Esta confusión
entre un cultivo (de árboles) y un bosque es el punto de
partida de la propaganda en favor de las plantaciones. En un mundo
concientizado sobre el grave problema de la deforestación,
la actividad de "plantar bosques" es generalmente percibida
como algo positivo. Sin embargo, una plantación no es un
bosque y lo único que tienen en común es que en
ambos predominan los árboles. Allí termina su similitud.
Un bosque contiene:
Numerosas especies de árboles y arbustos de todas las
edades.
Una gran cantidad de otras especies vegetales, tanto en el suelo
como sobre los propios árboles y arbustos (trepadoras,
epífitas, parásitas, etc.).
Una enorme variedad de especies de fauna, que encuentran allí
abrigo, alimentos y posibilidades de reproducción.
Esa diversidad de flora y fauna interactúa con otros
elementos como los nutrientes del suelo, el agua, la energía
solar y el clima, de tal manera que aseguran su autoregeneración
y la conservación de todos los elementos que lo componen
(flora, fauna, agua, suelo). Las comunidades humanas también
forman parte de los bosques, ya que muchos pueblos los habitan,
interactúan con ellos y allí obtienen un conjunto
de bienes y servicios que aseguran su supervivencia.
A diferencia del bosque, una plantación comercial a
gran escala se compone de:
Una o pocas especies de árboles de rápido crecimiento,
plantados en bloques homogéneos de la misma edad, y
muy escasas especies de flora y fauna que logran instalarse en
las plantaciones.
Las plantaciones comerciales requieren preparación del
suelo, selección de plantas de rápido crecimiento
y con las características tecnológicas requeridas
por la industria, fertilización, eliminación de
"malezas" con herbicidas, plantación a espaciamiento
regular, cosecha en turnos cortos.
Por otra parte, en el mejor de los casos, las comunidades humanas
son percibidas como proveedoras de mano de obra barata para la
plantación y para la cosecha de los árboles que
se realizará años más tarde. Como además
su objetivo es producir y cosechar grandes volúmenes de
madera en el menor tiempo posible, se puede decir que tiene las
mismas características que cualquier otro cultivo agrícola.
Por lo tanto, no se trata de un "bosque", sino de un
cultivo.
En síntesis, una plantación no es un "bosque
plantado", ya que además de todo lo anterior, resulta
evidente que no es posible plantar, ni la diversidad de flora
y fauna que caracteriza a un bosque, ni el conjunto de interacciones
con los elementos vivos e inorgánicos que se dan en un
bosque.
Mentira 2: Las plantaciones forestales mejoran el medio
ambiente
Presentadas como "bosques plantados", se dice que las
plantaciones sirven para proteger y mejorar los suelos, para regular
el ciclo hidrológico y para conservar la flora y la fauna
locales.
1) Los suelos. Este tipo de plantaciones tienden a degradar los
suelos por la conjunción de una serie de factores:
Erosión, en particular porque el suelo queda
desnudo durante los 2 primeros años posteriores a la plantación
y durante los 2 años posteriores a la cosecha, lo que
facilita la acción erosiva del agua y del viento.
Pérdida de nutrientes, tanto por la erosión como
por los elevados volúmenes de madera extraídos
del sitio cada pocos años.
Desequilibrios en el reciclado de nutrientes. Por tratarse de
especies exóticas, los organismos descomponedores locales
encuentran grandes dificultades para descomponer la materia orgánica
que cae de los árboles (hojas, ramas, frutos), por lo
que los nutrientes que caen al suelo demoran mucho en poder volver
a ser reutilizados por los árboles. Tanto en el caso de
pinos como eucaliptos, es común ver cómo se va
acumulando sin descomponer la hojarasca sobre el suelo.
Compactación, por el uso de maquinaria pesada, lo que
dificulta la penetración del agua de lluvia y facilita
la erosión.
Difícil reconversión del conjunto de esos y otros
impactos, resulta que en muchos casos resultará muy difícil
poder volver a utilizar esos suelos para la agricultura.
2) El agua. Este vital elemento es afectado tanto en cantidad
como en calidad:
A nivel de cuenca, el volumen de agua disponible tiende a
disminuir luego de la instalación de estas plantaciones.
En realidades tan diversas como el sur de Chile, el estado de
Espírito Santo en Brasil, Sudáfrica o Tailandia,
se constata que el régimen hídrico sufre cambios
negativos importantes como resultado de la plantación
de grandes áreas de pinos y eucaliptos de rápido
crecimiento. Ello se debe a varios factores, pero el principal
es el elevado consumo de agua de estas especies. Para crecer,
los vegetales llevan los nutrientes del suelo hasta las hojas,
donde se produce la fotosíntesis. El vehículo para
llevar los nutrientes hasta la hoja es el agua. Para crecer más,
necesitan más nutrientes, lo que implica mayor uso de
agua para transportarlos hasta las hojas. Dado que se trata de
extensas plantaciones creciendo a un ritmo muy acelerado, los
impactos sobre el agua se vuelven cada vez más graves,
y llegan hasta la desaparición de manantiales y cursos
de agua.
Para confundir, los promotores de las plantaciones arguyen que
algunas especies de árboles (en particular eucaliptos)
producen más biomasa por unidad de agua utilizada y que
por consiguiente son más "eficientes" que los
árboles nativos. Sin embargo, no toman en cuenta que las
plantaciones de eucaliptos son notoriamente "ineficientes"
en la producción de alimentos, forraje, medicinas, fibras
vegetales, frutos, hongos y otros productos que la gente local
obtiene de los bosques. Además, resulta irrelevante definir
la eficiencia de una plantación de eucaliptos para producir
madera con una determinada cantidad de agua, si de todas formas
utiliza más agua que la que el área puede producir.
Las especies más comúnmente utilizadas en plantaciones
(eucaliptos y pinos) dificultan la infiltración del agua
en el suelo, lo que, sumado al enorme consumo de agua, agrava
los impactos a nivel de cuenca.
La calidad del agua también se ve afectada, tanto por
la erosión como por el uso generalizado de agroquímicos,
que la contaminan.
3) La flora. Los impactos sobre la flora local son múltiples
y graves debido a la gran escala de estas plantaciones, que afectan
a una enorme cantidad de hábitats:
En muchos casos, las plantaciones constituyen un factor de
deforestación, ya que su instalación es
precedida por la tala o incendio del bosque preexistente, tal
como sucede a menudo en áreas tropicales y en particular
en Indonesia. En estos casos el impacto es enorme en la zona
templada, la flora del ecosistema de pradera disminuye su abundancia
y riqueza cuando sobre la misma se instalan plantaciones.
En el área de la plantación, gran parte de la flora
local es exterminada para evitar que compita con los árboles
plantados y sólo algunas pocas especies logran instalarse
al interior de las plantaciones. Pero incluso esas pocas especies
son eliminadas cada pocos años, cuando la plantación
es cortada y replantada, y se vuelve a la aplicación de
herbicidas para eliminar la competencia.
Entre la flora que desaparece al interior de la plantación,
es importante destacar muy especialmente la flora del suelo,
que cumple un papel fundamental en el mantenimiento de la fertilidad
del suelo en el largo plazo.
El impacto ya mencionado sobre el agua también afecta
a la flora local, incluso a gran distancia del sitio de la plantación.
4) La fauna. Los impactos sobre la fauna
Para la mayor parte de las especies de la fauna local, las
plantaciones son desiertos alimenticios, por lo que tienden a
desaparecer. Las pocas especies que logran adaptarse, o son exterminadas
(por considerárselas "plagas" para la plantación)
o ven desaparecer su nuevo hábitat cada vez que la plantación
es cortada para la venta de la madera.
cuando la plantación es precedida por la deforestación,
el impacto sobre la fauna local es máximo.
Al igual que en el caso de la flora, tanto la deforestación
previa a la plantación como los cambios en el agua y el
suelo afectan negativamente a una amplia gama de especies de
la fauna.
Los desequilibrios biológicos provocados por estas plantaciones
frecuentemente dan lugar a la aparición de plagas que
afectan a las producciones agropecuarias aledañas.
Mentira 3: Las plantaciones sirven para aliviar la presión
sobre los bosques
El argumento es que, al haber más madera disponible a partir
de las plantaciones, esto se traducirá en una menor extracción
de madera de los bosques nativos. Pese a que pueda parecer lógico,
la realidad es que se ha constatado que las plantaciones son en
general un factor más de deforestación debido a
que:
En muchos países, las plantaciones se instalan eliminando
previamente el bosque existente. En algunos casos, tal eliminación
se realiza mediante gigantescos incendios provocados, en tanto
que en otros la corta del bosque y la venta de la madera sirven
para financiar la plantación. También se da el caso
de que la plantación justifica la deforestación,
ya que se sostiene que la corta de amplias áreas no constituye
deforestación en caso de que sea seguida por la plantación
de árboles. En algunos casos, el simple anuncio del interés
de empresas plantadoras de invertir en determinada región
resulta en un movimiento especulativo que consiste en adquirir
y degradar rápidamente áreas de bosques para posibilitar
que las mismas puedan ser luego destinadas a la plantación
de árboles por parte de dichas empresas.
En numerosos casos el proceso arriba mencionado determina la migración
(voluntaria o forzada) de los pobladores de la región,
que se ven obligados a ingresar a otras áreas boscosas
donde inician un proceso de deforestación para poder atender
a sus necesidades básicas. Es decir, que en esos casos
la deforestación generada por la plantación es doble.
La madera producida en plantaciones de ninguna manera sustituye
a las valiosas especies del bosque tropical, debido a que
ambas tienen mercados distintos. En tanto que la mayor parte de
la madera de plantaciones se destina a la producción de
papel y productos de madera de baja calidad, la mayor parte de
la madera extraída de los bosques (en particular tropicales)
es transformada en productos de alta calidad.
Este argumento ignora además el hecho de que el consumo
de madera no constituye la única causa de deforestación.
Numerosas áreas de bosques son a menudo eliminadas para
destinar el suelo a cultivos de exportación o a ganadería
extensiva; otras desaparecen bajo gigantescas represas hidroeléctricas;
los manglares son eliminados para destinar el área a la
producción industrial del camarón, la explotación
petrolera y minera destruyen amplias áreas boscosas, etc.
Ninguno de estos procesos destructivos guarda relación
alguna con la mayor o menor área destinada a monocultivos
forestales, por lo que resulta claramente falso que en este caso
puedan "aliviar la presión" sobre los bosques.
En definitiva, pese al creciente auge de las plantaciones forestales,
el área boscosa del planeta sigue disminuyendo, lo que
demuestra que el pretendido alivio de la presión sobre
los bosques no es más que un ejercicio de publicidad interesada.
Mentira 4: Las plantaciones permiten aprovechar y mejorar
tierras degradadas
Este argumento, promovido por las grandes empresas plantadoras,
es absolutamente falso en su caso, ya que las plantaciones comerciales
a gran escala rara vez se instalan en tierras degradadas. La razón
es muy sencilla: en tales tipos de suelos los árboles no
crecen bien, por lo que plantar allí no resulta rentable.
Dicho lo anterior, es necesario aclarar algunos aspectos, ya que
todo este tema tiende a ser muy confuso. En efecto, hay que aclarar
que es lo que se entiende por "tierras degradadas",
así como destacar que algunos tipos de plantaciones no
comerciales efectivamente ser realizan en tierras degradadas y
logran mejorarlas.
Para el común de la gente, la expresión "tierra
degradada" despierta una visión de tipo lunar, con
suelos gravemente erosionados y escasa o nula vegetación.
En estos casos, toda actividad que apunte a recuperar esos suelos,
ya sea mediante la plantación de árboles o por otros
medios, puede ser considerada como esencialmente positiva. Sin
embargo, la expresión "tierra degradada" puede
implicar simplemente un área de bosque que fue talada o
un área agrícola de subsistencia, que conservan
su potencial productivo. También se suele hablar de "tierras
subutilizadas" como sinónimo de degradadas. En resumen,
las empresas plantadoras son quienes definen que la tierra está
degradada o subutilizada y de tal manera justifican sus plantaciones
frente a la opinión pública. Sin embargo, los pobladores
locales generalmente no están de acuerdo ni con que la
tierra esté degradada o subutilizada y mucho menos con
que deba plantarse con eucaliptos, pinos u otras especies comerciales.
Esto es lo que en muchos casos explica la resistencia de los pobladores
locales frente al avance plantador, que intenta apropiarse de
tierras que son productivas y no "degradadas" ni "subutilizadas".
Mentira 5: Las plantaciones sirven para contrarrestar el efecto
invernadero
Este es uno de los argumentos que se han puesto más de
moda recientemente. Se dice que a medida que los árboles
van creciendo, van tomando carbono en cantidades mayores a las
que emiten, de modo que tienen un balance neto positivo respecto
de la cantidad de dióxido de carbono (el principal gas
de efecto invernadero) en la atmósfera. Sin embargo, las
plantaciones forestales tienen todavía que demostrar que
son sumideros de carbono.
En términos generales, cualquier área cubierta de
plantaciones, en ausencia de pruebas de lo contrario, debería
ser considerada una fuente neta de carbono y no un sumidero. En
primer lugar, porque en muchos casos estas plantaciones sustituyen
a bosques, lo que significa que los volúmenes de carbono
liberados por la deforestación sean superiores a
los que la plantación en crecimiento podría capturar,
incluso en el largo plazo. Incluso cuando no implican deforestación,
se instalan en otros ecosistemas que también almacenan
carbono (tales como las praderas), que es liberado a la atmósfera
a consecuencia de la plantación.
Hay además una segunda cuestión crucial: ¿estas
plantaciones serán cosechadas o no? De darse la primera
hipótesis serían, en el mejor de los casos, tan
sólo sumideros temporarios: el carbono es almacenado hasta
la cosecha para luego ser liberado en pocos años (en algunos
casos incluso en meses) cuando el papel u otros productos provenientes
de las plantaciones son destruidos. En el caso de que los árboles
no fueran cosechados, las plantaciones estarían ocupando
millones y millones de hectáreas que podrían estar
dedicadas a propósitos mucho más provechosos, como
la producción de alimentos.
Finalmente, es fundamental ver el tema en su total dimensión
y analizar el conjunto de impactos que la promoción de
grandes monocultivos forestales con especies de rápido
crecimiento puede generar en otras áreas ambientales y
sociales. Sabiendo que estas plantaciones impactan sobre el ambiente
(suelos, agua, flora y fauna) y sobre las comunidades locales,
no resulta aceptable promoverlas con un propósito "ambiental"
como el de contrarrestar el efecto invernadero. La solución
tiene que venir por el lado de la reducción de emisiones
de CO2 (derivadas del uso de combustibles fósiles) y por
la protección de los bosques y no por intentos de colonizar
enormes áreas de tierra sin haber analizado cabalmente
las consecuencias.
Mentira 6: Las plantaciones son necesarias para abastecer
un consumo creciente de papel
El consumo de papel es generalmente percibido como algo positivo,
vinculado a la alfabetización, al acceso a información
escrita y a una mejor calidad de vida. Esa percepción por
parte del público es utilizada por las empresas plantadoras
para justificar la supuesta necesidad de aumentar la producción
de celulosa a partir de sus extensas plantaciones de pinos y eucaliptos.
Por lo tanto, este tema requiere varias precisiones:
Gran parte de la celulosa producida en el Sur no está
destinada a abastecer a la población de esos países,
sino a los consumidores del Norte. En tanto que Estados Unidos
y Japón tienen un consumo anual de papel per cápita
de más de 330 y 230 kilos respectivamente, países
exportadores de celulosa como Chile, Sudáfrica, Brasil
e Indonesia muestran un consumo per cápita de 42, 38,
28 y 10 kilos respectivamente.
Alrededor del 40% del papel producido en el mundo es utilizado
para embalaje y envoltura, en tanto que sólo el 30% se
destina a papeles de escritura e impresión, por lo que
el argumento de la alfabetización no es tan relevante
como se lo pretende mostrar.
Además, gran parte del consumo de papeles de escritura
e impresión está destinado a la publicidad. En
los Estados Unidos, el 60% del espacio de las revistas y periódicos
está reservado para avisos, en tanto que anualmente se
producen unos 52.000 millones de unidades de diversos tipos de
materiales de publicidad, incluyendo 14.000 millones de catálogos
para compras por correo que a menudo van directo a la basura.
Tal tipo de consumo excesivo de papel no es exclusivo de los
Estados Unidos, sino que también es característico
de la mayoría de los países del Norte e incluso
se pretende exportar tal modelo hacia los países del Sur.
El tema radica entonces en que el consumo actual de papel es
ambientalmente insustentable y que gran parte del mismo es socialmente
innecesario. Por lo tanto, ni los planes de uso de los bosques,
ni los planes de expansión de las plantaciones forestales
pueden pretender autojustificarse diciendo que "la humanidad"
necesita más papel.
Mentira 7: Las plantaciones son mucho más productivas
que los bosques
Este argumento puede parecer convincente si se observa el rápido
crecimiento de los árboles en una plantación de
pinos o eucaliptos. Sin embargo, depende de lo que se entienda
por "productivo" y a quién beneficia esa producción.
Una plantación comercial produce un gran volumen de madera
para industria por hectárea y por año. Pero eso
es todo lo que produce. El beneficiario directo de esa producción
es la empresa propietaria de la plantación.
Un bosque no sólo produce (como la plantación) madera
para el mercado, sino que su producción abarca otros tipos
de árboles, vegetales, animales, frutas, hongos, miel,
forraje, abono, leña, maderas para usos locales, fibras
vegetales, medicinas y genera además una serie de servicios
en materia de conservación de suelos, de biodiversidad,
de recursos hídricos, de microclima.
Cuando se sostiene que las plantaciones son mucho más productivas
que los bosques, sólo se está comparando el volumen
de madera para industria que se puede extraer de ambos y en esa
comparación la plantación aparece como superior.
Sin embargo, cuando se compara la totalidad de bienes y servicios
provistos por la plantación y el bosque, resulta evidente
que este último es mucho más productivo que la plantación.
Es más, en muchos aspectos la producción de la plantación
es nula (por ejemplo en la producción de alimentos, medicinas
o forraje) e incluso puede ser negativa, cuando afecta a otros
recursos como el agua, la biodiversidad o el suelo.
Lo anterior resulta particularmente claro para aquellas poblaciones
locales que sufren los efectos de la implantación de extensos
monocultivos forestales, puesto que sufren la pérdida de
la mayor parte de los recursos que hasta entonces habían
asegurado su supervivencia. Para ellos, la productividad de estas
plantaciones es nula o más bien de signo negativo.
Mentira 8: Las plantaciones generan empleo
Este es también un argumento típico entre quienes
promueven las plantaciones. Sin embargo, en la mayoría
de los casos esta afirmación es totalmente falsa.
Las grandes plantaciones generan empleos directos fundamentalmente
en las etapas de plantación y de cosecha. Luego de la plantación,
el empleo cae en forma sustancial. Al momento de la cosecha, la
plantación requiere nuevamente de la contratación
de mano de obra, pero el número de puestos de trabajo tiende
a disminuir notoriamente por la creciente mecanización
de esta operación.
Los escasos empleos generados son en general de muy baja calidad,
siendo en su mayoría de carácter temporal, con bajos
salarios y en condiciones de trabajo caracterizadas por la mala
alimentación, el alojamiento inadecuado y el no cumplimiento
de la legislación laboral vigente. Los accidentes y las
enfermedades laborales son frecuentes. El modelo predominante
en el Sur, es que las empresas plantadoras subcontratan a empresas
informales para la realización de las tareas de plantación
y cosecha.
Dado el escaso nivel de inversión requerido, la competencia
entre dichas empresas informales se basa fundamentalmente en la
baja en el costo de la mano de obra, lo que explica las pésimas
condiciones salariales y laborales de los trabajadores forestales.
Sólo en los casos en los que la cosecha se basa en moderna
y costosa maquinaria forestal, tales tareas quedan en manos de
la empresa plantadora, que se ve obligada a ofrecer mejores condiciones
de trabajo.
En muchos países tienden simultáneamente a privar
a los previos ocupantes de la tierra de sus anteriores fuentes
de trabajo. Es común que estas plantaciones se instalen
en tierras destinadas a la agricultura de subsistencia por lo
que incluso la tendencia del empleo neto es en muchos casos negativa.
Por otro lado, cuando su instalación implica la previa
destrucción del bosque, los pobladores locales se ven privados
de una serie de ocupaciones y fuentes de ingreso dependientes
de los recursos provistos por el bosque. En casi todos los casos,
las plantaciones resultan en la expulsión de la población
local, en particular hacia los cinturones de miseria de las ciudades.
En términos generales, las plantaciones generan mucho menos
empleo que la agricultura y el balance sólo resulta positivo
en algunas pocas áreas escasamente pobladas dedicadas a
la ganadería extensiva. En cuanto al empleo industrial,
las plantaciones no siempre dan lugar a la creación de
industrias locales, dado que en muchos casos la producción
apunta a la exportación directa de troncos sin procesar.
Incluso cuando se establecen industrias de pulpa y papel, su alto
grado de mecanización implica la creación de pocos
puestos de trabajo.
De todas las actividades capaces de generar empleo a nivel local,
la actividad plantadora es probablemente la peor opción.
El objetivo de las empresas forestales no consiste en generar
empleos, sino en generar ganancias para sus accionistas. Sin embargo,
utilizan este falso argumento para justificar socialmente su emprendimiento.
Mentira 9: Los posibles impactos negativos de los monocultivos
forestales industriales se pueden evitar o mitigar con un buen
manejo
En última instancia, los promotores de las plantaciones
pueden aceptar que éstas no son bosques y que pueden acarrear
impactos negativos, pero agregan que estos impactos se generan
por un mal manejo y no por las plantaciones en sí. La solución
-afirman- es entonces técnica: aplicar buenos métodos
de manejo.
Sin embargo, no se trata de un tema técnico, sino de una
cuestión esencialmente política, de poder, con beneficiarios
y perjudicados. Desde los centros de poder se toman decisiones
que afectan la vida y posibilidades de supervivencia de las poblaciones
locales y condicionan fuertemente las decisiones de los gobiernos,
con el objetivo de abastecer un mercado global con los productos
madereros que éste requiere. Las necesidades y aspiraciones
locales no cuentan. De aquí derivan los principales problemas
que este tipo de plantaciones acarrean. Es obvio que esto no se
puede resolver con ningún "buen manejo". Es más,
el buen manejo de las empresas plantadoras consiste primeramente
en convencer al gobierno que les permita invertir en determinadas
regiones del país, que les otorgue determinadas ventajas
(subsidios directos e indirectos) y que intervenga -en caso necesario-
para desalojar o reprimir a los pobladores locales. En un número
importante de casos, las distintas formas de presión o
represión constituyen la principal herramienta de "buen
manejo" para resolver los conflictos sociales generados por
las plantaciones.
En lo referente a los impactos ambientales que las plantaciones
comerciales generan, es también utópico pretender
que se puedan resolver a través de un buen manejo técnico.
Las propias características del modelo hacen que éste
sea básicamente insustentable por más que se adopten
prácticas conservacionistas o monitoreos destinados también
en gran medida a mejorar la imagen de la empresa frente a los
posibles opositores ambientalistas. En efecto, el modelo se caracteriza
por:
La gran escala.
No es lo mismo el impacto ambiental que puede generar un eucalipto
o un pino que los que generan decenas o centenares de miles de
hectáreas concentradas en determinada región de
un país. La modificación del espacio geográfico
es enorme. Para disimular este hecho, los promotores de las plantaciones
insisten actualmente en utilizar porcentajes, diciendo que "sólo
ocupan el 1 o el 2% del área total del país".
Sin embargo, no se puede tapar el sol con la mano. Lo cierto
es que se trata de grandes concentraciones de monocultivos forestales
y el único "buen manejo" posible es justamente
reducir el tema a porcentajes.
El monocultivo de especies exóticas.
Si bien es cierto que la mayoría de las especies agrícolas
son exóticas, en el caso de las especies utilizadas en
los cultivos forestales esto tiene fuertes implicancias negativas.
La elección de estas especies se origina en parte en la
inexistencia de plagas y enfermedades en los países en
los que son introducidas, que pudieran afectarlas. Si bien esto
es absolutamente lógico para el plantador, resulta un
problema para la fauna local, para la que estas plantaciones
constituyen un desierto alimenticio. Unido al tema de la gran
escala, el impacto en particular sobre la fauna es, por ende,
enorme. La biodiversidad a nivel del suelo es afectada gravemente
debido a que los restos vegetales de los pinos y eucaliptos resultan
tóxicos para gran parte de la flora y fauna del suelo.
El sistema presenta además una gran debilidad intrínseca,
ya que, en caso de aparecer una especie capaz de alimentarse
de los árboles vivos, se transformará en una plaga
que podrá poner en cuestión a todas las plantaciones
similares de la región.
La rapidez de crecimiento.
La lógica empresarial de estos emprendimientos hace que
la rapidez de crecimiento sea crucial para asegurar la rentabilidad
de la inversión. Tal crecimiento se basa en parte en la
selección de especies, pero también en el uso de
fertilizantes y herbicidas (que afectan al suelo y al agua),
así como en un consumo enorme de agua, que afecta a la
región en su conjunto. Como si fuera poco, la biotecnología
forestal está también apuntando en ese sentido,
creando "super árboles" de crecimiento aún
mayor y resistentes a los herbicidas, por lo que el impacto es
doble: mayor contaminación por uso de agroquímicos
y mayor consumo de agua.
La corta en turnos cortos.
La misma lógica determina que los árboles sean
cortados cada pocos años, lo que implica una gran salida
de nutrientes del sistema y procesos de erosión, así
como la destrucción del hábitat de aquellas pocas
especies locales que se estaban adaptando a la plantación.
De todo lo anterior resulta claro que son pocas las medidas
técnicas que se pueden adoptar para evitar o mitigar la
mayor parte de los impactos ambientales generados por las plantaciones.
Si bien se podrán mejorar algunos aspectos (utilizar agroquímicos
menos nocivos, preparar el suelo siguiendo curvas de nivel, cuidar
que no se produzcan procesos de erosión al momento de la
corta, conservar áreas silvestres como parches en el paisaje,
monitorear suelos, agua, flora y fauna, etc.), lo cierto es que
resulta imposible evitar los impactos porque el propio modelo
no lo permite: no se puede (desde el punto de vista de la rentabilidad)
hacer que los árboles crezcan más lento, que consuman
menos agua, que no requieran fertilizantes, que no afecten a los
suelos, que no reduzcan la biodiversidad local. En síntesis,
el problema es el modelo y no la adopción de medidas apropiadas
de manejo.
Mentira 10: Las plantaciones no pueden ser juzgadas en forma
aislada
Este es uno de los argumentos más recientes de los promotores
de las plantaciones. Sostienen que hay un "sistema continuo"
entre un bosque primario y un "bosque plantado" especializado
en la producción de madera. Es decir, que habría
un sistema, al que llaman "bosque", que incluye bosques
primarios protegidos, bosques de producción, bosques protectores,
bosques secundarios y plantaciones de todo tipo. Por lo tanto,
dicen que hay que analizar ese sistema "bosque" en su
totalidad y no centrarse en uno sólo de sus componentes:
el monocultivo forestal a gran escala. El argumento es inteligente,
pero no menos falso que los anteriores.
En primer lugar, porque parte de la falsa premisa de que una plantación
es un bosque. El tipo de plantaciones al que hacemos referencia
constituye un cultivo especializado en la producción de
grandes volúmenes de madera en plazos cortos, cuya única
similitud con un bosque consiste en estar constituido por árboles,
que ni siquiera son nativos. Por lo tanto, no puede hablarse de
un "sistema continuo" entre elementos intrínsecamente
diferentes. Sería como decir que la fauna nativa y la cría
de vacas lecheras constituyen un sistema continuo entre lo natural
y lo especializado en la producción de leche y que no es
posible juzgar aisladamente los impactos de la ganadería
lechera sin analizarlos en ese contexto.
En segundo lugar, porque en general las plantaciones comerciales
no sólo no complementan a los bosques, sino que en muchos
casos se constituyen en causas directas o indirectas de deforestación.
Lo mismo se puede decir con respecto a cómo afectan la
biodiversidad, el suelo, el agua y en particular a las poblaciones
locales.
En definitiva, este razonamiento pretende justificar la destrucción
de la naturaleza en determinada área argumentando que su
conservación se asegura en otra área. Al incluir
las plantaciones en ese supuesto sistema "bosque", se
esconde y justifica la destrucción generada a partir de
los monocultivos forestales a gran escala. Frente a los impactos
sobre la biodiversidad, la respuesta de las empresas plantadoras
consistirá en decir que ésta se asegura por la existencia
de áreas protegidas. Si bien sus argumentos serán
menos convincentes en el caso de los impactos sobre el agua y
menos aún sobre los suelos, igual harán referencia
al sistema "bosque", que asegura el agua y la conservación
del suelo. Guardarán quizá silencio sobre los impactos
sociales.
Pero el tema de fondo es que esa lógica divorcia la producción
y el consumo de la conservación, cuando en realidad la
única forma de asegurar la sustentabilidad de esos procesos
en el largo plazo consiste en considerar la conservación
como parte de un sistema único. En este sentido, existen
algunos tipos de plantaciones que quizá sí podrían
ser incluidas dentro de un sistema "bosque", que están
caracterizadas por:
-Ser de pequeña o mediana escala.
-Estar compuestas por una multiplicidad de especies, siendo todas
o algunas de ellas nativas.
-Dar abrigo, alimentación y posibilidades de reproducción
a la fauna nativa.
-Permitir el desarrollo de las especies de la flora nativa.
-Conservar o mejorar los suelos.
-Regular el funcionamiento hidrológico de la región.
-Contar con la aprobación de la población local.
-Aportar productos y servicios de utilidad para las poblaciones
locales.
Dado que ninguno de los monocultivos a gran escala a los que
nos estamos refiriendo puede cumplir con ninguna de dichas condiciones,
resulta claro que no deben ser considerados como integrando el
sistema bosque y que por consiguiente sus impactos deben ser analizados
por separado.
Fuente: Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales
/ Documento informativo, Campaña Plantaciones, Ricardo
Carrere
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